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Bolivia: las idas y venidas de un “gasolinazo”
Lun, 03/01/2011 - 08:47

Marcelo Ostria Trigo

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Marcelo Ostria Trigo

Abogado boliviano, fue Encargado de Negocios en Hungría (1971-1973), Embajador en Uruguay (1976-1977), Venezuela (1978), Israel (1990-1993) y Representante Permanente ante la OEA (1999-2002). Se desempeñó como Secretario General de la Presidencia de la República (1997-1999) y como Asesor de Política Exterior del Presidente de la República (2005). En el Ministerio de Relaciones Exteriores, entre otras funciones, fue Director de Asuntos de América Latina, Director General de Política  Exterior y Viceministro de Relaciones Exteriores. Es columnista de los diarios El Deber de Santa Cruz (Bolivia),  El Nacional (Tarija, Bolivia) y de Informe (Uruguay). Ha publicado los libros “Las negociaciones con Chile de 1975” (Editorial Atenea, 1986), “Temas de la mediterraneidad” (Editorial Fundemos), 2004) y “Baladas mínimas” (Editorial El País, 2010).

Cuando ya estaba por terminar el año, el 26 de diciembre, el gobierno del Movimiento al Socialismo de Evo Morales emitió un decreto incrementando los precios de los carburantes. El alza aprobada era la mayor que se tenga memoria.

En Bolivia hay una larga historia de subvenciones del Estado a varios productos para mantener bajos los precios, especialmente de los hidrocarburos por su incidencia en los costos de otros artículos, especialmente los de primera necesidad. Y, a medida que aumentaba el monto de las subvenciones a los carburantes, se encaraba la necesidad de reducirlas con alzas en los precios al consumidor nacional. En seguida venía la protesta popular. Entonces, se negociaban incrementos de salarios y otras medidas  para paliar el efecto de las alzas en la población. Esta fue una historia recurrente.

Este tema se fue convirtiendo en un problema mayor y la alternativa se planteaba así: o se ponía en juego la estabilidad de los gobiernos o peligraba la salud económica de la nación. Además, mientras más tiempo transcurría entre cada elevación de los hidrocarburos, más crecía la subvención y  los correctivos se hacían, entonces, más dramáticos y dolorosos.

La reducción de las subvenciones sólo era aceptable si se actuaba gradualmente. Y aún así, cuando se inauguró el gobierno del presidente Evo Morales, ya hacía un año que éste, como líder de los poderosos sindicatos de los “cocaleros” (los que cultivan la planta de coca), se opuso y alentó el rechazo a un aumento del 10% en el precio de los carburantes propuesto por el gobierno de Carlos Mesa.

Luego, en los largos cuatro años de la gestión de Morales, se mantuvieron los precios de los carburantes y, por tanto, el monto de las subvenciones fue creciendo a medida que subían los precios internacionales y se multiplicaba la concesión de bonos a diversos sectores -algunos con claros propósitos electorales-, aumentando desmesuradamente las cargas fiscales. Al parecer, se pensaba que, con el aumento de las exportaciones de gas y del precio internacional del petróleo que llegó a más de US$140 por barril, sería posible mantener tales subvenciones y el bajo precio doméstico de los combustibles, evitando cualquier medida impopular.

Las cosas, sin embargo, fueron diferentes. Comenzaron las dificultades en el sector nacionalizado de hidrocarburos. Se señalaba ineficiencia e irresponsabilidad. A la vez, la quimera del gas “inagotable” fue desvaneciéndose. Las reservas se esfumaban, lo que  se atribuyó a la falta de inversiones, a la ineficiencia  y a la política de nacionalizaciones del gobierno de Morales.

Por otra parte, corren informaciones -no confirmadas- de recientes dificultades financieras que pusieron en riesgo el pago del tradicional pago del bono llamado “aguinaldo de fin de año”, que  para el sector público lo cubre el Estado.

Hay que reiterar: la indolencia, el mal cálculo, el sectarismo, la demagogia y la irresponsabilidad, son señalados como las causas de que el gobierno de Evo Morales haya dejado que se llegue a una situación insostenible para el Estado. Hubo otro mal cálculo: el gobierno del Movimiento al Socialismo de Evo Morales sobreestimó su popularidad y confió en un pretendido ciego sostén de sus seguidores y subestimó la capacidad de la reacción popular. Seguramente se creyó que los sucesivos resultados electorales en Bolivia que favorecieron al oficialismo, anulaban la posibilidad de la protesta popular que, en efecto, esta vez se orientó frontalmente contra el régimen pretendidamente defensor de los pobres.

Por otra parte, en el afán de paliar el efecto del “gasolinazo”, el presidente anunció que aumentaría los salarios a cuatro sectores: a los militares, los policías, los trabajadores de la salud y los maestros. Por supuesto que eso causó mayor malestar, se marginaba a otros grupos más deprimidos: obreros, fabriles, etc. Pero fue peor aun. Se mostraba a militares y policías como los favoritos del régimen, para asegurar su papel de cancerberos del régimen frente al pueblo.

El mal cálculo de los estrategas políticos del oficialismo ha apresurado el punto de inflexión del gobierno, es decir, el fin del romance con los sectores populares. Hace unos días, era impensable que en los bastiones del Movimiento al Socialismo, como la ciudad de El Alto de La Paz, las protestas sean tan radicales contra el gobierno al que, con el voto de sus habitantes, se contribuyó a entronizar. 

La Nación de Buenos Aires (31.12.2010) recoge lo siguiente: "-A Morales, así como lo hemos subido, igual lo vamos a bajar- gritaba Patricia Coyo, una lavandera de 30 años que salió a bloquear las calles, en una situación que amenaza con desbordarse en El Alto, una ciudad muy combativa que con sus protestas contribuyó a derribar a dos presidentes, en 2003 y en 2005”.

Y llegó la dramática anulación del “gasolinazo”. Aún no se sabe qué convenció a la terca  jerarquía gobernante para el retroceso. Pero si se percibía que ya estaba en riesgo su permanencia en el poder. El presidente se fue quedando solo. Pocos de sus colaboradores lo respaldaron abiertamente, seguramente convencidos de los peligros de seguir insistiendo en esta cruel medida. Y, lo que es de mayor gravedad, las masas lo abandonaban. Se terminaba así el idilio ‘masista’ con los llamados movimientos sociales y, lo que es más notorio, acababa el miedo y el respeto a su venerable jefe y símbolo político: el jefe del MAS.

Pero quedan muchas interrogantes tras estas idas y venidas que culminaron en la anulación del gasolinazo. ¿Habrá un real propósito de enmienda en un régimen que, ensoberbecido, estaba acostumbrado a no tomar en cuenta ni la crítica ni el sentido común, insistiendo siempre en el impulso populista? Y, en la secuela de este intento, ¿podrá el gobierno hacer que se revierta el alza -hasta ahora incontrolado- de los precios que el “gasolinazo”, ahora revocado, provocó?

Hay muchas preguntas más, de cuyas repuestas dependerá la paz social, la que ya no puede ser impuesta, sino alentada, en democracia, por el régimen.

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