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Bolsonaro cumple 100 días de gobierno con el resultado peor valorado en la historia democrática de Brasil
Martes, Abril 9, 2019 - 16:24

El presidente Bolsonaro acaba de cumplir sus primeros cien días de gobierno y para muchos analistas el balance no es positivo. "El Gobierno ha perdido mucho tiempo con asuntos de poca importancia", según el polítólogo Oliver Stuenkel, en un análisis sobre los "errores" del mandatario.

Sao Paulo. Jair Messias Bolsonaro estaba cualquier cosa menos bienhumorado. El presidente de Brasil espetó este domingo a los periodistas que lo esperaban, que no iba a perder el tiempo comentando encuestas de opinión. Poco antes, se había publicado su puntuación en la encuesta del instituto Datafolha, que evalúa sus primeros 100 días en el cargo.

De todos los presidentes electos en los últimos 30 años, desde la redemocratización del país, Bolsonaro ha tenido el peor resultado: solo un tercio de los consultados avalan su Gobierno como bueno o muy bueno.

"El balance, ciertamente, no es positivo", opina también Oliver Stuenkel, politólogo de la Fundaçión Getulio Vargas en Sao Paulo. Tras su victoria en las urnas, con 58 millones de votos, Bolsonaro no ha sabido aprovechar su fase de luna de miel con el electorado para garantizar la aprobación de proyectos importantes. En su lugar, "el Gobierno ha perdido mucho tiempo con asuntos de poca importancia", asegura Stuenkel a DW.

La lista de trivialidades es larga. Bolsonaro ordenó celebrar el aniversario del golpe militar de 1964 el día 31 de marzo, algo con lo que ha ido demasiado lejos incluso para los militares de su gabinete. Su ministro de Educación pretendió que los estudiantes cantaran el himno nacional en las escuelas y las escuelas los filmasen. Además, quería revisar los libros de texto porque, en sus palabras, "no hubo golpe militar en 1964”.

El hijo de Bolsonaro derribó incluso a un ministro con sus tuits. Pero el propio Bolsonaro lo superó enseguida con un tuit sobre la supuesta decadencia moral del carnaval, acompañado de un video en el que un hombre muestra su trasero al público desde una tribuna de Sao Paulo, mientras otro orina sobre su cabeza.

Todavía en campaña. Bolsonaro aún agradece su victoria electoral a provocaciones como esas, que hallaron terreno fértil en una sociedad polarizada. Su blanco preferido fue la izquierda brasileña –especialmente el Partido de los Trabajadores (PT), que gobernó Brasil desde 2003 hasta 2016-, a la que responsabilizó con éxito por la corrupción desenfrenada y por la miseria económica.

Pero la campaña ya acabó y Bolsonaro no ha conseguido dejar de provocar. "Tengo la impresión de que no ha salido del modo de campaña", afirma Stuenkel, para quien el exdiputado y militar de reserva da la impresión de no sentirse cómodo en el rol presidencial. "Eso también tiene que ver con el hecho de que él siempre se ha presentado como una persona anti-establishment; pero, ahora, él es el establishment. Y eso se ha vuelto un dilema para él".

Nada grave aún. A su favor, hay que decir que Bolsonaro nunca había ocupado un cargo de semejante envergadura, matiza Sérgio Praça, colega de Stuenkel. "Es normal que los Gobiernos necesiten cierto tiempo para arrancar”, agrega y ejemplifica: el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva lanzó "Bolsa Família", su más importante programa para el combate de la pobreza, solo 15 meses después de asumir el cargo.

A pesar de los tuits ridículos y las polémicas absurdas, en la política interna no ha sucedido nada grave aún, opina asimismo Praça. Las armas de fuego todavía no están al alcance de cualquier persona, y ninguna reserva indígena ha sido entregada aún a compañías explotadoras de materias primas, como Bolsonaro prometió en campaña.

Desastre en la política exterior. Otro es el panorama, sin embargo, en la política exterior. "La política exterior es muy mala. Hay un desastre tras otro. Y el ministro de Exteriores es un lunático", valora Sérgio Praça. 

El ministro de Exteriores de Brasil, Ernesto Araújo, descarta el cambio climático como una mentira marxista, tilda al nazismo de movimiento de izquierda (opinión que repite Bolsonaro), y da la impresión de que le gustaría crear una triple alianza cristiana con Estados Unidos y Rusia para combatir el comunismo.

Araújo forma parte del ala ultrareligiosa y antiglobalista del gabinete. Y esta es el ala que ha determinado hasta ahora la agenda internacional del Gobierno de Bolsonaro, como muestran las visitas oficiales a Donald Trump y Benjamin Netanyahu (dos homólogos derechistas de línea dura, idolatrados por el presidente brasileño).

 

Más trumpista que Trump. Bolsonaro intenta realmente copiar a Trump, observa el sociólogo y especialista en relaciones internacionales Demétrio Magnoli. "Intenta ser más trumpista que Trump", asegura. Pero eso no implica ventajas concretas para Brasil.

Para Magnoli, Bolsonaro parece sufrir del mismo complejo de inferioridad que la izquierda brasileña. Solo que, mientras la izquierda culpaba a los "yanquis" de todo lo malo que pudiera haber en Brasil, Bolsonaro encuentra, en la misma medida, que todo lo que viene de Estados Unidos es bueno.

Ni a los militares, poderosos en el Gobierno, ni a los liberales en torno al ministro de Economía Paulo Guedes les agrada la orientación radical de la actual política exterior brasileña. Así que existe el riesgo de bloqueo dentro del gabinete. "Pues, quien le teme a los chinos no quiere liberalizar la economía. Y los militares no quieren trasladar la embajada a Jerusalén, como quieren los círculos religiosos. Parece una guerra civil interna entre esas tres facciones", apunta Stuenkel.

A su juicio, ahora sería importante dar suficiente autonomía a otros actores en su gabinete. En primer lugar, al ministro de Asuntos Económicos, Paulo Guedes, de cuya reforma de pensiones depende el destino del Gobierno. Pero Bolsonaro apenas ha apoyado a su "garoto de Chicago". Pareciera que hay que obligar al presidente a decir algo positivo sobre la reforma. Y no es de extrañar, explica el politólogo de la Fundación Getulio Vargas: "La reforma de pensiones no es popular, y los populistas son muy reacios a hacer cosas impopulares".

El viernes, el propio Bolsonaro expresó su creciente disgusto por la complejidad de su trabajo. "Ahora me pregunto: Dios mío, ¿qué he hecho para ganarme esto? ¡Nada más que problemas!" Y fue más lejos. "No nací para ser presidente, nací para ser militar". Un arranque de sinceridad, dice Stuenkel. "Probablemente, no tenía una idea clara de lo que significa gobernar la quinta democracia más grande del mundo".

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Deutsche Welle