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México: la revolución incompleta
Mar, 14/12/2010 - 14:58

Isaac Leobardo Sánchez Juárez

México: tiempo para legalizar las drogas
Isaac Leobardo Sánchez Juárez

Profesor e investigador de Economía en la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez (México). Fue el ganador del concurso “Caminos de la Libertad” 2009, organizado por TV Azteca.

La grave etapa de estancamiento económico, miseria creciente, inseguridad, violencia y en síntesis: subdesarrollo, tiene su origen en nuestro pasado, en aquello que dejamos de hacer y en lo que definitivamente hicimos mal. Aunque también debe decirse que en la actualidad, se ha realizado un esfuerzo insuficiente para revertir los errores y malos manejos, todos somos parte del problema, lo que varia es el grado de responsabilidad.

El escenario de la economía mexicana no es halagador, es más bien oscuro, por ello en lugar de festejar nuestra independencia y revolución armada, deberíamos reflexionar y actuar en consecuencia (con ideas correctas y trabajo). Aquellos que nos precedieron nos han legado entre otras cosas: una débil aplicación del Estado de Derecho, una gran dificultad para hacer cumplir los contratos, una compleja figura de propiedad conocida como ejido, un fuerte corporativismo y sociedades para la búsqueda de rentas en toda la economía, un paternalismo crítico, una elevada corrupción y un sesgo ideológico hacia la intervención estatal como solución mágica de nuestros problemas.

A principios de los ochenta, presionados por el impacto de los errores de política, traducidos en una crisis de deuda, los hacedores de política económica decidieron sentar las bases de una segunda revolución en México (si por revolución se entiende un cambio dramático en las instituciones que organizan la vida económica, política y social), la económica, desafortunadamente ésta no se ha completado y estamos pagando un costo muy elevado por ello.

En 1980 México estaba cerrado a la inversión extrajera y el comercio; las empresas propiedad del gobierno controlaban una parte sustancial de la economía. Un partido, el “oficial” mantenía un virtual monopolio sobre el poder político. Dicho partido utilizaba todo su poder para controlar los sistemas legales y regulatorios.

Dado lo anterior, la mayor parte de los agentes aceptaban sin oponer resistencia el camino que el partido único proponía para alcanzar el desarrollo: el supuesto de que las “fallas de mercado” requerían de una activa participación del Estado en asuntos económicos, la convicción de que las restricciones al comercio y la inversión externa eran necesarias para el desarrollo económico y la creencia de que la soberanía nacional requería que el poder político estuviera concentrado.

Poco menos de tres décadas después, México es una democracia en la que existen múltiples partidos, donde ya no existe un partido “oficial”, los dos presidentes más recientes provienen de un partido de oposición y lo mismo ocurre en diferentes estados y municipios. Adicional a esto, la economía mexicana está ahora abierta y los bienes y el capital se mueven libremente. La gran mayoría de empresas propiedad del Estado han sido privatizadas y existe un esfuerzo permanente por regular y transparentar la gestión pública.

Sin embargo, las transformaciones económicas y políticas no han sido uniformes o enteramente exitosas. México es más democrático en términos electorales y libertad de expresión en los medios de comunicación, pero el imperio de la ley no se ha consolidado. De hecho, en un buen número de estados los gobernadores siguen operando como caciques regionales, tomando decisiones de forma poco transparente, actuando de forma populista y es posible que algunos incluso trabajen para organizaciones vinculadas con el narcotráfico. Buena parte del país sigue siendo notoriamente corrupto. Los derechos propiedad están vagamente definidos y cuesta mucho trabajo hacerlos respetar.

Aunque México está ahora abierto al comercio (para el próximo año se anticipa un TLC con Perú), la inversión extranjera directa fluye de forma constante y las exportaciones crecieron exponencialmente hasta el 2001, esto no condujo a un rápido y sostenido crecimiento económico. El crecimiento es insuficiente para brindar empleo a los poco más de un millón de personas que cada año ingresan a la fuerza laboral. La incapacidad para generar empleo presiona a la población a migrar de forma ilegal a EE.UU., a la informalidad o bien a formar parte de grupos criminales.

¿Qué falló? Basado en las diversas investigaciones realizadas, particularmente los trabajos de Tornell, Westermann y Martínez (2004) y Sánchez (2010) se reconocen tres factores principales, que no únicos, el primer factor es la liberalización incompleta y la no culminación de reformas para favorecer la operación de mercados. El avance de la libertad económica es insuficiente como para lograr un mayor crecimiento económico.

La revolución económica que se inició a principios de los ochenta no ha sido culminada, diversos intereses trabajan para impedirlo, los grupos conformados durante la operación del modelo autoritario, iniciado en 1929 con la creación del partido único y consolidado durante la etapa del desarrollo estabilizador, incrementan los costos de hacer negocios en México.

El segundo factor que detiene la marcha hacia el progreso es el sistema tributario, el cual es incapaz de incrementar los ingresos del Estado y menos aún gravar a los grandes capitales, su actual estructura es producto del anterior modelo autoritario. El resultado es una seria caída de la inversión pública en áreas tales como: educación, infraestructura, innovación y tecnología, con lo que los únicos elementos sobre los que compite México son los bajos salarios y su cercanía geográfica EE.UU., de aquí que ocupemos el lugar 66 de 139 naciones en el índice de competitividad construido por el Foro Económico Mundial.

El tercer y último factor es una seria caída en el acceso al crédito. Esto restringe el crecimiento de los sectores de bienes no comercializables (no asociados a actividades exportadoras) los cuales suministran insumos para el sector de bienes comercializables (exportadores), lo que hace que el costo para hacer negocios en el sector de bienes comercializables se incremente. La falta de crédito ha creado un cuello de botella en la economía mexicana.

Para volver a crecer se requiere completar la revolución económica, lo que implica continuar con la liberalización, tomando como referencia a las naciones que más han avanzado en esta materia. Adicional a esto, es urgente realizar una auténtica reforma hacendaria con énfasis en el sistema tributario y finalmente, reformar el sistema bancario y financiero, para hacerlo más competitivo y reactivar el canal del crédito. Vale decir que más allá de las reformas económicas se necesitan cambios totales en las esferas social y política, teniendo como meta la refundación hacia la libertad y progreso de México.

*Esta columna fue publicada por ElCato.org

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