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Candidatos sin hinchas
Mar, 02/10/2018 - 09:04

Alfredo Bullard

¿Petroperú compite en igualdad de condiciones?
Alfredo Bullard

Alfredo Bullard es un reconocido arbitrador latinoamericano y autor de "Derecho y economía: El análisis económico de las instituciones legales". Es socio del estudio Bullard Falla y Ezcurra Abogados.

Suiza es quizá la democracia más ejemplar del mundo. Es uno de los países en los que el voto no es obligatorio, con mayor porcentaje de ciudadanos que van a votar. Y de eso están muy orgullosos. 

Hace unos años, para aumentar aún más la cantidad de votantes, decidieron implementar el voto vía Internet. Su razonamiento era simple. Ir a votar tiene un costo. Hay que ir al centro de votación, hacer cola, informarse (si se quiere votar con conocimiento). Y los beneficios de votar no son nada claros. En un país de voto voluntario, el voto individual no genera ningún beneficio. 

Su voto es capaz de cambiar las cosas solo si las elecciones se definen por un voto. Y eso casi nunca pasa. Si la elección se define por 5.000 votos (o por dos), y mi voto se retira, el resultado no cambia. El voto, individualmente considerado, vale casi cero y es irrelevante. Por eso, es un misterio para los economistas por qué la gente va a votar cuando uno es libre de ir o no a sufragar. 

El voto por Internet supuestamente aumentaría el porcentaje de votación. Si reduzco el costo de hacer algo (y votar desde la comodidad de mi casa o por mi teléfono móvil cuesta menos que ir a votar físicamente), es de esperar que aumente la gente que vota. Los suizos pensaron que superarían sus propios números. 

Pero para su sorpresa, pasó exactamente lo contrario: con Internet, el número de votantes disminuyó. 

¿Por qué ocurrió eso? La mejor explicación es que la gente va a votar por la misma razón por la que va al estadio a ver un partido de fútbol. ¿Por qué gastar en una entrada y correrse todos los riesgos de ir al estadio si puedo ver el partido cómodamente por televisión? ¿Por qué más de 35.000 peruanos fueron a ver a la selección a Rusia, gastándose varios miles de dólares, para solo ver tres partidos de fútbol que podían ver en la sala de su casa?  

La razón es que el fútbol se vive distinto en vivo que por televisión. Y la política debería ser así. El entusiasmo de estar allí, en grupo, siendo parte del momento, explica el porqué. No es racional. Es emocional. Solo la ilusión en un objetivo común y la sensación que nuestro apoyo puede ayudar a alcanzarlo explica que hayamos ganado el premio de la FIFA a la mejor hinchada.

Pero si el objetivo no es claro y no se siente como propio, nadie iría al estadio. Y tampoco los suizos irían a votar. Sin objetivos claros, no hay ni hinchas ni participación ciudadana. 

El próximo fin de semana tenemos elecciones. Pero iremos a votar sin entusiasmo y con apatía, obligados por una multa. Si no fuera por la multa, iría tan poca gente como irían hinchas a un partido con Bolivia cuando ya estamos eliminados. La desilusión con los políticos es tal que Reggiardo y Belmont encabezaban las encuestas. Nos tomó 36 años ir al Mundial. Pero llevamos casi 200 sin creer en la democracia.

*Esta columna fue publicada con anterioridad en el centro de estudios públicos ElCato.org.

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