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La guerra contra el terrorismo después de Bin Laden
Lun, 09/05/2011 - 11:42

Guillermo Holzmann

Escenarios post Kirchner
Guillermo Holzmann

Cientista Político, Académico de la Universidad de Valparaíso. Ex subdirector del Instituto de Asuntos Públicos de la Universidad de Chile (2005-2009). Su desarrollo profesional y académico se ha focalizado en las áreas de Estrategia, Seguridad, Inteligencia, Defensa y Riesgo Político. Es académico de variados magíster dentro de su país, así como investigador asociado y profesor de la Academia Nacional de Estudios Políticos y Estratégicos dependiente del Ministerio de Defensa Nacional. Miembro de International Association For Intelligence Education (Iafie), International Political Science Association (IPSA), Latin American Studies Association (LASA), Red de Seguridad y Defensa de América Latina (Resdal), entre otros. Analista político en diversos medios radiales, televisivos y escritos, tanto en Chile como en el extranjero. Socio-Director de Analytyka Consultores (www.analytyka.com).

La muerte del icono que representaba el terrorismo internacional y contra el cual Estados Unidos declaró la primera guerra que no es entre Estados, constituye un evidente triunfo de Estados Unidos, que capitaliza en el escenario internacional con el respaldo explícito e implícito de todos los países que han declarado su apoyo a la guerra contra el terrorismo. También lo hace en la política interna de Estados Unidos, donde este triunfo se transforma en una primera plataforma para configurar las mejores condiciones de la reelección de Obama.

Antes de entrar en el análisis es prudente considerar que la Guerra contra el Terrorismo declarada por Estados Unidos se inscribe, en los hechos, dentro de la Estrategia Global de las Naciones Unidas contra el Terrorismo (Resolución/60/288), comprometiendo a todos los países miembros en la cooperación y lucha contra esta amenaza. Ello da un margen de validez en el sistema internacional a las acciones, como las realizadas por Estados Unidos, y marca además el derrotero que seguirá esta guerra en el futuro.

Un aspecto necesario de entender, desde un punto de vista analítico, es la razón por la cual hoy en día se confrontan la opinión pública internacional y las decisiones de mantener en secreto las pruebas y evidencias de la operación que termina con la muerte y lanzamiento al mar del cuerpo de Osama Bin Laden (según lo declarado por EE.UU.). Al efecto, las operaciones militares realizadas por comandos especializados (Seals) fuera de las fronteras estadounidenses tienen, por definición, el carácter de secretas. Sin embargo, cuando, el presidente Barak Obama reconoce su existencia a través de una declaración pública y da cuenta de los resultados obtenidos, estas se transforman en objetos del ámbito político y público. En tal caso, resulta entendible y legítimo que la opinión pública mundial cuestione las condiciones y el proceso dentro del cual se llevaron a cabo, como también exija evidencias acerca de sus resultados.

Sin quererlo, y más allá de la legitima satisfacción por haber logrado un objetivo que había sido definido hace casi diez años, como es la captura o muerte del ideólogo del ataque a las torres gemelas, hoy día queda confrontado a un sector importante de la opinión pública mundial respecto a la negativa de dar cuenta de fotos y pruebas que respalden las disímiles declaraciones entregadas por los voceros o autoridades de la Casa Blanca.

El tema no resulta menor frente al alto impacto que produce el asesinato de Bin Laden, pues genera inmediatamente expectativas y ansiedad por conocer los detalles, tener la certeza de que efectivamente lo que se dice es realmente como fue o es. Más allá de las razones de seguridad nacional esgrimidas, estas resultan ser insuficientes para sostener el secreto que rodea una acción que hoy día se mueve en el ámbito político y público. Inevitablemente, en este escenario, los rumores, mitos, hipótesis conspirativas y acusaciones de montaje resultan inevitables. Sin embargo, y en términos realistas, Estados Unidos demuestra su capacidad de superpotencia mundial y hace gala de todo su poder al mantener una posición que claramente resulta ser confrontacional con la opinión pública internacional.

