Pasar al contenido principal

ES / EN

Guatemala: jóvenes que quieren cambios (o no)
Dom, 13/10/2013 - 19:16

Martín Rodríguez Pellecer

Destruir la política en Guatemala
Martín Rodríguez Pellecer

Martín Rodríguez Pellecer (1982) es periodista y guatemalteco. Estudió Relaciones Internacionales (una licenciatura) en Guatemala y luego una maestría en Estudios Latinoamericanos en la Universidad Autónoma de Madrid (España). Aprendió periodismo como reportero en Prensa Libre entre 2001 y 2007, desde la sección de cartas de los lectores hasta cubrir política e investigar corrupción. En 2007, ganó un premio de IPYS-Transparencia Internacional por el caso Pacur. Ha trabajado en think tanks (FRIDE, Flacso e ICEFI), aprendido varios idiomas, viajado por dos docenas de países, es catedrático en la URL y columnista de elPeriódico. Es director y fundador de Plaza Pública.

La semana pasada me invitaron a hacer análisis políticos en la OEA, en Georgetown y en una revista centroamericana. Y buscando evidencias para el optimismo o para recordar que el país está muy vivo, moviéndose, encontré varios esfuerzos de jóvenes.

Ubiqué siete, u ocho, evidencias. La octava es la ilegal, es la del crimen organizado. Hay una minoría de jóvenes, de todas las clases, que optan por el camino mortal de la cultura mafiosa, en la que todo vale con tal de obtener dinero y poder. Quizás muchos de ellos no lo harían si hubieran avenidas para superarse y no fuera como con sus papás o abuelos, que trabajaron 60 horas semanales para ganar Q3.000 (cerca de US$370) a sus 50 años.

La primera evidencia es la de los jóvenes cooperativistas, que están aumentando y son sinónimo de crecimiento económico democrático. La segunda es la del movimiento social, particularmente indígena y ambientalista. Si no fuera por esa participación masiva de jóvenes de todo el país contra el extractivismo, no se hubieran podido realizar consultas comunitarias en la que ha participado más de un millón de guatemaltecos. Con lo duro que es oponerse a la industria más atractiva para los políticos y empresarios, tiene un gran mérito.

La tercera es la de los jóvenes que trabajan por dar oportunidades a jóvenes en conflicto con la ley en áreas marginales. Es un trabajo valiosísimo por rescatar vidas. Desde la sociedad civil y antes desde el Estado (Escuelas abiertas). Una cuarta es desde otra esquina del país. Los jóvenes de Un Techo están creando muchísima conciencia social y cambiando vidas entre jóvenes de clases media y alta, y construyendo con sus manos una vivienda mínima para gente que la necesita. Y cada vez tienen más conciencia.

Una quinta es la de los treintañeros que trabajan en el MP, la PNC o los juzgados enfrentándose al crimen organizado y a los mafiosos y a los rudos. Una sexta son los periodistas, columnistas y lectores jóvenes que debaten en los medios; un ejemplo, –claro, nadie habla mal de su puesto de carne en el mercado– es Plaza Pública.

Y una séptima, para recordarnos que ser joven no es sinónimo de cambio, son los conservadores. Herederos de una mentalidad retrógrada, la han ido afinando, endureciendo o suavizando, pero muchos jóvenes trabajan con afán para que no cambie lo sustancial del país. En fin, Guatemala está muy viva, y eso es motivo para el optimismo.

*Esta columna fue publicada originalmente en PlazaPública.org.

Países