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China: hacia la consolidación global del gigante asiático
Mar, 14/06/2011 - 09:51

Rodrigo Álvarez

La ONU y Lula Da Silva: ¿modernización o crisis?
Rodrigo Álvarez

Rodrigo Álvarez es Académico-Investigador Escuela de Periodismo de la Universidad Mayor, Coordinador e Investigador del Programa-Centro de Estudios Coreanos Chile de IDEA y Profesor de la Carrera de Periodismo de las Universidad de Santiago de Chile. Es Doctor en Estudios Latino Americanos, mención Relaciones Internacionales; Master of Arts en Economía Política Internacional por la Universidad de Tsukuba (Japón) y IVLP por el The United States Department of State Bureau of Educational and Culture Affairs. Además, es Periodista y Licenciado en Comunicación Social por la Universidad Diego Portales (Chile). Es miembro del Nuclear Security Governance Expert Group (NSGEG), del Fissile material Working Gruop (FMWG) y de la Red de Seguridad de América Latina (Resdal).

El sostenido crecimiento de casi 10% anual, experimentado desde fines de los 70 por la República Popular China, produce interés y preocupación mundial por su impacto en el ordenamiento geopolítico internacional. Así, no cabe duda que el “desafío chino” es simultáneamente un tema doméstico e internacional y está profundamente anclado a su dinamismo económico y al incremento de su influencia global.

Precisamente, en febrero de 2010, fue el propio ministro de Relaciones Exteriores de la República Popular China, Yang Jiechi, quién reflexionó sobre dos preguntas que el mundo hoy se hace insistentemente sobre su nación: ¿cómo China, un país que siempre está creciendo y desarrollándose, interactuará con el resto del mundo? y ¿cuál será el rol que China jugará en el orden internacional? Parafraseando al sociólogo Marco Antonio Gandásegui, el capitalismo depende cada vez más de China y ésta depende cada vez más del capitalismo mundial; sin embargo, en perspectiva histórica, el capitalismo dependerá más de China que ésta del capitalismo.

Es que China se ha transformado en un pilar de la economía mundial, lo cual se ha sustentado, principalmente, en su capacidad interna de crecimiento. Por ejemplo, este crecimiento implicará una fuerte demanda de materias primas desde el mundo: se calcula que para 2025, entre 200 y 250 millones de chinos migrarán desde el campo a la ciudad; para 2030, la nación pasaría de 27 millones de autos a 400 millones de ellos.

Al mismo tiempo, entre 2000 y 2010, China ha experimentado un permanente crecimiento que le ha permitido duplicar su participación en el PIB mundial, pasando desde ser la décima economía del mundo a ser la segunda; de aportar el 4,3% del PIB mundial, a representar alrededor del 10% y de tener una participación en las exportaciones mundiales (superando a Alemania) desde 6,1% a 12,1%.

Su fuerza se demostró con todo su esplendor durante la última crisis mundial. Así, mientras en 2009, según el Banco Mundial, el mundo decreció -1,9%, China creció 9,1%. Y en 2010 creció 10,3%, lo cual se sustentó en el crecimiento de la industria, exportaciones, importaciones, inversión y ventas. 

La importancia que China tiene y tendrá en el mediano plazo y largo plazo se expresa en la proyección de su economía. Inicialmente, antes de la última crisis económica, se asumió que para 2025 su economía debería tener casi el mismo tamaño que la de Estados Unidos y para 2050 sería prácticamente el doble que la de América. Sin embargo, luego de la crisis, se ha proyectado que China superará a los Estados Unidos en el año 2020. Así, parafraseando al economista Martin Jacques, el actual crecimiento de China debería cambiar sustancialmente el foco del mundo al ser esta la primera ocasión en que un país en desarrollo (y no uno desarrollado) se convertirá en el motor del crecimiento mundial.

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