Falta agregar un dato importante: los principios que guían la lucha antiterrorista de Estados Unidos considera no dejar ningún tipo de traza que pudiese servir de propaganda a estos grupos, lo cual explicaría en parte importante la actitud asumida por el país del norte, salvo por el hecho de que le evolución de la opinión pública internacional ha sido más rápida y profunda que la de las instituciones estatales y donde la transparencia resulta ser un imperativo para contrarrestar la desconfianza hacia el ejercicio del poder.

Barack Obama ha logrado restituir en parte el honor estadounidense respecto al peor ataque que haya sufrido una superpotencia al interior de sus fronteras. Ello es más que relevante cuando va unido al éxito de sus organismos de inteligencia y la inexistencia de errores en la concreción de la operación militar. Ello se contextualiza además en el hecho de que todo se realiza bajo una administración demócrata, en torno a la cual siempre existían dudas y críticas respecto a sus capacidades para llevar adelante una operación de esta naturaleza. Aún se recuerda el fracaso de una operación de características similares, ordenada por Jimmy Carter para rescatar a rehenes en la embajada de Estados Unidos en Teherán (1979-1980) que terminó en un completo fracaso y cooperó en forma importante a evitar su reelección y dar el triunfo a Ronald Reagan. Sin duda, e incluso más allá de las encuestas, Barack Obama redime la capacidad de liderazgo de su país y demuestra eficiencia donde los republicanos no pudieron entregar resultados.

Implicancias internacionales. Desaparecido Bin Laden, el contexto de África del Norte y Medio Oriente pareciera haber dejado a un Al Qaeda debilitado, aun cuando en Yemen parecieran haber estertores mostrando capacidad de influir en la dirección de las protestas políticas. Si bien se trata de los sectores más jóvenes y nuevos de Al Qaeda, su posición y aceptación dentro de la cultura y religión del mundo árabe no resultan determinantes en los escenarios futuros, que más bien se definen por la seguidilla de protestas de naturaleza distinta y donde Al Qaeda no tiene espacio.

A este proceso, donde Libia es el punto más visible, se debe agregar la situación de Afganistán y Pakistán. Al efecto, mientras en Libia hay una total reticencia a un intervención militar en terreno, manteniendo solo un soporte aéreo para los rebeldes; en Afganistán hay tropas pertenecientes a más de cuarenta países, bajo el escudo de la OTAN y comandadas por Estados Unidos.

En el caso de Pakistán, se mantiene una situación de creciente ingobernabilidad con grupos talibanes, que controlan parte del territorio, frente a un gobierno incapacitado de generar condiciones razonables de gestión, mientras mantiene una presencia estadounidense, en virtud de sus capacidades nucleares y antiguos acuerdos con Estados Unidos.

Tampoco se puede obviar la influencia de India -nuevo socio estratégico de Estados Unidos- en la zona.

Todo lo anterior da cuenta de una compleja situación, cuyo debate principal -post muerte de Bin Laden- se centrará en qué hacer con Afganistán, si las tropas se retiran, o de quedarse, quienes las financiarían, teniendo presente los importantes déficit fiscales que tienen los países vinculados a la OTAN. Pareciera haber consenso entre los especialistas que Afganistán sin la OTAN se dirigiría rápidamente a ser un Estado fallido al estilo de Haití con la diferencia que esta entremedio de potencias.

En forma simultánea, la discusión se centra en el otro gran problema ya mencionado y que es Libia, donde la cuestión es saber con razonable certeza si es posible que los rebeldes saquen del poder a Gadafi sin que implique la ocupación militar de Libia por fuerzas extranjeras. Adicionalmente, si eso sucediera saber si existe realmente una alternativa viable que logre formar un gobierno estable.

