¿El arte está en todas partes?
Mi convicción es que sí. Quizás no tengamos conciencia, pero nuestra vida es nuestra creación, como lo plantea Zigmund Bauman: somos actores de ésta.
Sin embargo, en nuestra sociedad la educación del arte se considera cosa de chicos. Los “locos bajitos”, a los que canta Serrat, dibujan, cantan, actúan, aprenden a tocar instrumentos. Pero en la secundaria ese influjo se diluye detrás del hegemónico paradigma enciclopedista y en las universidades de las ciencias duras y sociales casi no existe. El juego y el fuego que el arte despierta se van apagando.
¿Y en las empresas?
En la mayoría de ellas, como en otros ámbitos de la adultez, los rastros de la educación a través del arte se borran en las arenas de las reglas normativas de una sociedad de espectros que juzgan, de defensas contra la creatividad.
Le piden a sus empleados que se comprometan, que innoven, que se entusiasmen, pero el tradicional concepto de capacitación que sostienen no busca el desarrollo humano, sino económico; la energía liberada por el individuo en estado creativo, no fomenta el aprender a aprender.
La capacitación actual, habla de modelos mentales pero no los desafía. Enseña pedagógicamente, declama, repite fórmulas de otros, pasiviza el aprendizaje, ¡olvidando que el adulto también se aburre si no juega!
Los premios y castigos asociados a la lógica de la competencia comparten la escena corporativa con mensajes que apuntan a “la fuerza de equipo, a compartir, a colaborar”, confundiendo y desalentando respecto de lo que se busca generar.
Pruebas científicas demuestran que este método no aumenta la productividad ni a mediano ni a largo plazo (ver obra de Daniel Pink, entre otros).
Y la nueva realidad avasalla. La generación Yiv, quiere trabajar y divertirse ¡en simultáneo!, y no son los únicos. No le bastan las recompensas económicas; quieren sentirse bien, que los valores de las empresas que eligen para trabajar reflejen los suyos. Buscan sentido, ecología emocional, menos jerarquías y más participación. Miran para arriba y huyen de los que sufren por el trabajo y están serios todo el día; quieren calidad de vida aquí y ahora.
Estas necesidades abordadas con “programas de capacitación para la creatividad” son respuestas light al problema de fondo. En ellos el estímulo a la empatía, al compartir, a la innovación encaradas solamente con herramientas cognitivas y cuestionarios de autoayuda: no sacuden, no conmueven, no inspiran.
¿Por qué? Porque no apuntan al ADN institucional.
Nuestra propuesta no es cambiar el mundo corporativo, pero sí transformarlo. Formamos “un colectivo de consultores/artistas que utiliza dispositivos artísticos como principal herramienta, produce transformaciones metabólicas, no conceptuales.
Creemos que inspirar valores a través del arte es la forma más poderosa de generar un ambiente facilitador para la permanencia y la integración cultural en cualquier organización. Elarte emociona, libera, impregna, inocula, conmueve, debilita las defensas de los representantes del “no se puede” y desarticula las rutinas burocráticas que bloquean las fuerzas impulsoras.
Nuestra propuesta (ConsultArte) consiste en explorar la dimensión artística que existe en todos nosotros, poniéndola al servicio de líderes que prefieren habilitar a controlar, que estimulan el crecimiento personal como paso necesario para el crecimiento corporativo.
No somos ingenuos. No planteamos una única receta para todas las empresas. Estudiamos cada visión del negocio, las botoneras del poder (¿llueve de arriba para abajo? ¿o managing up? o…); indagamos obsesivamente los valores que cada corporación quiere transmitir y usamos el dispositivo más adecuado.
En los talleres los participantes son protagonistas, el entusiasmo se contagia y “se soplan las brasas” de lo más lúdico de nuestro ser, la sal de la vida. Nada se fuerza, todo se induce. Se construye entre todos, a través del juego, el movimiento y la reflexión conjunta, el valor buscado.
Soy el “cerebro del proyecto”, el “director de orquesta”. Los cantantes, bailarines, artistas plásticos, comediantes, pintores, profesores de yoga y actuación divergen, y yo converjo a lo que se pretende transmitir. Los participantes se ponen en contacto con su cuerpo y sus emociones, con una canción inventada, una actuación amateur del grupo, practicando relatos de la propia historia de manera diferente, con humor compartido, con el juego, la mayor expresión de libertad del ser humano. Después bajamos al día a día. ¿Y cómo? Y… es un arte.
Nadie olvida estas reuniones. El encuentro con el artista es una experiencia refrescante y reveladora; se ponen en juego todos los sentidos. Se apuesta a que la empresa trabaje por una civilización empática, en un mundo en crisis. Y funciona… “believe me”... funciona.





