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Los primeros 100 días de Laura Chinchilla
Vie, 20/08/2010 - 09:16

Juan Carlos Hidalgo

La Marina estadounidense en aguas costarricenses
Juan Carlos Hidalgo

Juan Carlos Hidalgo es analista de políticas públicas sobre América Latina en el Cato Institute. Escribe frecuentemente sobre temas de actualidad y sus artículos han sido publicados en los principales periódicos latinoamericanos como La Nación (Argentina), El Tiempo (Colombia), El Universal (México) y El Comercio (Perú). También ha sido entrevistado en medios internacionales como BBC News, Al Jazeera, CNN en Español, Univisión, Telemundo, Voice of America, Bloomberg TV, entre otros. Se graduó en Relaciones Internacionales en la Universidad Nacional de Costa Rica y sacó su maestría en Comercio y Política Pública Internacional en George Mason University.

La frase de los primeros “100 días” no tiene su origen en Franklin Roosevelt como muchos piensan, sino que nació en el siglo XIX para marcar el período entre el escape de Napoleón de la isla Elba, su paso devastador por Europa y su derrota final en los campos de Waterloo.

Como podemos ver, se puede hacer mucho daño en poco más de tres meses. Por suerte la administración de Laura Chinchilla en Costa Rica no ha sido tan nefasta como Napoleón, pero las confusas señales que la presidenta delineó hace unos días como sus principales metas y objetivos para el 2014, me generan bastante preocupación. Vamos por puntos:

Impuestos: quizás el punto más inquietante es el énfasis que la presidenta está poniendo en la necesidad de más impuestos. No solo resulta sumamente deshonesto, dado que en campaña ella se negó a hablar sobre si era necesario aumentar los impuestos -y ahora dice que sin más tributos no podrá cumplir con muchas de sus promesas-, sino que dicha insistencia me da la sensación de estar ante un refrito de la administración de Abel Pacheco (2002-2006). Don Abel pasó sus cuatro años en el poder sin hacer mayor cosa ya que no le aprobaban el paquete de impuestos que impulsaba a toda costa. ¿Nos saldrá igual doña Laura?

La administración Chinchilla al parecer ha optado por revivir el paquete de impuestos de don Abel sin detenerse un segundo a contemplar si es más sensata una reforma fiscal que simplifique el pago de impuestos y desincentive la evasión. Veremos entonces las mismas ideas de siempre: impuesto sobre las sociedades anónimas, impuesto de renta global y mundial, ampliar el impuesto de ventas a los servicios (IVA), además de otras joyas como el impuesto a los ingresos brutos (no netos) de los casinos, etc. Amparados en la nebulosa figura de una supuesta baja carga tributaria, la administración Chinchilla la arremeterá contra los bolsillos de los costarricenses, todo bajo el supuesto de querer ayudarlos.

Tampoco en ningún momento ha delineado la administración Chinchilla un plan para contener el gasto público, el cual continúa aumentando a una tasa por arriba del 20%, con respecto al año anterior. Tenemos instituciones como el Consejo Nacional de la Producción que dejan miles de millones de colones en pérdidas todos los años, pero el gobierno no se atreve a hacer lo correcto y cerrarlas. Hasta que el gobierno no haga un esfuerzo serio por poner sus finanzas en orden y contener el desbocado gasto público, debe resistirse cualquier aumento de impuestos.

Aquí no puedo dejar de mencionar el programa escolar anunciado por el gobierno para enseñarle a los niños la importancia de pagar impuestos. Dentro de los juegos programados para fomentar la obediencia en la niñez, se contempla uno en donde los estudiantes simularán ser diputados y debatirán sobre cómo poner impuestos y distribuir la riqueza nacional. A eso hemos llegado: en lugar de enseñarle a los niños la importancia del emprendimiento y la generación de riqueza, en nuestro sistema educativo se les enseña a cómo quitarle plata a los demás y “distribuirla”.

Empleo: la presidenta anunció su intención de recuperar 64.000 empleos que se perdieron durante la crisis económica. Resulta curioso cuando sus primeras acciones son impulsar la prohibición del servicio privado de transporte de personas, llamado “porteo” (figura legal de la cual dependen miles de costarricenses), anunciar miles de inspecciones para hacer cumplir el salario mínimo (aunque, como lo confesara la ministra de Trabajo, esto aumentará el desempleo), e impulsar más impuestos, en especial aquellos como el de las sociedades anónimas que golpean a las pequeñas empresas. ¿Será que la presidenta Chinchilla se refiere a que el Estado siga siendo el principal generador de empleos en el país?

Más gasto social: la presidenta anunció además un nuevo gasto por ¢32.000 millones para la red de cuido de niños y adultos mayores. Como señala Fernando Marín, ministro de Desarrollo Social y encargado del programa, el mismo “no desfinancia ninguna otra iniciativa social”, es decir, simplemente crea un nuevo gasto. No importa que actualmente la mayoría de los pobres en Costa Rica estén fuera de los programas contra la pobreza, o que ni las mismas autoridades sepan en qué se gasta el 82% de los recursos destinados al combate de la misma. En lugar de poner orden, la administración Chinchilla opta por la creación de otro programa social encima de todos los demás que no cumplen su objetivo.

Reducir la pobreza 10%: la presidenta también se fijó la meta de reducir la pobreza en 10% de aquí al 2014. Sin embargo, su receta no da campo para la esperanza. Como hemos visto, consiste en aumentar el asistencialismo y clientelismo estatal al tiempo que incrementa los impuestos y castiga a la pequeña y mediana empresa. Eso sin mencionar la negociación de acuerdos comerciales como el recién concluido con la Unión Europea que terminan abaratando los licores europeos y el aceite de oliva, pero que no hacen lo mínimo por reducirle el costo de los alimentos de la canasta básica a los pobres. Es una receta fracasada que le deparará a Costa Rica el mismo porcentaje de pobres dentro de cuatro años al que tenemos hoy en día.

Si por la víspera se saca el día, en el mejor de los casos la administración Chinchilla serán cuatro años más perdidos para Costa Rica. En el peor de los escenarios, experimentaremos un aumento vertiginoso en el tamaño y peso del Estado sobre los hombros de los costarricenses, peso que terminaremos pagando con más impuestos, inflación y deuda.

*Esta columna fue publicada originalmente en el blog Libremente del centro de estudios públicos ElCato.org.

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