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Trabajo y crecimiento
Vie, 01/07/2011 - 11:22

Juan Somavía

Juan Somavía
Juan Somavía

Juan Somavía es director general de la OIT.

Hace 25 años comenzaba este continente a reencontrarse con la democracia. Volvíamos a la soberanía de los ciudadanos, para construir instituciones e impulsar políticas que nos llevaran hacia un futuro mejor. Estas páginas están impregnadas de esa conmemoración y nos honra poder estar en ellas, para expresar cómo vemos hoy al mundo y a nuestro continente desde la OIT.

A fines de 2010, tuvo lugar en Santiago de Chile la Conferencia Regional Americana sobre el Trabajo. En ella pudimos observar ciertas tendencias positivas. El crecimiento mostró su retorno con un 6% promedio, el desempleo bajó de 8,2% a 7,4% y ningún país de la región apareció enfrentando una crisis de deuda soberana. Tampoco estaban presentes las políticas de ajuste estructural, tipo consenso de Washington, como las que se les han aplicado a Irlanda, Grecia o Portugal.

Pero no podemos dejar de ver los claroscuros de nuestra realidad. Un reciente estudio de la CEPAL señala cómo la reducción de las desigualdades sigue siendo una asignatura pendiente en la región. Y el desempleo juvenil es tres veces más alto que el desempleo de los adultos. Al mismo tiempo, persisten por todas partes los ejemplos de trabajo precario, sin protección y con ingresos irregulares.

Todo ello me conduce a una afirmación esencial: en América Latina necesitamos trabajo de calidad, porque la calidad en el trabajo define la calidad de una sociedad.

Cuando me preguntan cuál es el principal reto que tenemos en la región siempre digo: la dignidad del trabajo. Se trata de entender que el crecimiento debe ser rico en generación de empleos, con una concepción productiva donde el Trabajo Decente –un principio fundamental gestado y apoyado por los tres sectores de la OIT– se convierta en un propósito esencial de la sociedad, de los actores públicos y privados.

Necesitamos tener un sistema donde la concepción y ejecución de nuestras políticas públicas y privadas fortalezcan la relación entre inversión, productividad, trabajo y protección social. Ello implica integrar de una manera más efectiva las políticas macroeconómicas con las políticas sociales y del mercado del trabajo. Con esa visión el Fondo Monetario Internacional y la OIT organizamos en conjunto una conferencia en septiembre pasado. Ambas entidades, más allá de estar a veces en veredas opuestas, coincidimos en una misma lectura de la realidad: el trabajo es una dimensión esencial de la recuperación y de una economía sostenible en el futuro. Y así lo hemos dicho en el G20.

En el mundo árabe, la falta de trabajo y de diálogo social está en el corazón de las movilizaciones vividas en aquellas naciones. Lo he visto con mis propios ojos, y recalcado estos últimos años. Fui el primer jefe de un organismo internacional invitado a visitar la región. En la OIT estamos comprometidos en dar apoyo para que gobiernos, trabajadores y empleadores construyan allá un diálogo social.

Por su parte, los países latinoamericanos tienen la posibilidad de promover la existencia de empresas sostenibles tal como las definió la Conferencia Internacional de la OIT en el año 2007. Ellas deben ser el lugar donde se mejoren simultánea y progresivamente la calidad del trabajo y la calidad de la empresa. Se trata de tener un concepto del crecimiento donde los objetivos ineludibles de mayor inversión, innovación, productividad y competitividad se traduzcan también en mayores oportunidades de trabajo decente.

Debemos dejar atrás aquella visión equivocada donde se ve al trabajador como un costo de producción, mientras el mercado lo ve como un consumidor. Una visión empresarial de siglo XXI debe llevarnos a entender el trabajo y los trabajadores como factores de estabilidad de la sociedad, de dignidad de la familia, de paz en la comunidad y de nuevos crecimientos económicos. América Latina está en condiciones de hacerlo.

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