Pasar al contenido principal

ES / EN

Ecuador: ¿para qué tenemos un banco central?
Mié, 29/12/2010 - 09:10

Gabriela Calderón

Cómo Irlanda sale de la recesión
Gabriela Calderón

Editora de ElCato.org y columnista del diario El Universo (Ecuador). Se graduó en 2004 con un título de Ciencias Políticas con concentración en Relaciones Internacionales de la York College of Pennsylvania. Sus artículos han sido reproducidos en otros periódicos de Latinoamérica y España como El Tiempo (Colombia), La Prensa Gráfica (El Salvador), Libertad Digital (España), El Deber (Bolivia), El Universal (Venezuela), entre otros. En 2007 obtuvo su maestría en Comercio y Política Internacional de la George Mason University.

Recientemente el presidente del directorio del Banco Central del Ecuador (BCE) se vio en la necesidad de defender y explicar el papel de la institución.1 Esto es algo difícil, ya que lidera un banco central que además de no emitir moneda, y no ser prestamista de última instancia, tampoco tiene el poder de formular las políticas monetaria, crediticia y financiera (Artículo 303 de la Constitución) y ya no tendría ni los museos porque fueron trasladados al Ministerio de Cultura. Uno pensaría que el BCE se dedicaría enteramente a realizar estudios y publicar estadísticas económicas.

Pero no, el BCE ha anunciado sus nuevas tareas y reafirmado unas que ya tenía. 

Algunas de ellas podrían ser desempeñadas por otras instituciones como la Superintendencia de Bancos, el Ministerio de Finanzas y el INEC. Otras -como las firmas electrónicas, el servicio móvil de pagos y el envío de remesas- o ya son desempeñadas por instituciones privadas dentro y fuera del país o podrían serlo.

La historia muestra que es posible el desarrollo de un sistema financiero sofisticado sin necesidad de un banco central. También hay ejemplos de sistemas financieros primitivos y caóticos a pesar de la existencia de uno, en este última categoría se encuentran casos extremos como Zimbabue. 

El economista Pedro Romero de la Universidad San Francisco de Quito (USFQ) relata la desastrosa historia del BCE en su estudio “BCE: La historia que aún no aprendemos” (IEEP, 2002). A lo largo de su historia de 72 años como instituto emisor, el BCE nunca logró objetivos como la estabilidad de precios o la profundización financiera. Romero asevera que el BCE fue una herramienta para que los políticos de turno erosionaran la propiedad privada de los ecuatorianos (devaluando la moneda), para financiar frecuentes desbordes en el gasto público o favores a sus amigos.

Las cosas no tienen que ser así. Desde que existe como país independiente, Panamá solo tuvo un banco central durante siete días en 1941. En este país no se fijan topes a las tasas de interés, no existe una programación financiera que establezca un límite al crédito interno y no hay encaje legal para cualquier tipo de depósito desde 1998. Desde 1970 solo seis bancos de tamaño pequeño o mediano han sido intervenidos por problemas y nunca se utilizaron fondos públicos para salvar a depositantes o accionistas.2

La inflación promedio durante los últimos 20 años ha sido de 1%.3 Las tasas de interés han sido bajas, particularmente en cuanto hipotecas (6,75% en 2010 para préstamos de mínimo 15 años plazo)4. La economía panameña es la única en Latinoamérica que no sufrió los efectos del “tequilazo” (1994), ni de la “samba” (1999), ni del “tango” (2001-2002).5

La experiencia de Panamá demuestra que un banco central no es necesario. Mientras el BCE fue un instituto emisor y prestamista de última instancia, causó mucho daño. Desde que no lo es, Ecuador ha gozado de la década con mayor estabilidad monetaria en su historia. Deberíamos aprovechar el décimo aniversario de la dolarización para cerrar el BCE. Nos vacunaría en contra de otro siglo de aventuras monetarias por parte de nuestros políticos.

*Esta columna fue publicada con anterioridad en el centro de estudios públicos ElCato.org.

Países