Estamos acostumbrados a leer, pensar, escribir y tomar decisiones relacionadas con América Latina. Por alguna razón, los estadounidenses tratamos a los países ubicados al sur de Estados Unidos como si fueran similares o incluso una unidad. Esto es válido para los negocios y el gobierno, la política, los medios de comunicación y la academia. Desarrollamos estrategias y políticas latinoamericanas, publicamos revistas y periódicos de circulación latinoamericana, y fomentamos departamentos de estudio e institutos de investigación acerca de América Latina.
Siempre hemos sabido, por cierto, que hay muchas y muy diversas naciones en la región. Siempre ha habido diferencias grandes entre Argentina y Venezuela, Brasil y Belice, México y Perú, Chile y Colombia.
A menudo emitimos juicios acerca de América Latina sabiendo que dicho juicio se aplica a algunos, pero no a todos los países de la región. Y, en años recientes, muchos detectaron ciertas tendencias convergentes en varios países: gobernabilidad democrática, economías abiertas, políticas de equilibrio macroeconómico e integración regional. Muchos observadores pensaron que los países latinoamericanos avanzaban, aunque a ritmos diferentes, en la misma dirección global y que el líder era Chile.
Pero América Latina podría estar en realidad desapareciendo.
Considere los siguientes elementos: México, Centroamérica y el Caribe son cada vez más norteamericanos, no latinoamericanos. Por cierto, la mayoría de sus ciudadanos hablan español (o francés u holandés) más que inglés, pero lo mismo se puede decir de Florida, el sur de California, partes de Texas o de Quebec, el territorio más grande de Canadá.
Estas naciones están cada año más vinculadas y orientadas hacia Estados Unidos (y en menor medida hacia Canadá). La mayor parte de sus exportaciones van hacia Estados Unidos, y de allá proviene la mayor parte de las importaciones, el turismo y los flujos de capital. Una porción significativa de la fuerza laboral trabaja en Estados Unidos, y un gran porcentaje de las divisas proviene de las remesas de la diáspora en Norteamérica.
Muchos países utilizan el dólar como moneda informal y, en algunos casos, incluso formal. Las actitudes de todas las clases sociales siguen mucho más a Norteamérica que a Sudamérica. Pese a los gestos oficiales en pro de la cooperación latinoamericana, los sucesivos gobiernos mexicanos tienen como prioridad su vecino del norte.
Brasil, lejos el país más grande de la región, nunca se ha visto a sí mismo como una nación latinoamericana. El presidente director de la principal revista brasileña me dijo una vez que la sección menos leída de su publicación era la de “América Latina”.
Esta actitud distante se ha visto reforzada en años recientes, a medida que Brasil adquiere estatus de actor mundial en cada vez más temas globales, desde el cambio climático a la política comercial, la no proliferación nuclear y la gobernabilidad global. Hay muy pocos temas (en los negocios, el gobierno o la academia) donde tenga sentido ver a Brasil como una nación latinoamericana.
Los sacudidos países del cordón andino (Bolivia, Perú, Ecuador, Colombia y, hasta cierto punto, Venezuela), junto con Guatemala, Paraguay y, en cierta forma, el sur de México, son cada año más americanos pero menos latinos. En el sentido de que se definen cada vez más por su herencia precolombina y pre-europea. Esto es, sin duda, más verdadero en algunos países que en otros, por cierto, pero todos éstos viven la identidad y la gobernabilidad como problemas derivados de una historia de exclusión de las poblaciones indígenas.
Esta visión deja a Argentina, Chile y Uruguay como los únicos países verdaderamente latinoamericanos de hoy. Son países con una fuerte impronta europea en su población, cultura, cocina y política, así como en sus orientaciones internacionales. Pero no son precisamente países que marquen tendencia en la región.
Puede que ya sea tiempo de rebajar o al menos repensar el concepto de América Latina, antes que descubramos que nadie responde al llamado de ¡latinoamericanos! Al menos debiéramos pensar consciente y cuidadosamente lo que los países al sur de Estados Unidos realmente tienen en común, y cuán importante es.