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Contra la mezquita (y la lógica)
Lun, 13/09/2010 - 09:47

Farid Kahhat

Las buenas noticias que trae el fallido atentado a Times Square
Farid Kahhat

Peruano, doctor en Relaciones Internacionales, Teoría Política y Política Comparada en la Universidad de Texas, Austin. Fue comentarista en temas internacionales de CNN en español, y actualmente es profesor del Departamento de Ciencias Sociales de la PUCP (Perú) y analista internacional.

Según quien presidiera la Cámara de Representantes de los Estados Unidos, Newt Gingrich, “no debe haber una mezquita en la Zona Cero (lugar donde estaban las Torres Gemelas) mientras no hayan iglesias y sinagogas en Arabia Saudita”. En otras palabras, dado que en Arabia Saudita no hay libertad de religión, tampoco debería haberla en los Estados Unidos.

Para Gingrich los ciudadanos estadounidenses de religión musulmana son antes musulmanes que estadounidenses (para Bin Laden también), y deben pagar por las acciones de un Estado del que no son ciudadanos (o súbditos), aunque jamás hayan estado allí. Y es de presumir que el gobierno de los Estados Unidos debería impedir la construcción de mezquitas en nombre de la cristiandad, dado que lamentablemente no puede hacerlo en nombre de la constitución.   

Tal vez Gingrich debiera seguir el ejemplo de otro país árabe: el Líbano. Ese país sufrió en 2006 una invasión israelí que causó daños materiales superiores a los del 11 de Septiembre de 2001, así como la muerte de más de un millar de civiles.

Aún así, cuando llegó la hora de reconstruir el país, parte de ese esfuerzo se dirigió a  renovar la sinagoga Maghden Abraham (o “Sinagoga Zona Cero”, como algunos prefieren llamarla). Consultado al respecto, Hassan Nasrallah dijo que su problema era con Israel, no con el judaísmo, y dio su bendición al proyecto.

Conseguir que el líder indiscutido de Hezboláh parezca moderado por contraste: esa sí que es una proeza digna de la derecha republicana (la cual da cuenta de ese 18% de estadounidenses que creen que Barak Obama es un cripto-musulmán y, por ende, indigno de gobernar su país).

Lamentablemente, el Líbano no puede ser visto desde Alaska, por lo que cabe la posibilidad de que Sarah Palin no haya oído hablar de él. Aún así, su razón para oponerse a la construcción de una mezquita en la “Zona Cero” pretende ser más razonable: el proyecto hiere la sensibilidad de los deudos de las víctimas del 11 de Septiembre.

¿Por qué? Pues porque los terroristas eran musulmanes (igual que los impulsores del proyecto), y reivindicaron su condición de tales para justificar sus acciones. Ah, bueno, ¿entonces no deberían construirse iglesias en las inmediaciones del edificio que atacara Timothy Mc Veigh en Oklahoma?

Digo, a fin de cuentas, Mc Veigh era un cristiano que reivindicaba su condición de tal para justificar sus acciones. No, Mc Veigh era un fanático homicida que no representaba a la cristiandad. ¿Osama Bin Laden es entonces un fanático homicida que sí representa al Islam?, ¿no era que en las sociedades libres los individuos son responsables de sus actos, antes que miembros de una tribu donde las responsabilidades son colectivas? ¿Las víctimas mortales del 11 de Septiembre que profesaban la religión musulmana eran por ello cómplices de su propio asesinato?

La sensibilidad de la mayoría puede estar lastrada por prejuicios que violan los derechos de sus víctimas. Por ejemplo, el presunto musulmán Barak Hussein Obama nació en un país en el que la autonomía estatal era empleada para justificar normas de segregación racial.

Y cuando al alcalde de Nueva York, Michael Bloomberg, se le pregunta por qué autorizó la construcción de un centro comunitario islámico cercano a la Zona Cero, su respuesta alude a una aleccionadora viñeta familiar: sus padres fueron víctimas de discriminación por ser judíos cuando décadas atrás intentaron comprar una vivienda en un suburbio de Boston. Por suerte, no todas las vacas olvidan que fueron terneras.

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