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Repasadores
Lun, 04/07/2011 - 09:51

Yoani Sánchez

La despedida de Fidel: a su manera
Yoani Sánchez

Yoani Sánchez es Licenciada en Filología. Reside en La Habana, Cuba, es una de las blogueras más destacadas en el mundo de habla hispana. Entre otras distinciones, por su trabajo en el blog Generación Y, ha recibido los premios Ortega y Gasset (2008), 25 Mejores Blogs Time-CNN (2009), María Moors Cabot (2009) y Príncipe Claus (2010), éste último, por haber sido seleccionada entre los 60 heroes de la libertad de expresión por el Instituto Internacional de Prensa (IPI), con sede en Viena, Austria.

Junio es el mes en que los alumnos finalistas se lanzan sobre los libros, los estudiantes aplicados revisan sus notas y los padres vemos peligrar el bolsillo por el pago a profesores particulares. Durante años, la existencia de estos maestros informales ha sido subestimada a la hora de hacer el balance de la educación en Cuba, pero quienes tenemos hijos en la enseñanza media bien que conocemos su importancia.

Ahora mismo, si un adolescente no recibe la atención extraescolar de un repasador tiene pocas posibilidades -o ninguna- de acceder a la universidad. La enseñanza -paradójicamente- se ha privatizado, pero sin reconocerlo públicamente.

La demanda es tan alta que en estas últimas semanas de curso las casas de estos profesores freelance están abarrotadas. El costo de una hora de repaso, oscila entre 20 y 25 pesos cubanos, la décima parte de un salario medio mensual. Asistir a esas clases compensa el bajísimo nivel de los educadores de secundaria y preuniversitario, especialmente en temas como matemáticas, física, química y gramática. Pero también debe decirse que hay muchos colegiales que quieren atrapar en el último minuto el contenido al que no prestaron atención en más de diez meses de clases.

La depauperación material y conceptual, el excesivo adoctrinamiento ideológico y la poca seriedad en el cumplimiento del horario escolar, pasan factura durante los exámenes finales y miles de padres están dispuestos a pagar antes que aceptar un reprobado.

La realidad se burla así de las consignas. Quienes tienen recursos pueden proveer a sus retoños de un maestro adicional; quienes no, tendrán que conformarse con enmarcar sobre la pared apenas un diploma de noveno grado. Por estos días, en la sala de un apartamento cualquiera, se ven manos que escriben apresuradamente, toman nota como nunca, guardan silencio y muestran un interés que sorprende.

Son los estudiantes frente a su profesor particular, ese apoyo extradocente sin el cual no podrán llegar muy lejos. Saben que cada una de estas clases es un sacrificio para toda la familia, así que absorben las palabras, los dígitos, los teoremas. Estarán, sin dudas, un paso más adelante en la línea de arrancada, con una ventaja adicional sobre quienes nunca tuvieron un repasador.

La enseñanza -paradójicamente- se ha privatizado, pero sin reconocerlo públicamente.

*Esta columna fue publicada originalmente en El Universo.com.

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