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Perú: para crecer a un ritmo alto
Vie, 12/11/2010 - 09:10

Carlos M. Adrianzen

Latinoamérica en tiempos interesantes
Carlos M. Adrianzen

Decano de la Facultad de Economia de la UPC y Senior Executive Fellow de la Escuela John F. Kennedy de la U. de Harvard.

Las complicaciones globales evidenciadas después de la quiebra de Lehman Brothers no parecen detenerse. Una Norteamérica opaca -tan opaca e inconsistente como las políticas del presidente Barack Obama-, combinada con una Europa desconcertante (con diversas Argentinas al interior de la propia Comunidad) y una China tan acelerada como inquietante, dibuja un escenario complejo e impredecible.

Aunque se quiera repetir que lo peor ya habría pasado, lo cierto es que la turbulencia global (en términos tanto de precios de commodities cuanto de flujos de ahorro, inversión y endeudamiento) no parece disiparse fácilmente. Este panorama ha sido bautizado por el criollísimo Nobel de Economía 2009, Paul Krugman, como una suerte de Segunda Gran Depresión, a la que define como menos abrupta aunque más larga.

En la bipolar Latinoamérica de estos días -divididos entre los afines al dictador Chávez (Argentina, Bolivia, Brasil, Nicaragua o Ecuador) y los reformistas a medias (Colombia, Chile o Perú)-, este panorama es tomado como un generoso pretexto para justificar complicaciones locales, y –por encima de esto– para explicar por qué (debido a ajenos e inescrutables factores globales) en los años inmediatos inevitablemente tendríamos que resignarnos a crecer mucho menos. No se puede hacer mucho más, se repite con sospechosa resignación. Pero ¿es esto cierto?

La evidencia sudamericana en esta dirección subraya dos lecciones meridianas. La primera enfoca que la respuesta “no se puede” en la región tiende a estar justificada solo muy pocas veces en argumentos o cifras sólidas. Usando como referencia la abultada hiperinflación peruana de fines de la década de los 80, por ejemplo, el uso de la expresión “no se puede” -para justificar la inacción- fue la norma. Así, a quienes recomendaban la urgencia de reducir drásticamente oferta monetaria, dejar flotar el cambio y reducir el gasto público, se les descalificaba aludiendo que hacerlo generaría un shock infernal. Hasta una elección fue definida bajo este fantasma.

La segunda lección descubierta por esta pregunta resulta clave. La evidencia de crecimiento global muestra a decenas de naciones registrando tasas de crecimiento sostenidamente elevadas. Algo así como crecimientos a prueba de recesiones. Adicionalmente, los lugares comunes (incremento de la apertura comercial o defensa de la estabilidad macro), una revisión cuidadosa de estos episodios exitosos contrasta curiosamente que el lugar común -en términos de política económica- entre todos estos casos con crecimientos altos y “duros de matar” enfocan algunos “no se puede”. Del tipo de los enfocados en el párrafo previo. Así, un elemento crítico en esta historia se desarrolla en el mercado de trabajo. Mientras los letrados laboralistas, burocracia y los sindicatos repiten que no se puede liberalizar el mercado de trabajo, y enfatizan, además, que la idea de eliminar trabas a la libre contratación y despido es algo indecente o inhumano, la evidencia del APEC contrasta nítidamente que la flexibilidad resulta crucial para ganar crecimiento, empleo y competitividad.

Se repite igualmente que en el ámbito sudamericano -más allá de las consideraciones retóricas- no se puede reformar integralmente el aparato estatal (léase, despedir masivamente personal excedente y liquidar instituciones redundantes o innecesarias para reasignar recursos enfocando prioridades). En el caso peruano, por ejemplo, si queremos eliminar esquemas arcaicos como la cédula viva de las Fuerzas Armadas, los llamados “efecto espejo” y transitar hacia la captación de servidores y servicios públicos más eficientes, hacer esto resulta clave.

Incluso, dentro de las hordas de supuestos tecnócratas en el instituto emisor peruano BCR transpira un sugestivo miedo a dejar flotar el tipo de cambio (justo cuando la importancia de no perder competitividad global se hace crucial). Así, se repite en tono sesudo que no se puede dejar flotar libremente el dólar. Que hacerlo produciría un shock. Que afectaría negativamente a la situación patrimonial de los bancos y la de los endeudados en moneda extranjera.

Tengámoslo claro: cualquier análisis cuidadoso de las materias enfocadas descubrirá que sí se puede hacer lo necesario para crecer. Lo fácil siempre será corregir las proyecciones a la baja, apostando a que algún próximo gobierno enfrente el reto.

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