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El Euro y la Euro
Jue, 07/06/2012 - 17:11

Carlos Tromben

Disparen contra el banquero
Carlos Tromben

Carlos Tromben es editor ejecutivo de la edición internacional de AméricaEconomía.

Tranquilos, el colapso de la moneda europea no será tan grave. La FIFA y su gigantesca maquinaria global tomarán rápidamente el lugar. Si no lo cree, siga el campeonato que está por comenzar y fíjense en los auspiciadores.

Siempre me ha fascinado la relación entre el fútbol y la política. Entre la religión y la política. Entre el espectáculo y la política. El deporte como competencia de fuerza, tesón, estrategia o villanía ocupa hoy un espacio similar al jubileo de una reina o la elección de un Papa: acaparan la atención momentánea y permanecen en la memoria colectiva. Una definición a penales remite a otra, y los historiadores del fútbol hablan de karma, de eterno retorno, de maldición y otros conceptos de igual sofisticación.

Mi infancia, por ejemplo, está marcada por las imágenes del dictador Videla entregándole la copa a Passarella en 1978. Supongo que para mi abuelo italiano fue lo mismo ver al Duce haciendo lo mismo con los azzurri en 1934.

Esto a propósito de la Eurocopa 2012, quizá la más significativa de los últimos cincuenta años, desde que España derrotó a la Unión Soviética y el generalísimo Francisco Franco debe haber experimentado lo más cercano a un éxtasis místico. 

Esta versión de “la” Euro no solo coincide con una crisis radical de “el” Euro la moneda única y de las instituciones europeas. Juegan además, y vaya coincidencia, todos los llamados PIIGS. Desde la sufrida Grecia hasta España, cuya poderosa escuadra de superestrellas, si Mariano Rajoy fuese más imaginativo y se las vendiera a Dubai, podría recapitalizar Bankia en cinco minutos y aún le sobraría para apuntalar a Santander y los demás. 

Juega Irlanda, que acaba de ratificar por plebiscito el pacto fiscal europeo. Juega también Portugal, el niño modelo de la austeridad, capitaneado por el metrosexual Cristiano Ronaldo, hijo de un admirador a ultranza de Ronald Reagan y rostro de excelsas campañas publicitarias de calzoncillos y desodorantes masculinos. 

Juega por cierto Italia, donde varios jugadores están acusados de corrupción y los derechos de transmisión siguen alimentando las arcas del insaciable Cavaliere Silvio Berlusconi.

Aparte de los PIIGS juegan países del Este como Polonia, Ucrania, Croacia, la república checa y la Rusia de Vladimir Putin. O sea, los que hacen fila y méritos por entrar al Euro, y los que agradecen haber entrado y quedado fuera.

Juega también Alemania, cuyos jugadores hicieron un gesto político enorme visitando Auschwitz. ¿Ablandará un triunfo inobjetable el corazón duro de la austeridad? Y juega también Francia, que acaba de hacer un gesto institucional y comercial no menos significativo: cortó su contrato con Adidas, poniendo fin a casi más de treinta años de entente cordial franco-alemana, y se cambió a Nike, la marca estadounidense que ahora viste a los bleus. ¿Gesto hacia Obama? ¿Desafío a Merkel, la denostada dominatrix del sistema monetario? Cabe preguntarse si un triunfo francés allanará el camino hacia el crecimiento y el regreso a los viejos buenos tiempos del savoir vivre. En cualquier caso la decisión, si tiene sesgo gubernamental, fue adoptada durante los últimos meses de Sarkozy. 

No es un tema menor porque la historia de la FIFA está estrechamente relacionada con la de Adidas. La transformación de los principales campeonatos en maquinarias globalizadas de marketing es obra de Horst Dassler, hijo del fundador de Adidas, del brasileño Jean-Marie Faustin Godefroid de Havelange y del británico Patrick Nally. Los tres se aliaron en 1974, cuando el viejo sistema monetario de Bretton-Woods agonizaba, se apoderaron de la FIFA y organizaron el Primer Campeonato Mundial Juvenil en Túnez. El primero auspiciado por Coca Cola. Repitieron y sofisticaron el modelo en Argentina 78, con ayuda de cierto elenco militar; en México (1986) con Televisa, y así sucesivamente. Se llama InterFútbol4 y consiste en un paquete de 4 años que da derechos exclusivos de exposición publicitaria, venta de boletos, accesos VIP, etc. Nally quiere llevar ahora el producto a niveles ya casi de meta-realidad: transmisión en 360 grados y 3D. 

Si el Euro y el ECB colapsaran, no me cabe duda de que la Euro y FIFA tomarían su lugar. O el del FMI, si fuera necesario. Una moneda única, virtual, 100% Internet. Un medio de pago alojado exclusivamente en los servidores de alguna multinacional japonesa, sin asimetrías macroeconómicas ni molestas interferencias políticas, manejada silenciosa y discretamente desde Zurich.

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