Pasar al contenido principal

ES / EN

Cumbre de las Américas: el fracaso como suceso
Lun, 16/04/2012 - 22:31

Felippe Ramos

La huelga de policías y el tema de la inequidad en Brasil
Felippe Ramos

Felippe Ramos es sociólogo, director del Instituto Surear para la Promoción de la Integración Latinoamericana y investigador becario del Instituto de Investigación Económica Aplicada (IPEA). Fue profesor del departamento de Sociología de la Universidad Federal de Bahía (Brasil) y profesor visitante del Central Arizona College en Casa Grande, Arizona (EE.UU.), como becario de la Fulbright Association. Su área de investigación actual es la integración regional en Latinoamérica y los problemas de la democracia y del desarrollo brasileño y latinoamericano. Vive en Caracas, Venezuela, a fin de desarrollar investigaciones acerca de la cooperación bilateral Brasil-Venezuela.

Cuando, en la tarde del domingo 15 de abril el presidente colombiano Juan Manuel Santos afirmó acerca del fin de la Cumbre de las Américas que “no hay declaración final, porque no hay consenso”, él dio la oportunidad para que muchos periodistas e intelectuales defendieran la pérdida de tiempo que fue el encuentro de jefes de Estado debido a dirección izquierdista de algunos líderes nacionales, como los que componen la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA), generando de ese modo un perjuicio para los países que deben dejar pasar oportunidades de ampliar el comercio con los EE.UU. 

Ese análisis de gran parte de la prensa o de la opinión intelectual es, sin embargo, desconectado de la realidad: Hugo Chávez, presidente de Venezuela, por razón de salud, y Rafael Correa, presidente de Ecuador, dos importantes líderes de la ALBA, no estuvieron presentes en la Cumbre, quedando así la cita sin dos voceros importantísimos de la protesta contra lo que llaman “el imperialismo de los yanquis”. El presidente Evo Morales, de Bolivia, fue el mayor representante de esa posición política más radical e hizo lo suyo para remarcar que la presencia de Cuba en la Cumbre no debe ser visto como un favor, sino como un derecho reconocido del pueblo cubano.

Pero al revés de otros momentos históricos en los cuales esa posición “más radical” fue aislada por otros países más pragmáticos, en esta oportunidad hasta el mismo presidente de Colombia, un país que es tradicional aliado de EE.UU. incluso en el campo militar, sostuvo una clara posición de defensa de la participación de la isla comunista en las reuniones hemisféricas. Para Santos, “el aislamiento, el embargo, la indiferencia, el mirar para otro lado, han demostrado ya su ineficacia. En el mundo de hoy no se justifica ese anacronismo. Así como sería inaceptable una próxima Cumbre con un Haití postrado, también lo sería con una Cuba ausente”, afirmó.

La razón del cambio de los presidentes no es una vuelta al radicalismo en todo el continente, pero, más sencillamente, sí una defensa pragmática de la soberanía de los países. Cuba, para decir la verdad, no es el tema más importante a nivel regional, aunque se hable tanto de la isla, ya que lo que en realidad estñan diciendo los gobernantes es que ya no es posible que un país se quede fuera solamente porque otros dos (EE.UU. y Canada) así lo deseen, en cuanto más de 30 quieren algo diferente. 

Los ultra-pragmáticos piensan que están defendiendo sus intereses económicos o comerciales cuando prefieren firmar acuerdos con los EE.UU. y callar acerca de los temas sensibles a la potencia mundial, pero al hacer eso están afirmando solamente su propia incompetencia al no defender en primera instancia los justos intereses de un país en el largo plazo, es decir, el hecho de que deben ser considerados iguales aunque el poder económico o militar discrepe. Solamente a partir de esa igualdad primaria es posible defender de manera estratégica los objetivos del Estado a fin de alcanzar el desarrollo. Y en ese punto, no hay importancia si el gobierno es de izquierda o de derecha una vez que las dos posiciones dependen de su independencia formal para la realización de sus objetivos. Solamente una derecha o izquierda acoplada a intereses exógenos podría sostener un proyecto sin autonomía.

Así es que hay tres tipos de regímenes hoy en Latinoamérica, teniendo en cuenta la relación que los gobiernos sostienen con los EE.UU.: 

a).- Los Alineados: Colombia, Chile y México son los mejores ejemplos. 

b).- Los moderados: los países del Mercosur y Perú, después de la elección del presidente Ollanta Humala, son los más significativos. 

c).- Los radicales: integrantes de la ALBA. 