Mientras esto se baraja en la mesa de discusión, un tema inevitable será cómo continúa la Guerra contra el Terrorismo y de qué manera se aprovecha la muerte de Bin Laden para desbaratar todo grupo o célula sospechosa de participar en actividades terroristas (entre las cuales está la planificación, inteligencia, financiamiento y materialización). En este caso, las exigencias de cooperación para los países en temas de inteligencia aumentarán considerablemente, al igual como lo harán las medidas de seguridad para prevenir posibles ataques.

Un aspecto no menor es si todo este proceso de debate y negociación se llevará a cabo en el seno del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, o se manejará desde la Casa Blanca. En suma, las relaciones internacionales se convertirán en algo más complejo de lo que existía hasta ahora. La cuestión será saber si es posible que todos los países consideren a Al Qaeda como el enemigo mundial o solamente lo consideraran como una amenaza potencial y en cierta forma dependiente de las condiciones de cada país.

El impacto en la campaña por la reelección. Más allá de los triunfos y réditos políticos que Barack Obama obtiene, estos resultan insuficientes para asegurar su reelección. Si bien el hecho de haber arrebatado a los republicanos el liderazgo en esta guerra le entrega una plataforma electoral sólida, esta solo constituye un tercio de lo que deberá demostrar para asegurar la reelección

Con ello, la división del partido republicano y la carencia de líderes pasan a ser factores secundarios. De este modo, Obama deberá solucionar adicionalmente dos cuestiones fundamentales que deberán ser creíbles y generar las confianzas necesarias de parte de los electores. La primera de ellas es el déficit fiscal estadounidense y la viabilidad que tenga en su manejo para lograr resultados eficientes, que le permitan aumentarlo sin generar un colapso en el presupuesto federal ni en la economía del país.

El segundo se refiere a las propuestas en el ámbito social, donde la prioridad está en la disminución del desempleo y mejores condiciones de educación y salud. En esta misma línea, se agrega una definición respecto a las políticas migratorias que hoy día aparecen dicotomizadas.

La elección es un año y medio más, y es el plazo que tiene para aprovechar esta plataforma inicial y agregar propuestas.

La venganza de Al Qaeda. No hay duda que Al Qaeda buscará venganza, pero eso requiere el cumplimiento de algunas condiciones. Así, por ejemplo, se espera un repliegue para que se reorganice y definan los nuevos liderazgos, para luego establecer los posibles objetivos a atacar. Significa también que el atentado que se lleve a cabo tendrá como objetivo primordial a Estados Unidos y sus intereses, y se podrá perpetrar en cualquier lugar del mundo, donde ello sea posible.

De esta forma, países de Medio Oriente, Asia, Europa y Oceanía pasan a tener una mayor probabilidad, mientras que América Latina y África mantienen menor riesgo, por la menor concentración de intereses de Estado Unidos, de lo que se exceptuaría Brasil y México. No obstante ello, no se puede descartar que grupos terroristas de menor cuantía, presentes en distintos países, realicen atentados de solidaridad con Al Qaeda o simplemente se arroguen su representación. Todo ello plantea riesgos distintos que cada país deberá evaluar, conforme sus análisis de inteligencia, y donde cada empresa que posea capitales extranjeros tendrá que autosometerse a un detallado análisis de riesgos para establecer su potencialidad de ser objetivo de ataques terroristas.

La probabilidad de que el ataque sea en Estados Unidos, se considera de nivel medio, en virtud de sus medidas de seguridad, por lo cual resulta imposible descartarlo dado que es el principal objetivo de esta venganza.

La inmediatez no es probable, dado que Al Qaeda se define en términos de una visión religiosa extrema, que no está asociada a limitaciones temporales.

En definitiva, la muerte de Bin Laden plantea el inicio de una nueva fase en la Guerra contra el terrorismo inaugurada en septiembre del 2011 y corresponderá ahora redefinir roles y responsabilidades internacionales y nacionales. Sin duda, la inteligencia tendrá un rol protagónico en virtud de las características de un Al Qaeda sin Bin Laden.