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Esta vez el Nobel de la Paz es para la paz
Lun, 25/10/2010 - 10:41

Alberto Benegas Lynch

 Las llamadas "barras bravas"
Alberto Benegas Lynch

Presidente de la Sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de Ciencias de Argentina. Él es profesor Emérito de Eseade (Escuela Superior de Economía y Administración de Empresas en Buenos Aires), institución en la cual se desempeñó como decano por 23 años. Benegas Lynch es un académico asociado del Cato Institute y un miembro de la Mont Pelerin Society.

De un tiempo a esta parte los gobernantes chinos se han dado cuenta que para alimentar bien las arcas del aparato estatal deben abrir islotes de libertad que al destapar la olla de la energía creadora y posibilitar los consiguientes incentivos, se producen bienes y servicios en cantidades espectaculares. Esto no quiere decir que prime la libertad en China continental, muy por el contrario, salvo unas pocas islas de prosperidad el resto está compuesto por campesinos hambrientos y siervos del Leviatán.

Incluso en los referidos islotes el Gran Hermano vigila que las cosas no se salgan de madre y se mantiene un férreo control político en el contexto de inauditas corrupciones de la burocracia. Esto lo subrayan testigos oculares de este fenómeno como Guy Sorman, en su reciente libro titulado China, el imperio de las mentiras.

Varios han sido los desaciertos en cuanto al otorgamiento del premio Nobel de la Paz a personajes anti-pacíficos y belicistas contra el derecho que generalmente declaman el pleonasmo grotesco de “los derechos humanos” como si los vegetales, los minerales y los animales fueran sujetos de derechos (no pocos de ellos abiertamente defensores del terrorismo). Sin embargo, hoy se retoma la buena tradición de las grandes personalidades a quienes se les ha otorgado este reconocimiento a las conductas fraternas y al espíritu de concordia.

Así es que este año de 2010 el Comité Nobel galardonó al profesor y escritor Liu Xiaobo, de 54 años, quien se encuentra recluido a once años de prisión por “incitar a la subversión del poder estatal”, a raíz de haber encabezado como presidente del PEN Club la conocida Carta 08 refrendada por 300 ciudadanos chinos a imitación de la Carta 77 en Checoslovaquia, que contribuyó a barrer con los comunistas. Esa Carta contiene 19 puntos, entre los que se destaca el pedido de una justicia independiente, de un legislativo elegido democráticamente, el contralor de los actos de gobierno, la libertad de asociación y de religión y, sobre todo -en el punto 14- la protección a la propiedad privada.

Liu es hijo de un soldado chino y compartía las ideas marxistas hasta que, después de su doctorado, se le permitió viajar como profesor visitante a la Universidad de Oslo en 1988 (la primera vez que salía de su país). Al año siguiente participó de la revuelta de la Plaza Tiananmen en Beijing y fue enviado a un “campo de re-educación”, como es sabido, un eufemismo por campos de concentración y trabajos forzados.

El ministro de relaciones exteriores de China, al recibir la noticia del referido galardón, declaró a Associated Press que “Liu Xiaobo es un criminal que ha sido condenado por los tribunales de China por violar la ley china”, que “este otorgamiento va a contramano del mismo principio del premio y es una blasfemia contra ese galardón”, y que “esto afectará la relación bilateral de China con Noruega”. Incluso los autócratas de Pekín llamaron al embajador noruego para oficializar la protesta, a lo que el diplomático respondió que el Comité Nobel es independiente y que, por ende, no recibe instrucciones del gobierno de su país (lo cual es incompresible para la mente totalitaria). También el portavoz de la cancillería -Ma Zhaoxu- espetó que lo que se había hecho constituyó “una obscenidad”. Por otra parte, en las pantallas de CNN para los turistas en los grandes hoteles chinos, cuando fue trasmitida la noticia del Nobel de la Paz, los televisores quedaron en negro absoluto debido a la censura de los comisarios del partido único.

Después de mucho cabildeo, a los pocos días del acontecimiento que recorrió el mundo en breves instantes, el gobierno chino finalmente autorizó a Liu Xia, la mujer del premiado, que lo visite y le informe a su marido de la novedad con el expreso compromiso de no hacer en ningún momento ninguna declaración pública al respecto (aunque ya habló con un canal de cable en Hong Kong, por lo que le decretaron arresto domiciliario y le intervinieron el teléfono para que no pueda recibir mensajes).

Después de la referida visita relámpago se produjo una fenomenal redada policial en las ciudades chinas más importantes para detener a los activistas que habían osado manifestar la necesidad de liberar a Liu de la cárcel, quien al enterarse del suceso que lo colocó en el primer plano de las noticias internacionales dijo que “el premio corresponde a los cientos de muertos en Tiananmen”.

No se sabe a ciencia cierta cómo terminará el experimento chino mientras no se desmantele el aparato de represión a los derechos, pero lo cierto es que cuando se permite un resquicio de libertad y la gente le toma el gusto, naturalmente quieren más. Cuando se entreabre una puerta que permite la entrada de una ráfaga del oxígeno vivificador, la gente demanda que la puerta se abra de par en par para permitir el ingreso de todo el oxígeno al efecto de que la respiración resulte normal y sin sobresaltos asfixiantes. Por esto es que las canalladas como la stalinista, maoísta, de Pol Pot, de Ahmadinejad, de Castro y de Kim II Sung (y ahora su adiposo vástago), prefieren tener a sus súbditos en la miseria más horrorosa antes que otorgar alguna libertad que ponga en riesgo sus reinados macabros.

Tal vez en China algún día resurja la libertad, en alguna medida en base a las milenarias concepciones de Confucio y Lao-Tsé. El primero aconseja en Tratados morales y políticos “hacer brillar en sí mismo las virtudes superiores que la naturaleza pone en el alma de cada uno”, y el pensamiento del segundo que consigna David Boaz, en The Libertarian Reader, se traduce en reflexiones como esta: “Trabajo cuando amanece y descanso cuando el sol se pone. ¿Qué sentido tiene el poder del emperador? […] Cuanto más leyes se promulguen, más ladrones y bandidos habrán”.

Confucio era un firme partidario de la educación y decía en la misma obra citada que “Si os negáis a instruir a un hombre que tiene las disposiciones adecuadas, perderás un hombre; si enseñáis a un hombre que no tiene la disposición de escuchar, perderás vuestras energías”. Gran verdad que por cierto percibimos todos los que nos dedicamos al estudio y a la educación, puesto que la energía de cada cual es limitada y debe asignarse lo mejor posible.

Desafortunadamente hay muchos empresarios que hacen la vista gorda frente a los atropellos del actual gobierno chino y solo les importa hacer un jugoso arbitraje, son aquellos a los que se refería Lenin al decir que ciertos “capitalistas venderán las cuerdas con que serán ahorcados”. En todo caso, constituye un motivo de regocijo para todos los espíritus libres que este año se haya concedido este premio a un luchador por la libertad.

Todos deberíamos tomar su ejemplo. Nadie está exento de la responsabilidad en la contribución cotidiana para que se lo respete. Al fin de cada día, cada persona con dignidad y sentido de autoestima, debería preguntarse qué hizo durante ese día para vivir como un ser libre. En este sentido, transcribo un pensamiento de Ortega y Gasset que, en La rebelión de las masas, ilustra magníficamente nuestra preocupación: “Si usted quiere aprovecharse de las ventajas de la civilización, pero no se preocupa usted por sostener la civilización… se ha fastidiado usted. En un dos por tres se queda usted sin civilización. Un descuido y cuando mira usted en derredor todo se ha volatilizado”.

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