En la campaña electoral reciente, la inclusión social fue el argumento más usado y difundido en los procesos de comunicación de los candidatos, es más, todos sabemos que ésta fue la piedra angular de la propuesta que llevó a nuestro actual presidente a palacio.

Me sorprende mucho que abiertamente alguna persona con un cargo público pida airadamente el derrocamiento de un régimen democrático y constitucional como el peruano. Porque nadie puede hablar de fraude u otro tema similar en nuestra elecciones presidenciales de 2011. Nos hayan gustado o no los resultados finales, eso fue lo que nuestras urnas dictaron. Es parte de la democracia respetar la institucionalidad en todo sentido. No podemos tomar la actitud de protestar violentamente ante todo lo que no nos complace. Es como si en los EE.UU, los republicanos o los demócratas tomarán las calles e hicieran uso de la violencia porque su candidato de turno no fue electo.

No podemos entrar al juego de la violencia porque es de uno en el que todos los peruanos perderemos. Pero, pongámonos en el escenario de que Ollanta Humala fuera derrocado. Se me ocurren algunas preguntas en esa potencial y nefasta posibilidad. Primero, ¿quién asumiría las riendas del país?, los que propugnan esta opción son los más radicales política y económicamente; aquellos que aún piensan que un país puede desarrollarse como una económica cerrada, es decir, tranquilamente podríamos tener un retroceso de 30 ó 40 años en la forma de manejo de nuestra economía. Segundo, los inversionistas sentirían terror ante cambios en las leyes y ante posibilidades de nacionalizaciones o estatizaciones de empresas y sectores a diestra y siniestra; es decir, tomaríamos la carretera del retroceso en el tiempo sin mayor vuelta que darle.

Tercero, habría que preguntarse, qué rol asumiría el ejército en todo esto ya que todos los latinoamericanos sabemos de golpes y dictaduras.

Cuarto, ¿qué pasaría con la libertad de expresión?, porque mal que bien, en el Perú podemos decir lo que pensamos de manera libre. Quinto, ¿qué pasaría con el rebrote terrorista y las ideologías que los sostienen? Sexto, ¿cómo reaccionarían o cómo serían las políticas en función a las mineras actuales y los proyectos que se avecinan? Probablemente, sufrirían golpes y pregunto: ¿no somos un país minero? En fin, son sólo seis ideas que se me ocurren ante la caída de la democracia en la que nos desarrollados. Podríamos elaborar un escenario en función a los ideales y posiciones que estas personan defienden.

Pienso que es evidente que muchas personas se están aprovechando de la ignorancia de las grandes masas y de la poca información y análisis que muestran muchos de los defensores a ultranza de estas propuestas reaccionarias. Pregunto finalmente dos temas que me parecen cruciales: ¿de dónde saldrán los fondos para transformar el país en un régimen de este tipo?, ¿cuál es su propuesta de manejo de la economía?, ¿cuáles son sus ideas con respecto a la actividad empresarial nacional e internacional? 

Regresemos a la pregunta inicial ¿qué es lo que queremos la mayoría de los peruanos? Creo que en este tema podría existir un gran nivel de convención: Queremos inclusión económica y social. No queremos anarquía, violencia, paros, inseguridad, ignorancia, analfabetismo; y demás temas que aparecen en los titulares de los diarios a cada momento. Pero, la tarea no es sólo del gobierno, éste necesita espacios y escenarios adecuados para desarrollar sus labores. Si bien, tiene mucho que mejorar también todos los peruanos tenemos que ayudar porque - como muchos pensamos en el momento en que Ollanta Humala salió elegido presidente -, si su gobierno fracasa, todos nos hundimos.

Hay que darnos cuenta de ello. Pienso que Humala tiene la oportunidad de ser el mejor presidente de nuestra historia republicana, el escenario es difícil pero, podríamos ayudarlo. No seamos egoístas, porque una simple razón; nos conviene. Su éxito será el de todos los peruanos.