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Fidel Castro y José Mujica: una comparación en pos de la democracia
Mar, 05/10/2010 - 11:14

Marcelo Ostria Trigo

¿Volver a Charaña?
Marcelo Ostria Trigo

Abogado boliviano, fue Encargado de Negocios en Hungría (1971-1973), Embajador en Uruguay (1976-1977), Venezuela (1978), Israel (1990-1993) y Representante Permanente ante la OEA (1999-2002). Se desempeñó como Secretario General de la Presidencia de la República (1997-1999) y como Asesor de Política Exterior del Presidente de la República (2005). En el Ministerio de Relaciones Exteriores, entre otras funciones, fue Director de Asuntos de América Latina, Director General de Política  Exterior y Viceministro de Relaciones Exteriores. Es columnista de los diarios El Deber de Santa Cruz (Bolivia),  El Nacional (Tarija, Bolivia) y de Informe (Uruguay). Ha publicado los libros “Las negociaciones con Chile de 1975” (Editorial Atenea, 1986), “Temas de la mediterraneidad” (Editorial Fundemos), 2004) y “Baladas mínimas” (Editorial El País, 2010).

Fue una sorpresa mayúscula que el veterano ex presidente de Cuba, Fidel Castro, reconociera con tanta claridad que el modelo cubano ya no funciona, ni en la isla... Esto, aunque fue desmentido en una de las peroratas usuales del líder ya retirado, su aseveración fue confirmada en los hechos con las reformas que su hermano y sucesor, Raúl Castro, pretende introducir en el sistema cubano, abriendo espacios para la empresa privada, la que fue totalmente eliminada en 1968.

La nomenklatura castrista, ante las evidencias del fracaso, ya se ve obligada a abandonar la ortodoxia comunista, aunque con claros afanes de disimulo. Esto ha descolocado a muchos, entre ellos a los bolivarianos de Chávez y a sus aliados, cada vez más empeñados en estatizar los medios de producción, acallar la prensa independiente y, torpemente, “castigar” a los opositores, todo en creciente imitación a la tiranía castrista. Lo que permanecerá en Cuba, sin embargo, es la continuación de un régimen de partido único, despótico e intolerante, que viola elementales derechos humanos, enarbolando, eso sí, el sistema marxista leninista.

Probablemente, la declaración de Castro contribuyó en alguna medida a la derrota política del chavismo en las elecciones parlamentarias del pasado 26 de septiembre, en las que el régimen, pese a perder en las urnas, se las arregló para obtener más escaños parlamentarios, lo que ratifica la inmoralidad política del líder “bolivariano”. Ya habrá consecuencias, especialmente cuando la oposición, por fin unida, enfrente democráticamente en la Asamblea Nacional venezolana a la furia chavista. Por supuesto que también esto tendrá efectos en los otros populistas que son socios del ALBA.

Mientras tanto, el presidente uruguayo José Mujica daba la nota diferente. El mandatario que encabeza un régimen sustentado por una coalición, el Frente Amplio uruguayo, de fuerzas de izquierda -el Partido Socialista, el Partido Comunista, agrupaciones políticas menores y el Movimiento de Liberación Nacional Tupamaros, instrumento político de los guerrilleros de los años 60 y 70 del pasado siglo, éste último, que procuraba a través de la lucha armada establecer en el Uruguay un gobierno comunista, similar al de la Cuba de los Castro-, asumió la presidencia de su país el 1 de marzo de este año, luego de triunfar en elecciones democráticas.

Es cierto que la elección causó no pocas inquietudes por el pasado guerrillero de Mujica; se temía que la democracia fuera desnaturalizada desde el poder. Sin embargo, nada de lo temido ocurrió en el Uruguay. El presidente José Mujica, por su inesperada moderación en política económica y por su tolerancia que lo llevó a recibir a disidentes cubanos, entre ellos, a algunas “Damas de Blanco”, ha sido, y aún es, objeto de ataques de algunos de sus aliados, entre ellos el Partido Comunista.

Las nuevas señales del presidente no iban a quedar en meras exteriorizaciones. Respondían a una renovada concepción política del mandatario sobre los valores de la democracia y sobre los medios idóneos para alcanzar el bienestar, frente a los fracasos de los experimentos populistas y castristas. Es así que en una entrevista, puesta de relieve por el diario El País de Montevideo (17.09.2010), concedida al periodista Duda Teixeira de la revista brasileña Veja, revela su nuevo pensamiento: “La estatización es una solución abandonada”; es “la receta perfecta para desarrollar una burocracia opresora”.

Mujica añadió que el "equilibrio fiscal, mantener una economía austera y no jugar con la inflación", son factores "que ya no pueden estar en discusión ni por la izquierda ni por la derecha o el centro". Es más: dijo que "las divergencias ideológicas deberían restringirse a la mejor manera de distribuir la riqueza".

Sigue la crónica de El País: Mujica afirmó que "(Chávez) tiene mucha voluntad, pero Venezuela tiene demasiados recursos, mucho petróleo, mucho dinero" y, sin embargo, "el resultado es una burocracia (la venezolana) tan grande que ¡mama mía…!”.

"Mujica discrepó con el rol que Chávez le brinda al Estado (…) y señaló que a pesar de que en ese país se busca el socialismo, consideró "difícil" que éste "pueda seguir en ese camino"”. Y añadió que un gobernante debe "soportar" las críticas de la prensa, porque en caso contrario, "si reacciona, pierde dos veces, porque será atacado de nuevo".

Y agregó que cuando un gobierno "se muestra más tolerante con la diversidad, ayuda a formar una prensa respetuosa", pero si toma el camino de "radicalizar sus políticas, se va todo al diablo" y "la cosa se pone peligrosa", ya que "la prensa se transforma en una espada de lucha peligrosa".

Se podrá estar de acuerdo o no con la política de Mujica -en la libertad de respaldar y discrepar se basa la democracia; en el Uruguay no hay persecución política-, se podrán criticar o apoyar su manejo de la economía y sus proyectos, pero es innegable que, hasta ahora, el gobernante se ha mostrado como un presidente responsable y democrático. Esto, por supuesto, descoloca a los extremistas. Es más: cuando arreciaban los cuestionamientos comunistas al presidente por haber recibido a los cubanos disidentes, Mujica convocó al diálogo, pero predominó el espíritu sectario y los comunistas no acudieron a su llamado.

Habrá quienes dirán que el presidente uruguayo ha cambiado, traicionando los dogmas e ideales que lo llevaron a la lucha armada y, luego, a la cárcel; que ni su predecesor, el socialista Tabaré Vásquez -considerado como moderado-, había llegado a exponer con tanta franqueza las debilidades del sistema estatista que idealizan los marxistas. Es notorio que la experiencia le ha demostrado a Mujica que el extremismo, de izquierda o de derecha, sólo lleva al enfrentamiento fratricida y a la opresión.

En cambio, Fidel Castro, tan lenguaraz y corajudo a la hora de declarar o pronunciar discursos, se muestra completamente diferente. Vergonzante, niega lo dicho sobre el fracasado modelo marxista cubano. Junto a él va acabando el mito sostenido por el terror.

Cuánto podría ganar la figura del pretendidamente experimentado comandante si, al final de su vida, mostrara que ha aprendido a distinguir entre el éxito y el fracaso, entre la libertad y la opresión.

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