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Productividad y salarios en México: ¿razón de estancamiento?
Vie, 17/06/2011 - 10:14

Iván Franco

México: mercados de consumo antes y después de la crisis
Iván Franco

Economista del ITAM (México), con estudios de Econometría en la misma institución. Es consultor de negocios para diversas organizaciones en America Latina. @IvanFranco555

Desde hace tiempo se escuchan y leen diversas opiniones que tratan de explicar por qué México permanece estancado en comparación con otros países y no puede dar el salto hacia una economía más prospera aun cuando existen condiciones para que esto suceda. El consenso apunta a varios  temas como la calidad de la educación, la corrupción, la inseguridad y la falta de garantías, la poca competitividad, la falta de reformas estructurales y de otros incentivos en la economía. Más importante aún es mencionar un concepto que muy pocas veces está dentro del debate: los salarios.

México se encuentra dentro de las 15 economías más grandes del mundo en términos absolutos, bastante aceptable por cierto, pero cuando consideramos el ingreso per cápita nos ubicamos aproximadamente en el lugar 80, una dura realidad. Esto se explica por la enorme brecha en la distribución del ingreso, que en gran medida se asocia con los bajos salarios que predominan en el país.

El argumento consensuado para explicar los bajos salarios en México es la baja productividad, no obstante, de acuerdo con la encuesta industria anual de Inegi, el crecimiento acumulado en la producción por persona ocupada de la industria manufacturera fue de 65% en el periodo comprendido entre 2003-2008 en pesos corrientes (hasta donde hay datos disponibles). Es decir, estos trabajadores incrementaron su producción en promedio 10,5% cada año, llegando en 2008 a 2,34 millones de pesos por persona ocupada. Por otro lado, el incremento al salario mínimo fue únicamente 22,4% en el mismo periodo, también en términos corrientes, llegando a solo 18.500 pesos anuales en 2008.

Desde hace muchos años las revisiones al salario mínimo se realizan usando la inflación general como variable de ajuste, lo cual es erróneo, porque ignora los cambios en la productividad laboral y de los otros factores y costos de la producción. Otros salarios de la economía, por ejemplo, el salario medio de cotización para industrias de la trasformación tuvo un incremento nominal de 33,8% en el mismo periodo en términos corrientes (llegando a 6.700 pesos mensuales). Las revisiones salariales contractuales a nivel federal de la industria manufacturera alcanzaron 31,4%  nominal durante el periodo 2003-2008. Desde cualquier perspectiva, los aumentos a los salarios estuvieron muy por debajo del aumento en la productividad laboral. Es decir, aunque en promedio los trabajadores produjeron significativamente más en este lapso de tiempo, su salario no refleja estas ganancias. Por ende, el poder de compra de los mexicanos se ha reducido consistentemente en los últimos años. Con el 22,4% de crecimiento en el salario mínimo entre 2003 y 2008  y una tasa de inflación de la canasta básica de 30,3% en el mismo periodo, 5,77 millones de personas que perciben hasta un salario mínimo y 32,75 millones de mexicanos que reciben hasta cinco salarios mínimos como remuneración han visto sus ingresos reales reducirse.

Lo que esto provoca es un proceso de distribución desigual de rentas en la economía que termina afectando a todos los sectores: consumidores, gobierno y empresas en una economía fuertemente basada en el consumo. Por un lado, las empresas se limitan a producir bienes con menor valor agregado que se ajusten al bolsillo de las personas, lo que no es el mejor escenario para el empresario porque limita la innovación y la oferta. Si las empresas tienen una base de consumidores pobres, su crecimiento y la generación de empleos serán limitados. Por su parte, los consumidores al no encontrar oportunidades bien remuneradas en el mercado formal desisten de educarse formalmente y pueden preferir integrarse a la economía informal o ilegal haciéndose de ingresos variables y sin beneficios laborales. Prueba de ello es que contamos con cerca de 20  millones de trabajadores informales. En el caso del gobierno, este no puede recabar impuestos en la economía informal porque no hay registros y su base tributaria se conforma por trabajadores de la economía formal de bajos salarios afectando el monto tributado. A todos beneficia que los mexicanos ganen más y que su salario sea congruente con los cambios en la productividad de los últimos años.

México es más productivo hoy. La inversión en capital, el avance y la transferencia tecnológica y otras fuentes de desarrollo crecen en el tiempo, más aun en una economía como la mexicana con una vocación altamente exportadora, donde el comercio internacional representa 57,6% del PIB. En este entorno las empresas en general se vuelven más eficientes en sus procesos, reducen costos e incrementan su productividad incluso en escenarios adversos.

Finalmente, no hay que olvidar que el consumo privado representa la mayor porción del PIB para cualquier país con una economía de mercado, por ello, con salarios precarios y desajustados el potencial de crecimiento del consumo privado se deteriora significativamente y como consecuencia el crecimiento total de la economía.

Es fundamental que se estudie más a fondo las características de los salarios en México, la productividad y el concepto de distribución de rentas para que los niveles salariales y las revisiones periódicas sean congruentes con el entorno. A nadie le conviene un país de trabajadores empobrecidos y limitados en su consumo, más aun, con condiciones de crédito precarias dentro de una economía basada en el efectivo. Necesitamos hacer un balance muy objetivo sobre lo que necesitamos como país para estar dentro de las 15 economías del mundo pero en ingreso per cápita. Más allá de los análisis politizados y sesgados, debemos buscar de raíz los incentivos que nos tienen atorados y atrapados en la desigualdad. Llegando a este punto seremos una sociedad completamente transformada.

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