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Guatemala: detalles del caso Siekavizza
Lun, 16/12/2013 - 22:28

Martín Rodríguez Pellecer

Destruir la política en Guatemala
Martín Rodríguez Pellecer

Martín Rodríguez Pellecer (1982) es periodista y guatemalteco. Estudió Relaciones Internacionales (una licenciatura) en Guatemala y luego una maestría en Estudios Latinoamericanos en la Universidad Autónoma de Madrid (España). Aprendió periodismo como reportero en Prensa Libre entre 2001 y 2007, desde la sección de cartas de los lectores hasta cubrir política e investigar corrupción. En 2007, ganó un premio de IPYS-Transparencia Internacional por el caso Pacur. Ha trabajado en think tanks (FRIDE, Flacso e ICEFI), aprendido varios idiomas, viajado por dos docenas de países, es catedrático en la URL y columnista de elPeriódico. Es director y fundador de Plaza Pública.

Hace unas semanas escribía que el caso de Cristina Siekavizza era paradigmático también porque es un caso muy común en Guatemala. Violencia doméstica, psicológica, económica, desconfianzas, influencias e intento de impunidad. Pero después de leer el reportaje que hizo ContraPoder sobre la tesis del Ministerio Público y de ver varios artículos y entrevistas, hay otros puntos que se nos están pasando por alto como sociedad.

Más allá del tesón y el trabajo incansable de la familia Siekavizza Molina y el grupo de amigas Voces por Cristina, este caso nos demuestra varios elementos que naturalmente no pretenden ser una generalización sobre el caso, sino son pequeñas llamadas de atención sobre legitimaciones y deslegitimaciones.

Junto a las evidencias de las llamadas telefónicas que sitúan a Roberto Barreda de León y a Cristina Siekavizza en la casa la noche del 6 de julio de 2011, las evidencias de cambio de rutina, las pruebas de sangre en la casa y otros detalles de movimientos extraños del prófugo, capturado y acusado, uno de los elementos más fuertes de la acusación es la testigo Petrona Say. Empleada doméstica, indígena, muy humilde. Probablemente, a juzgar por los tratos que Barreda tenía hasta con su familia, sin ningún derecho laboral, seguridad social ni nada.

Ella, a diferencia de la familia Barreda de León -blanca, urbana, de buenas costumbres, con un hijo gerente de una de las tres telefónicas-, sí es la que está acusando y manteniendo la ética y la moral de buscar justicia para Cristina Siekavizza y sus hijos.

Hay otro elemento. Los derechos humanos. Quien estuvo junto a la familia todo el tiempo fue una organización no gubernamental que defiende los derechos humanos de las mujeres y se llama Fundación Sobrevivientes. Norma Cruz es una activista de derechos humanos con un pasado de militancia política de izquierda. Por su trabajo, fue la que recibió la denuncia de dónde estaban los niños en México y la que convenció al informante de dar más detalles para encontrarlos y capturar a Barreda. Cruz también hizo oídos sordos de los radicales que decían que el caso Siekavizza era mediático sólo el origen étnico y de clase de Cristina.

Y finalmente, no fue una investigación privada, sino que la investigación, a trompezones, con carencias y con empuje, del Ministerio Público y del Ministerio de Gobernación, instituciones del Estado de Guatemala, ése al que no queremos financiar.

Ojalá que este caso nos sirva también para reconciliarnos. Para saber que esto no es un trato de buenos contra malos, que las víctimas pueden tener más oportunidades económicas y eso no las hace menos víctimas, y que los héroes pueden ser los más débiles o los activistas de derechos humanos y eso no los hace menos héroes.

*Esta columna fue publicada originalmente en Plaza Pública.

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