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Conclusiones equivocadas sobre la recuperación económica de Alemania
Lun, 06/09/2010 - 16:07

Mark Weisbrot

Cuando los reporteros no dejan que los hechos impidan una buena historia
Mark Weisbrot

Mark Weisbrot es codirector del Center for Economic and Policy Research (CEPR), en Washington, D.C. Obtuvo un doctorado en economía por la Universidad de Michigan. Es coautor, junto con Dean Baker, del libro Social Security: The Phony Crisis (University of Chicago Press, 2000), y ha escrito numerosos informes de investigación sobre política económica. Es también presidente de la organización Just Foreign Policy.

La recuperación económica de Alemania ha cobrado fuerza últimamente y está siendo utilizada -en la prensa europea y estadounidense- para promover la perspectiva de que Alemania “tenía la fórmula correcta” e “hizo los sacrificios de corto plazo para garantizar un éxito de largo plazo”. Se argumenta que esta fórmula es una en la que se incluyen las políticas de austeridad que se están metiendo en las gargantas de los países como España y Grecia.  

Ciertamente Alemania sí ha hecho algunas cosas bien. Sin embargo, en su fórmula no se han incluido las políticas pro cíclicas -endurecimiento fiscal cuando la economía se contrae o apenas crece- como las autoridades europeas y el Fondo Monetario Internacional (FMI) están requiriendo de España.

De hecho, las últimas figuras del presupuesto, dadas a conocer esta semana, demuestran que el déficit del presupuesto alemán, en la primera mitad de este año, se ha duplicado en comparación al año anterior. A 3,5% del PIB, aún más abajo que la cifra de muchos de los demás países europeos. Sin embargo, es cierto que los alemanes no disminuyeron su déficit presupuestario en tiempos de recesión, como lo está haciendo España.

La política alemana más correcta es la que ha mantenido su cifra de desempleo (actualmente a 7,0%) igual o más abajo que sus niveles de la pre recesión, a pesar de una declinación aún más escarpada en la producción (4,6%) en 2009, que también experimentó los Estados Unidos. Esta es la política de subvencionar a los empleadores para que mantengan a sus empleados trabajando con horas reducidas, en lugar de despedirlos. Esta política ha salvado a cientos de miles de empleos en Alemania, y podría salvar millones en los Estados Unidos, si solamente tuviéramos el liderazgo político con el valor para tomar estos pasos modestos, pero obvios.

Sin embargo, e irónicamente, las reformas con las que se presiona a España van en una dirección opuesta. Las autoridades europeas desean que España haga aún más fácil que sus empleadores despidan a sus empleados.

Otro defecto en el razonamiento: el crecimiento sin precedente del segundo periodo - un 2,2% más del periodo anterior, o una taza anual de 9%- fue promulgado más que todo por las exportaciones, las cuales crecieron 8,2% más que en el periodo anterior, o 37% anualizado. Como ha notado el South Centre, para el periodo 2002 al 2007, las exportaciones representaron el 143% del crecimiento alemán, lo cual significa que, de hecho, la economía alemana se habría contraído durante estos años si no hubiera sido por el crecimiento en las exportaciones.

Como la mayoría de las exportaciones alemanas van a los paises de la zona euro, queda claro que no todos los países pueden seguir el modelo de Alemania, aun si tuvieran la competitividad en la manufactura para hacerlo.

Esto nos lleva a la otra cuestión que se plantea en contra de España, y en apoyo de sus políticas de austeridad: que España necesita salarios más bajos para poder competir con la superior productividad de fabricación de Alemania.

Es cierto que la productividad de fabricación alemana es más alta que la de España, y la brecha ha crecido desde la adopción del euro en el 2002. Además, la brecha en los costos por unidad de la mano de obra ha crecido aún más, ya que los salarios en España aumentaron mas rápido que en Alemania durante este periodo, al mismo tiempo que la productividad alemana estaba creciendo más rápido que la de España.

Sin embargo, como un asunto práctico, esto no es más que un razonamiento para la perspectiva de que España no pertenece a la zona euro como Alemania. Si España tuviera su propia moneda, podría aumentar su competitividad relativa a Alemania por la devaluación, la cual haría más baratas sus exportaciones. La moneda común hace imposible la opción de una devaluación.

Eso deja la opción de una “devaluación interna,” o la restauración de la competitividad de exportación por salarios más bajos. Para hacer esto se requiere una recesión profunda y prolongada, con el desempleo elevado, tan alto, que genera una presión hacia abajo en los salarios.

Latvia, un país que mantiene un tipo de cambio fijo al euro, no ha logrado mucho con esta estrategia, a pesar de una pérdida sin precedente de más del 25% del PIB en apenas dos años. Estonia intentó una estrategia parecida, perdiendo casi 20% del PIB y aumentando la cifra del desempleo del 2 al 16%. Sin embargo, aún este masivo castigo colectivo ha tenido poco impacto sobre el tipo de cambio real del país.

Los problemas relacionados con tener una moneda común entre países con niveles de productividad extensivamente variables, tendrán que ser resueltos en la zona europea en un futuro. Sin embargo, no serán resueltos imponiéndole políticas pro-cíclicas a España ni a ningún otro país de la zona. Y la recuperación económica de Alemania no brinda evidencia a favor de dichas políticas autodestructivas.

*Esta columna fue publicada originalmente en Center for Economic and Policy Research.

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