Pasar al contenido principal

ES / EN

Perú: demasiados muros y pocos puentes
Vie, 12/08/2011 - 10:21

Patricia Teullet

Pymes: entre el romanticismo y la dura realidad
Patricia Teullet

Es economista de la Universidad del Pacífico. Ha sido responsable del manejo del mayor programa de nutrición infantil en el Perú. Asimismo, ha sido viceministra de Economía, en el ministerio de Economía y Finanzas, y viceministra de Desarrollo Social en el Ministerio de la Presidencia de Perú.

Probablemente haya sido uno de los más esperados ‘discursos de 28’. Un nuevo presidente en un gobierno que tenía mucho por definir: desde aclarar si iría por la versión original de la ‘gran transformación’, con su proteccionismo, estatismo y controles; o si seguiríamos el camino todavía mejorable pero menos accidentado de la ‘hoja de ruta’, con respeto a la inversión privada y al proceso de integración.

Con el estilo de quien va midiendo reacciones antes de presentar propuestas avezadas, Humala se presentó con un discurso ‘ni a favor ni en contra, sino todo lo contrario’. Como era de esperar, habló de inclusión y derrota a la pobreza. Pero también de crecimiento con estabilidad, de respeto a las reglas fiscales y de un modelo peruano que no tiene por qué copiar a otros.

Insistió en su idea de tener una línea aérea de bandera, una marina mercante nacional y de fortalecer empresas estatales, como las regionales de electricidad, Sima (construcción de buques) y Enapu (empresa de puertos). Pero también dijo que mantendríamos una economía abierta al mundo, sin desequilibrios presupuestales ni macroeconómicos. Probablemente la alusión al tipo de Estado que se tendría, ‘ni mínimo ni intervencionista’, sea el concepto que mejor grafica el sentido general del discurso: tratar de dar un poco de gusto a cada quien, tanteando las reacciones.

Claro, ello fue luego de la agresión que realizara con su juramentación por el espíritu (o por el alma en pena) de la Constitución del 79. Esta última, provocación innecesaria, planificada y calculada que, más allá de causar la reacción indignada de una parte de la ciudadanía, podría también haber sembrado dudas en los inversionistas y originado la postergación de proyectos que requieren tranquilidad y reglas claras. Juramento que se contradice con la invocación final del discurso a ‘bajar las espadas y las lanzas’.

El gabinete de ministros tiene el mismo espíritu que el discurso presidencial: según se le interprete de forma amable o descarnada, puede ser calificado como ‘ecléctico’ (formando un todo armónico a pesar de las piezas diversas) o ‘cebiche con huevo frito’ (imposible de digerir): ¿será posible que funcione esa combinación de habilidad técnica (de unos pocos), intereses mercantilistas (de algunos más), habilidad para el canto (de al menos un par), arte para los negocios (de otros tantos) y confusión total (que no es mutuamente excluyente con casi ninguna de las categorías anteriores)? Lo más probable es que, siguiendo el ejemplo chileno, tengamos un gabinete de ‘rápida rotación’. El problema es que no sabemos aún si abandonarán primero los técnicos o las cantantes.

Una de las frases saltantes del discurso fue la del ‘Estado con soroche’. Gráficamente perfecta, muestra tal vez más de lo que el propio Humala pensaba transmitir: un Estado que, teniendo recursos, ha sido incapaz de atender a las poblaciones alejadas. Un proceso de descentralización forzado, incapaz de sostenerse ni de haberse acercado eficientemente a la población. Eso, por la parte del Estado porque, paradójicamente, la empresa privada, apuntando a generar riqueza, sí ha llegado a las zonas en que da soroche. En algunos casos de manera controversial; en otros, con éxito absoluto.

Ver cómo se dibujan en el mapa del Perú los logos coloridos de las cadenas de tiendas y supermercados es alentador, pues nos muestra un país que se va integrando a los mercados y que, al mismo tiempo, se convierte en un mercado interesante. Eso significa, a su vez, modernización y mayor productividad. Significa que hay más empleo e ingresos.

Pero no todas las inversiones son bien recibidas. Es inconcebible que unos pocos pobladores del Cusco se opongan a la irrigación de Majes–Sihuas que, sin quitarles nada, dará beneficios a una región vecina. Que agitadores profesionales hayan acorralado al Estado logrando el triunfo del narcotráfico, la minería ilegal y el contrabando. Será que allí, cuando es necesario poner orden, también le da soroche al Estado.

El primer discurso presidencial deja más interrogantes que respuestas. Y, a estas alturas, no sabemos si debemos alegrarnos por ello.

Países