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El triunfo de Humala consolida los avances a favor de la democracia
Mar, 12/07/2011 - 10:27

Mark Weisbrot

Cuando los reporteros no dejan que los hechos impidan una buena historia
Mark Weisbrot

Mark Weisbrot es codirector del Center for Economic and Policy Research (CEPR), en Washington, D.C. Obtuvo un doctorado en economía por la Universidad de Michigan. Es coautor, junto con Dean Baker, del libro Social Security: The Phony Crisis (University of Chicago Press, 2000), y ha escrito numerosos informes de investigación sobre política económica. Es también presidente de la organización Just Foreign Policy.

La victoria del candidato populista de izquierda Ollanta Humala en las elecciones del Perú es “algo de p**a m****e", como le susurró famosamente el vicepresidente Joe Biden a Obama en la televisión nacional en otro contexto. Con relación a la influencia de EE.UU. en el hemisferio, esta victoria saca a uno de sólo dos aliados con los cuales Washington podía contar, dejando a sólo el gobierno de derecha de Chile. Ya existen en Brasil, Argentina, Venezuela, Bolivia, Ecuador, Paraguay, Uruguay y Perú gobiernos de izquierda que son más independientes de Estados Unidos que lo es  Europa. Y Colombia bajo Manuel Santos ya está aliándose con estos gobiernos más que con Estados Unidos.

Esto significa que la integración regional política y económica avanzará con menos problemas, aunque todavía es un proyecto de largo plazo. El 5 de julio, por ejemplo, jefes de Estados de todo el hemisferio se reunieron en Caracas, Venezuela, para seguir con la formación de Celac (Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños). Esta es una organización regional que incluye a todos los países excepto Estados Unidos y Canadá, con el propósito -pese a lo que se diga por razones diplomáticas- de desplazar a la Organización de Estados Americanos (OEA). La nueva organización es una respuesta a los abusos de la OEA con fines anti democráticos por parte de Estados Unidos (que controla la mayor parte de su burocracia), más recientemente, en los casos de Honduras y Haití.

Estos cambios institucionales, incluyendo la enorme expansión del rol de Unasur (Unión de Naciones Suramericanas), están cambiando las normas y costumbres de las relaciones diplomáticas hemisféricas. La administración de Obama, que ha proseguido la política de "contención" y "reversión" de su predecesor, ha tardado en aceptar la nueva realidad. Como resultado, no tiene embajadores en Bolivia, Venezuela ni Ecuador.

Las elecciones también son importantes para el Perú por varias razones. Como dijo el laureado Premio Nobel de literatura y político peruano conservador, Mario Vargas Llosa, la victoria de Humala "ha salvado la democracia". El ex presidente Alejandro Toledo dijo: "ganó el pueblo, ganó la democracia, ganó la memoria [del pueblo]... El pueblo peruano... ha optado claramente por el crecimiento económico con inclusión social." Por cierto, si hubiera ganado la hija de alguien que está en la cárcel por varios asesinatos políticos, habría mandado una señal horrible a los peruanos y al mundo. Aunque ella hizo algunos esfuerzos para alejarse de los crímenes de su padre, aún hizo una campaña en su nombre y su legado, y además con la ayuda de sus asesores.

Las elecciones son interesantes por otras razones. En primer lugar, es otro ejemplo de los votantes yendo en contra de la inmensa mayoría de los ricos y la élite del país, incluyendo a la parte mas influyente de este grupo -los grandes medios de comunicación-. La izquierda podría criticar a Humala por algunas promesas que hizo (por ejemplo, no a las nacionalizaciones) con el fin de obtener el apoyo de algunos actores políticos. Pero es obvio que él no era el candidato de los ricos y poderosos del Perú. Esto es uno de los fenómenos más importantes, y casi sin precedentes, de la democracia de América del Sur que ha sucedido repetidamente en los últimos años: los que controlan la mayor parte del ingreso, la riqueza, y los medios de comunicación de un país pueden ser derrotados a través de elecciones.  Todavía estamos muy lejos de tal resultado con respecto a nuestras propias elecciones presidenciales en Estados Unidos.

También es interesante que la élite tradicional del Perú fuera derrotada –tanto en la primera como en la segunda ronda de las elecciones- a pesar de un crecimiento económico récord durante la última década. El producto interno bruto ha crecido por un promedio del 5,7% anual desde el año 2000 -aproximadamente el crecimiento más alto de la región-. Para darle el mérito a quienes se lo merecen, estos gobiernos (de Alejandro Toledo y Alan García)  básicamente han seguido políticas acertadas en los temas macroeconómicos más importantes -las políticas fiscales, monetarias y cambiarias- algo fuera de lo común en la era neoliberal.

También respondieron a la recesión mundial con políticas anticíclicas y minimizaron el daño económico. Como era de esperar con altas tasas de crecimiento, hubo algunas mejoras en las vidas de las personas, incluyendo a muchos de los pobres: la tasa oficial de pobreza se redujo del 55% en 2001, al 35% en 2009. La esperanza de vida se elevó de 70,5 a 73,5 años, y la tasa de mortalidad infantil se redujo de 35,1 a 19,4 por cada mil personas (entre 2000-2009).

Pero en 2009, el 62% de la población peruana de las zonas rurales aún vivía con un ingreso de menos de tres dólares al día, y este porcentaje, sin duda, no ha cambiado mucho -es decir, la mayoría del Perú es pobre-. Con vastas disparidades regionales, urbano-rurales, étnicas, y generalmente entre ingresos y riqueza -las zonas rurales tienen una tasa de pobreza de 60%, en comparación con el 21% en zonas urbanas- la mayoría de la gente se sintió engañada, y con razón.

Más importante, los gobiernos de García y Toledo no intentaron efectuar el mismo tipo de grandes iniciativas que los gobiernos de izquierda de la región. Bolivia redujo la edad de jubilación de 65 a 58 y amplió en gran medida el sistema público de pensiones, nacionalizó su industria de hidrocarburos, y aumentó el gasto social. Ecuador amplió el gasto social, especialmente en la asistencia de la salud. Venezuela proporcionó atención médica gratuita a sus ciudadanos y ha triplicado el gasto social real por persona, ampliando por mucho la educación, incluyendo la educación universitaria gratuita. Brasil incrementó por el 60% el salario mínimo real (en los ocho años de Lula) y hubo algunos aumentos moderados en el gasto contra la pobreza. Los últimos dos gobiernos de Perú no aplicaron este tipo de política.

La lección queda clara: los partidos políticos y gobiernos que quieren asegurar sus reelecciones tienen que prometer y cumplir con verdaderos cambios económicos y sociales. Los gobiernos de izquierda de América del Sur del pasado han contribuido para que esto sea parte del proceso democrático, y esta influencia seguramente seguirá impactando a la región por muchos años.

*Esta columna fue publicada con anterioridad en Center for Economic and Policy Research.

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