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Ecuador: el ganador del plebiscito
Lun, 09/05/2011 - 01:20

Alfonso Reece

‘¿Cuándo se jodió el Perú?’
Alfonso Reece

Alfonso Reece es ecuatoriano, y se ha desempeñado como escritor y periodista. Posee estudios de Derecho y Sociología en la Universidad Católica del Ecuador. Como periodista se ha desempeñado en los canales de televisión Ecuavisa y Teleamazonas, mientras que en prensa escrita ha colaborado en las principales revistas de su país, como 15 Días, Vistazo, SoHo, Mango y Mundo Diners. Actualmente es columnista en el diario El Universo (Guayaquil, Ecuador).

Filtraciones de mensajes han puesto en evidencia la opinión que tienen los diplomáticos extranjeros acreditados en Quito sobre el presidente ganador de la consulta popular. Piensan que sus estudios en Europa solo contribuyeron a reforzar sus ideas políticas atrasadas. Parece que lo que le llamó la atención de los países adelantados eran carreteras, ferrocarriles, comunicaciones, mejoras urbanas, eso le pareció “el desarrollo”, no las instituciones. Esa distorsionada visión eurocéntrica del progreso es la que lo lleva a prohibir las corridas de toros y a felicitar las prohibiciones locales de las peleas de gallos.

A los diplomáticos extranjeros les parece “orgulloso e irascible”. Ya antes de asumir el poder la más lúcida mente del país le aconsejó que se refrene, porque “parece ser excesivamente violento”. Pero jamás maduró y siempre será de mal genio, arrogante y con un exagerado sentido del honor. Esto lo llevó a querer la guerra con Colombia por un incidente fronterizo menor, al que calificaba de “escandalosa violación de nuestro territorio”. El representante norteamericano lo encuentra falto de diplomacia, provocador y apurado. Por eso la inversión extranjera no llegó. Chile y Brasil presentaban mejores perspectivas para los empresarios extranjeros. Pero los países afines a su régimen destacan su mérito como constructor de carreteras y escuelas.

El analista estadounidense Peter Henderson lo considera el prototipo del caudillo latinoamericano, enancado en una tradición autoritaria y masas sumisas, que gobierna a través de una red de amigos. Popular entre los ricos, causa escepticismo entre los indios, aunque la mayoría de ecuatorianos ha aplaudido el nuevo sistema vial. Poco respetuoso de la libertad de prensa, clausuró varios periódicos, y a un periodista que lo atacaba, los esbirros del mandatario lo acosaron con el pretexto de haber engendrado un hijo fuera de matrimonio. La línea que traza entre sedición y crítica es imposible de distinguir. Convencido de que la Iglesia debía servir al Estado, trató de influir en el nombramiento de obispos.

Según su criterio, “la libre expresión de la voluntad popular” legitima cualquier violación de los derechos naturales. No entendió que podía existir una oposición leal y repetía que no quería “retroceder a la época de los compromisos”. Cuando le estorbó la Constitución dictada al principio de su gobierno, no tuvo empacho en violarla, luego procedió a cambiarla, con nuevas reglas que establecerían un Ejecutivo mucho más fuerte. Las elecciones las ha ganado, según los observadores extranjeros, siempre de una manera razonablemente honesta. Lo propio el plebiscito para aprobar la nueva Constitución, aunque ha sido un truco esto de entender que el periodo ejercido con la anterior Constitución no cuenta, para hacerse reelegir por un tercer periodo de cuatro años. Su hermano político le ha achacado de “demasiado narcisismo y a más de no haber terminado ninguna obra pública, ha hecho mucho mal”.

¿De dónde sacó el columnista esta información? Del libro Gabriel García Moreno y la formación de un Estado conservador en los Andes, de Peter V. N. Henderson, publicado por la Editorial Codeu. Y, ¿a quién llama la mente más lúcida del Ecuador? A Juan Montalvo, por supuesto.

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