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El debate sobre el techo de deuda en EE.UU.: innecesaria creación local
Jue, 28/07/2011 - 10:38

Robert Johnson

Robert Johnson
Robert Johnson

Robert Johnson es director senior del CFA Institute.

Una de las más grandes convicciones en inversiones es que a los mercados les disgusta la incertidumbre. La reciente volatilidad en los mercados ha sido, en gran parte, el resultado de problemas de deuda soberana en la Eurozona y la incertidumbre con relación al techo de deuda en los Estados Unidos así como el potencial incumplimiento de los títulos de valores del gobierno de los Estados Unidos. No obstante, toda la atención que se le ha dado a los temas del tope de deuda en los Estados Unidos, considero que el contagio de los problemas de deuda soberana de la Eurozona es un problema mucho mayor a nivel estructural que enfrentan los mercados globales.

Una lectura rápida de los mercados nos conduce a pensar que el consenso es que el incumplimiento de las obligaciones de los Estados Unidos muy probablemente se evitará. Considero que la posibilidad de un incumplimiento es extremadamente remota. Si los actores del mercado realmente creyeran que el incumplimiento fuese inminente, estaríamos viendo una debilidad significativa alrededor del mundo. Lo que estamos viendo en Washington D.C. es una postura política -muy bien plantada- de parte de ambos partidos políticos en Estados Unidos. Esta postura es exacerbada a medida que entramos en un ciclo de elecciones presidenciales y del Congreso en el 2012. Esta situación probablemente se resolverá con un tipo de acuerdo de última hora entre ambos partidos -un acuerdo que posiblemente no sea significativo en cubrir los desbalances fiscales en los Estados Unidos.  

Inversionistas en los mercados emergentes pueden preguntarse cómo una falla en levantar el techo de deuda en los Estados Unidos los podría afectar. El presidente de la Reserva Federal, Ben Bernanke, está absolutamente en lo correcto cuando señaló que si el techo de deuda no se levanta, la caída económica podría ser catastrófica en los mercados alrededor del mundo. Esto mandaría olas de impacto a través de todo el sistema financiero. Los mercados en los Estados Unidos posiblemente se caerían a montos conmensurados como con la caída de Lehman o el Lunes Negro.

Los mercados emergentes se impactarían dramáticamente, ya que se han convertido en los últimos años en mercados mucho más interconectados y altamente correlacionados. La dificultad en un mercado -especialmente en aquellos que son líderes del mundo- no beneficia a otros mercados. Esto es cierto particularmente en mercados que tienen una relación comercial significativa con los Estados Unidos. Y, esta correlación se ha demostrado aún más en tiempos de crisis.

Los líderes del Partido Republicano han propuesto un trato que impediría el incumplimiento, pero pondría todo el peso en el voto del techo de deuda en los Demócratas. En esencia, el fallo político recaería en Obama y el Partido Demócrata. Los Republicanos insisten en que el aumento del techo de deuda no se puede acompañar con incrementos de impuestos. El compromiso que sugirieron era que el techo de deuda pudiera aumentarse por cantidades que los Demócratas aceptaran en términos de recortes de gastos.

Toda esta situación es el resultado de un gran incremento de la deuda en los últimos años. Las economías, incluyendo la de Estados Unidos, necesitan reducir el apalancamiento, pero nadie quiere aceptar las consecuencias a corto plazo. Es especialmente difícil encontrar una solución a largo plazo en Estados Unidos, debido a la gran diferencia entre la filosofía de ambos partidos políticos.

El partido Republicano no quiere nuevos impuestos, y de hecho, apoya recortes de impuestos. El partido Demócrata pide no apoyar el recorte de propuestas de reforma a menos que haya incremento en los impuestos. Agregando a esto el factor demográfico del envejecimiento de la población, podría ser éste el que está colocando una enorme carga en los programas de reforma de derechos como la Asistencia Médica, Medicaid, y el Seguro Social. La situación no es sostenible a largo plazo -es algo que tiene que darse-. Lo que es cierto es que la situación fiscal en los Estados Unidos será el principal tema que los electores utilizarán para evaluar a los candidatos para el próximo año.

El aspecto más curioso de esta situación es que el techo de deuda es totalmente innecesario. Es un límite de préstamo artificial y crea incertidumbre cada vez que se le hace un acercamiento. En realidad no hace nada para promover restricciones fiscales, sin embargo está ocasionando una tremenda disconformidad con inversionistas alrededor del mundo. Otros países en desarrollo a nivel mundial parecen estar capacitados para operar sin el concepto de un techo de deuda establecido. Estoy de acuerdo con lo que la agencia calificadora Moody está haciendo un llamado para la abolición del techo de deuda. De hecho, en ausencia del techo de deuda artificial, no contemplaríamos un incumplimiento de los títulos de valores del gobierno de los Estados Unidos o una reducción en la calificación de la deuda del gobierno de los Estados Unidos.

Al final, tengo confianza de que el tope de deuda se aumentará. Los riesgos son demasiado altos como para no hacerlo. Ninguno de los partidos políticos quiere arriesgar una falla en el incumplimiento. Un gran número de directores líderes empresariales, enviaron una carta al presidente y al Congreso solicitando un incremento en el tope de deuda y advirtiendo que el incumplimiento pudiera lanzar al mercado financiero mundial en el caos. Lo que se necesita es un trato bipartidista para reducir y reformar los derechos.

El acuerdo que ultimadamente se logre es probable que no sea tan importante. Esto no ayudará significativamente a solucionar el problema de la deuda estructural a largo plazo, pero podría ser un trato más pequeño permitiendo que el techo de deuda se levante y posponga cualquier acción notable para el futuro. En otras palabras, los legisladores en Washington probablemente “patearán la lata en la calle” en lugar de realizar cualquier cambio que reforme substancialmente la situación fiscal. Esto es un desarrollo extremamente decepcionante, pero que no sorprende dado el rencor político en Washington, D.C.

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