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Logros y desafíos
Mar, 28/06/2011 - 16:23

José Miguel Insulza

Logros y desafíos
José Miguel Insulza

José Miguel Insulza es secretario general de la OEA.

Cuando evaluamos la realidad que hoy se vive en América Latina y el Caribe, es bueno retroceder un poco en el tiempo. Hace 25 años la OEA se aprestaba a celebrar su Asamblea en Guatemala; América Central se desangraba con un conflicto que cobró decenas de miles de muertos. América del Sur también estaba envuelta en una historia de represión y violencia. La región entera se encontraba viviendo la peor década económica de su historia, la “década perdida”, que concluyó con desarrollo negativo y un aumento sustantivo de la pobreza.

Son hechos que traigo al presente para identificar con claridad los avances. Si hoy existen algunas voces que se levantan para llamar la atención sobre la fragilidad de nuestras democracias y otras que nos comparan algo despectivamente con el acelerado crecimiento de otras regiones, es bueno recordar este pasado reciente. No nos comparemos tanto con los países del Asia, comparémonos también con nosotros mismos hace menos de tres décadas.

Hoy se habla de una “década de América Latina” y hay buenos motivos para el entusiasmo. Nuestro crecimiento al finalizar el período 2000-2010 fue mayor a la suma de las dos décadas anteriores; la mayoría de nuestros países ha tenido políticas macroeconómicas más estables y la deuda de la región ya no es una amenaza. Parece que hemos aprendido de las crisis del pasado a sortear con éxito la recesión en los países industrializados, sacando provecho del alto precio de las materias primas y evidenciando prudencia en el gasto público.

Esto es encomiable, y así lo han entendido los expertos internacionales, quienes no han escatimado elogios para destacar el buen desempeño económico de una región que antes se caracterizaba por la frecuencia y profundidad de sus crisis. Las cifras de pobreza con que concluimos el decenio, aunque están lejos de ser satisfactorias, son claramente menores que 10 años antes. Sin embargo, debemos evitar el triunfalismo de otras épocas, en que situaciones similares fueron seguidas de incrementos en gastos y deudas, para generar mayor desigualdad y nuevas crisis.

Un juicio igualmente cuidadoso es necesario tener hacia nuestro desarrollo democrático. No se recuerda un período de la historia de América Latina y el Caribe en que haya existido más democracia. Pero también han aumentado las expectativas acerca de lo que significa la democracia. Antes nos parecía suficiente tener elecciones libres. Hoy entendemos que los gobiernos de origen democrático deben también gobernar respetando las instituciones democráticas y respetando los derechos políticos, civiles y sociales de todos sus ciudadanos y ciudadanas.

Los pasos dados hasta consensuar la Carta Democrática en 2001, con todo el peso de un pasado trágico, recuerdan no sólo la vigencia de nuestra organización como principal foro hemisférico, sino también la convicción de sus firmantes para hacerla respetar.

Éste es un hecho central de la nueva realidad que hemos construido, y señala los desafíos que enfrentamos como comunidad de países para los próximos 25 años.

Hemos salido airosos de la mayor crisis financiera del mundo desarrollada después de la Gran Depresión, y contamos hoy, como nunca, con disponibilidad de fondos en los organismos internacionales. Pero enfrentamos aún graves problemas de seguridad y desigualdad, la peor herencia de un pasado de castas e inmovilidad social. Y no podemos dejar de mencionar esta circunstancia, que tal vez es lo que opaca y pone en riesgo los avances de la democracia en la región.

¿Qué nos espera hacia adelante? Seguir trabajando para alcanzar un desarrollo sustentable, luchando contra la pobreza, la desigualdad y la criminalidad, a través de políticas efectivas de crecimiento y distribución y haciendo al mismo tiempo verdadero el artículo de nuestra Carta Democrática que hace interdependientes los valores del desarrollo y la democracia.

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