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2022
Lun, 25/07/2011 - 09:16

Alfonso Reece

‘¿Cuándo se jodió el Perú?’
Alfonso Reece

Alfonso Reece es ecuatoriano, y se ha desempeñado como escritor y periodista. Posee estudios de Derecho y Sociología en la Universidad Católica del Ecuador. Como periodista se ha desempeñado en los canales de televisión Ecuavisa y Teleamazonas, mientras que en prensa escrita ha colaborado en las principales revistas de su país, como 15 Días, Vistazo, SoHo, Mango y Mundo Diners. Actualmente es columnista en el diario El Universo (Guayaquil, Ecuador).

Los dos hombres de trajes raídos vieron pasar a una limosina Hongqi, de fabricación china, precedida de tres policías en motocicleta, con sirenas y luces giratorias. Era miércoles, once de la mañana, pero había mucha gente holgazaneando en los portales, en los arrasados jardines y parterres.

Para dar empleo a todo el mundo, se había rebajado la jornada laboral a cinco horas diarias. En el bolsillo de la vieja chaqueta negra de uno de los caminantes estaba un ejemplar de Diario El Universo, periódico público. No había una pared que no estuviese rayada con grafitos, que en su mayoría llamaban a derrotar al imperialismo y a la oligarquía, pero otros no tenían más propósito que ensuciar. No había una palabra contra el gobierno.

“¿Qué vas a hacer por el feriado del bicentenario?”, preguntó el de negro. Los dos sin corbata, solo se permitía usar esta prenda a actores cuando representaban personajes del oprobioso pasado. “Me voy a Bahía”, respondió el otro que vestía de azul a rayas. “¡Estás con plata, el pasado feriado del 30 de septiembre me costó un ojo de la cara”. “Llevo cinco años ahorrando… los turistas rusos e iraníes encarecen todo”, contestó el del traje rayado. “Esos iraníes vienen a hacer aquí todo lo que no pueden en su país, nos han convertido en su cabaré,” comentó el de negro. En sentido contrario venían tres jóvenes, los paseantes se callaron y trataron de ir por la sombra, podían ser de algún Comité de la Juventud Revolucionaria o pandilleros, igual de peligrosos y abundantes eran unos y otros.

Los ricos vivían en ciudadelas blindadas en los valles. Barrios como el Hugo Chávez (el Quito Tenis, de la época neoliberal) estaban totalmente depauperados. De una de las tugurizadas casas salió un miliciano de las FARC en uniforme. Su organización fue aniquilada en Colombia años atrás, pero los sobrevivientes se refugiaron en Ecuador y montaron empresas de seguridad muy cotizadas, eran las únicas autorizadas a poseer armas.

Prepotente, con mala intención, se cruzó con los dos amigos, obligándolos a bajarse de la acera. No hubo roce, ni siquiera miradas, pero se sintieron muy humillados. “Cuando decían que la patria iba a ser de todos, creí que también me tocaba a mí y voté por ellos hasta el 2011”, dijo el de azul lleno de rabia. “Jamás me tragué eso… pero me siento tan mal como tú, porque ese mismo año, cuando empezaron a radicalizar el proceso, como decían, me callé, por miedo”. “Nunca mintieron, siempre dijeron lo que iban a hacer, pero, iluso, se me ocurrió que decían por decir, por asustar nomás”. “Pero a ver, ¿qué podíamos hacer tú yo, pinches periodistas?”. “Si hubiera gritado entonces, por lo menos no me sentiría tan mal, como ahora, cuando estos te atropellan”. “Pero estarías desterrado o preso”, concluyó el de negro.

Los dos, sin decirse, sentían que la ciudad estaba oscura a pesar de lo temprano de la hora y no era por la densa capa de esmog lanzada por medio millón de vehículos destartalados que pululaban en las calles de Quito ese 19 de mayo del 2022.

*Esta columna fue publicada originalmente en El Universo.com.

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