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Desastres naturales y Fuerzas Armadas
Lun, 03/04/2017 - 10:09

Farid Kahhat

Las buenas noticias que trae el fallido atentado a Times Square
Farid Kahhat

Peruano, doctor en Relaciones Internacionales, Teoría Política y Política Comparada en la Universidad de Texas, Austin. Fue comentarista en temas internacionales de CNN en español, y actualmente es profesor del Departamento de Ciencias Sociales de la PUCP (Perú) y analista internacional.

Según Guha-Sapir entre 2002 y 2011el promedio anual de víctimas mortales de los desastres naturales a nivel mundial fue de 107,000, y el promedio de damnificados de 124.5 millones. Algunos autores indican que existe evidencia creciente de que tanto el número de víctimas como el costo económico de esos desastres son cada vez mayores, y que el cambio climático es una de las explicaciones. Según el Programa de Naciones Unidas para el Ambiente, uno de los efectos del cambio climático es el cambio en la distribución e intensidad de las precipitaciones (cosa que viene ocurriendo en nuestro país). Y según el Annual Disaster Statistical Review, en 2012 nuestro continente fue la región que padeció el mayor daño a nivel mundial como producto de los desastres naturales. 

Las investigaciones sobre relaciones cívico-militares sugieren que asignar a las fuerzas armadas misiones de seguridad internas no sólo las distrae de su función primordial (la seguridad exterior), sino que además promueve su politización. En la práctica sin embargo, en América Latina y el Caribe las fuerzas armadas suelen ser un componente del Estado que por presencia territorial, experiencia previa, equipamiento y celeridad en la adopción e implementación de decisiones, tiene claras ventajas institucionales cuando se trata de afrontar desastres naturales. Y la participación en ese tipo de misiones tiene además un componente externo: la cooperación entre fuerzas armadas para enfrentar desastres naturales se está convirtiendo en una práctica común en la región. 

La diferencia es que en algunos Estados de América Latina y el Caribe esa participación se incorpora al debate sobre cómo debe concebirse la seguridad nacional y cuál debe ser el papel institucional de las fuerzas armadas, y en otros se da de manera ad hoc. En el primer caso, esos desastres son percibidos como parte de los nuevos riesgos y amenazas de seguridad que proliferan en décadas recientes (por oposición a la amenaza tradicional por excelencia, es decir, la necesidad de proteger el propio territorio de la acción hostil de ejércitos foráneos). Ello es así sobre todo cuando los desastres y sus consecuencias derivan cuando menos en parte de la acción humana (V., la urbanización de las riberas de los ríos o el cambio climático), y pueden afectar de modo adverso tanto la estabilidad política como el funcionamiento mismo del Estado (el terremoto de 2010 en Haití es un ejemplo de ello).

La colaboración para enfrentar desastres naturales es percibida como un área más de cooperación entre instituciones militares (como, por ejemplo, la participación conjunta en misiones de paz), y por ende, parte de las medidas de confianza mutua entre ellas. Por ejemplo, desde 2002 las fuerzas armadas de Argentina y Chile realizan ejercicios conjuntos con el propósito de estar en capacidad de responder de manera coordinada frente a desastres naturales en la región fronteriza entre ambos Estados. Tras el terremoto de 2010 en Chile, esa coordinación facilitó la instalación por parte de las fuerzas armadas argentinas de hospitales de campaña en esa zona para atender a las comunidades vecinas afectadas por el sismo.

En 2006, el Comité de Comandantes de Ejércitos del Mercosur acordó desarrollar mecanismos de respuesta conjunta frente a desastres naturales. Basado en experiencias como esa, el Consejo de Defensa Sudamericano de la Unasur (del cual forma parte nuestro país), también ha adoptado iniciativas similares.   

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