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Barack, regresa a México
Jue, 09/05/2013 - 10:45

Vianey Esquinca

Diputado 007: licencia para espiar en México
Vianey Esquinca

Vianey Esquinca es consultora en comunicación e imagen, escribe la columna "La Inmaculada Percepción" en Excelsior (México).

El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, hizo una visita de doctor al país. Desde que bajó de su avión, el Air Force One, con su bien estudiado trote tipo gacela, ágil y sonriente, hasta que subió con el mismo andar desenfadado y cool, como dirían los jóvenes, ocupó la atención mediática.

Llegó, vio y venció. Fue recibido como ni siquiera en su país ya lo hacen. En el Museo de Antropología más de 800 estudiantes lo vitorearon como si fuera la estrella de música más hot del momento. Todos querían sacarse fotos con él, tocarlo, apapacharlo, algún distraído seguramente quiso tararear el Yes we can como si fuera el hit del momento y no el eslogan de su primera campaña presidencial.

El llamado círculo rojo, los enterados y algún otro ciudadano seguramente puede describir con lujo de detalles los logros alcanzados o lo no conseguido en esta primera visita de Obama a México en la administración de Enrique Peña Nieto, pero para la mayoría de los mexicanos la llegada del mandatario de EE.UU. fue como la de los mariachis, todo mundo se alegra cuando llegan, pero se alegran más cuando se van, por todo lo que implicó su visita.

Además de los temas diplomáticos, hubo un extremo cinturón de seguridad, la paralización de varias calles de Polanco. Eso sin contar el cierre del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México cuando llegó y cuando se fue.

A pesar de ello, y después de realizar un análisis profundo de la visita de Obama, se puede destacar que hay muchas cosas que pueden ser aprovechadas. Si el hawaiano visitara el país una vez a la semana, La Bestia seguiría transportando al mandatario y no andarían “bestias” bloqueando la Autopista del Sol o vandalizando  oficinas públicas o centros comerciales.

Los perredistas, priistas y panistas de Guerrero podrían pedirle además a los estadounidenses que compartieran la tecnología que este vehículo usa para proteger a sus ocupantes hasta de ataques nucleares, y hacerlo prácticamente impenetrable ante cualquier amenaza exterior. A cambio de ello, en México le permitirían que hicieran pruebas contra ataques de la CETEG, normalistas de Michoacán y encapuchados de la Torre de Rectoría de la UNAM.

Se podrían organizar encuentros con los gobernadores de Tamaulipas, Chihuahua, Michoacán y Nuevo León para que, por lo menos en los días en que estuviera el presidente de EE.UU., esas entidades fueran las mejor resguardadas. La gente al menos tendría tranquilidad momentánea y podría salir a ver la luz.

Además, habría vigilantes en cada puente peatonal de las ciudades, tal y como se registró en este día y medio en la Ciudad de México.

Las manifestaciones y las marchas de protesta desaparecerían… al menos de las primeras planas de los periódicos. Entonces, se podría generar la situación de que en el país no hay conflictos sociales y todo marcha en paz y tranquilidad.

Por supuesto, todos los hoteles se pelearían por ser la sede de la comitiva estadounidense, pues eso aseguraría la ocupación completa, ya que para albergar a las alrededor de mil personas que viajan con el presidente se requieren muchas habitaciones. El turismo mexicano por fin tendría un repunte. Pero si todo lo anterior fuera insuficiente, al presidente Obama se le podría invitar a todas las fiestas patronales para que representara dignamente a San Martín de Porres.

A cambio de que Obama visite más seguido México, el país puede ofrecerle la amistad del gobernador de Morelos, Graco Ramírez, quien tendría oportunidad de hacerse amigo de Barack y Michelle. El viernes 3 de mayo, el funcionario escribió en su Twitter: “Por supuesto si hay la oportunidad le pediré al presidente Obama sea conducto del reconocimiento que tenemos también a su esposa Michelle” #ternurita.

Si sobra tiempo, los partidos políticos podrían enseñarle cómo poner de acuerdo a los republicanos y a los demócratas; con la clase extra, cortesía del líder del PAN, Gustavo Madero, sobre cómo hacerse del rogar para al final decir: “sí estoy de acuerdo, pero no”.

*Esta columna fue publicada originalmente en Excelsior.com.mx.

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