Los países de los tres tipos de régimen intentan ahora, sin embargo, defender sus intereses como país soberano y no más como subpaíses (aunque permanezcan profundas diferencias de poder en los distintos campos).

Colombia, por ejemplo, manifestó que la defensa de la participación de Cuba nada tiene que ver con la eliminación de las diferencias que sostiene con algunos países con distintas ideologías, pues el tema de la igualdad de los países está por sobre de cualquier ideología. Al mismo tiempo, subrayó su creencia en el libre comercio y, como el más importante aliado de EE.UU., además sostuvo una reunión bilateral con el presidente Obama para hablar acerca del Tratado de Libre Comercio que los dos presidentes van a poner en acción en mayo.

Argentina, un país moderado, pero con rasgos nacionalistas fuertes impulsados por el neoperonismo kirchnerista, intentó poner el tema de su soberanía sobre las Islas Malvinas en la mesa de discusión todo el tiempo en la Cumbre. El presidente Obama ha dicho que no intervendrá en la pelea diplomática por sostener buenas relaciones con los dos lados del conflicto. La declaración funcionó como un veto al tema de las Malvinas en el documento final de la Cumbre, aunque más de 3o países han apoyado la demanda argentina.

La presidenta Rousseff, de Brasil, criticó al presidente Obama acerca del “tsunami financiero” provocado por la política macroeconómica de EE.UU., lo que generó un desequilibrio entre las monedas de los países desarrollados y las de los países del Sur, promocionando, de ese modo, las exportaciones de los mercados desarrollados en crisis hacia los países del Sur con buenos niveles de crecimiento y con fuerte demanda. La consecuencia ha sido negativa para las industrias nacionales, que tienen que ser “defendidas, no protegidas”. Además, Rousseff interrumpió el discurso del presidente Obama en la Cumbre de los empresarios cuando él hablaba de las oportunidades que Latinoamérica abre para los EE.UU., poniendo como ejemplo las ventas de iPads y Boeings. La presidenta, entonces, subrayó: “y Embraer”. Brasil y EE.UU. están, hace mucho tiempo, negociando un acuerdo bilateral en el cual Brasil podrá comprar aviones de guerra de los EE.UU en cuanto vendería Super-Tucanos producidos por la Embraer, pero el gobierno estadunidense ha dicho que hubo problemas en los documentos y nada más fue echo.

Más allá de una defensa ideológica de un cambio estructural en la región, cuando ha dicho, al revés del presidente colombiano, no confiar en el libre comercio, el presidente Evo Morales de Bolivia también defendió sus intereses nacionales y de los actores políticos que apoyan su gobierno. En una rueda de prensa, señaló la diferencia entre la hoja de coca y la cocaína y, por lo tanto, la necesidad de discutir un nuevo marco legal para la cuestión del narcotráfico en Latinoamérica, que deberá tener en cuenta también la demanda y no solamente la producción. Los EE.UU. son el más grande consumidor de drogas ilícitas en el mundo y, por supuesto, jamás habrá una legislación supranacional discutida con países del “Tercer Mundo” que tenga consecuencias internas en su mercado y población.

Por lo tanto, dos cosas han que ser subrayadas: 

a).- lo que es nuevo en la coyuntura política en el hemisferio hoy es que los países menos desarrollados han aprendido y son capaces de vetar las negociaciones que no respondan a sus intereses (la lección viene del ejemplo de la acción concertada por Brasil entre los países en desarrollo -G-20 comercial- en la Ronda Doha de la OMC, en Cancún), y en ese sentido, 

b).- esos países son ahora actores que deben ser escuchados ya en el momento de formulación de la agenda de los encuentros si se quiere evitar Cumbres que nada deciden, como pasó en la reciente de Las Américas.

La razón de esa mayor autonomía de los países no es solamente ideológica, sino geopolítica y geoeconómica. Los países tienen muchas más relaciones entre sí en la región, además de establecer fuertes lazos comerciales con países del otro lado del mundo, como China. Las alianzas regionales, la integración (aunque despacio y llena de conflictos), la profundización de la democracia, la globalización (con la multiplicación de lazos comerciales) son algunos elementos traídos por el propio capitalismo y que han posibilitado que gobiernos (a la derecha, al centro y a la izquierda) busquen ser mirados por los más poderosos como iguales. Es tanto una cuestión de soberanía como de garantizar la supervivencia en un mundo competitivo.

No es posible decir si Cuba será invitada para fomar parte en la próxima Cumbre de las Américas. Una posibilidad sería el abandono de la Cumbre, posibilidad que fue pensada por el presidente Bill Clinton (Miami, 1994) para proponer el Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA) a todos los países, excepto a Cuba. La propuesta del ALCA no es viable hoy y los EE.UU. prefieren ahora las negociaciones bilaterales, como han hecho con México, Perú y Colombia. El foro alternativo sería aquel de la Comunidad de los Estados de Latinoamérica y del Caribe (Celac), que reúne todos los países de las Américas, excepto EE.UU. y Canadá. Si en la próxima Cumbre, al contrario de lo que defienden los latinoamericanos, Cuba no esté presente, los países de la Celac saldrán diplomáticamente enflaquecidos. Por otro lado, EE.UU. no aceptará salir debilitado con una Cumbre con presente Cuba y en contra de su voluntad. Para resolver el impasse, se necesitaría e la promoción de un cambio de los latinoamericanos o de EE.UU. Si cambian los latinoamericanos, sería una vuelta a una condición subalterna que nadie, incluso los países alineados, desean. Los EE.UU., a su vez, ya han aceptado cambiar en otras oportunidades sus políticas hacia otros Estados, a fin de seguir con su pragmatismo de costumbre -lo hicieron, por ejemplo, con China-. Si no hacen lo mismo en relación a América Latina, se debe a una permanencia anacrónica de la Doctrina Monroe, creada en 1823, en el imaginario diplomático del país según el cual América es de los americanos, es decir, de los norteamericanos. Por lo tanto, ningún cambio es probable en el corto plazo, respecto de la posición de los dos bloques -el latinoamericano y el de EE.UU. (apoyado abiertamente solo por Canadá).

Pero hay que dejar claro que la mayor parte de los países de Latinoamérica no desea aislar a EE.UU. ni son anti americanos, sino que buscan tener relaciones recíprocamente benéficas, como todos los países soberanos del mundo lo hacen. Claro que ningún país quiere perder un mercado como el de EE.UU. (tampoco la Venezuela de Chávez, que sigue vendiéndole petróleo). Antes de cualquier discusión acerca de las opciones de gobierno elegidas democráticamente por cada pueblo, hay que tener una posición pragmática, como los EE.UU. siempre tuvieron con todos los demás países del mundo.

El presidente Barack Obama, que fue elogiado (incluso por Hugo Chávez) en la Cumbre realizada en Trinidad y Tobago en 2009 y presentado como la esperanza de un cambio en la política de EE.UU. para la región, ahora es tenido solamente como “more of the same”: un presidente que tiene una mirada hacia Europa, Medio Oriente y China, con una política intervencionista y una deuda con Latinoamérica. El peligro para la superpotencia está, sin embargo, en que el “quintal” ya no es el mismo y solamente un cambio en la percepción de los estadunidenses y sus policy-makers podrá garantizar que el presidente de la potencia no haga un rol tan bizarro como el que tuvo Obama en la Cumbre de Cartagena. La mayor parte del tiempo tuvo que responder al escándalo sexual de sus agentes de seguridad que aún tienen en la cabeza una América Latina que es el paraíso de los que vienen del Primer Mundo: mujeres, playas, sexo, música -un placer sin compromiso alguno. Además, ha escuchado quejas de casi todos países y hasta una advertencia de la presidenta Rousseff, a raíz de la cual todos rieron. Aunque la ironía más interesante fue, en verdad, la de su secretaria de Estado, Hillary Clinton, al terminar el viaje bailando en el Café Havana, un bar conocido por su música cubana en la histórica ciudad de Cartagena de Indias. Un artículo de AméricaEconomía.com señaló que “acompañada por agentes de seguridad, Clinton tomó un trago en el bar de salsa y luego bailó con un grupo de sus asesoras”. Bailar sola o bailar con todos los demás: ese es el dilema de EE.UU. en su relación con el sur del hemisferio. Hasta que esa decisión no sea tomada, el fracaso de la próxima Cumbre podría convertirse en una profecía: una prueba de que una nueva América Latina está naciendo.