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Dieta saludable y sustentable: elemento clave de la productividad
Jue, 12/07/2012 - 10:17

Ignacio Parada

Chile, país de carnívoros
Ignacio Parada

Ignacio Parada es médico-cirujano, psicoterapeuta y director del Instituto de Ciencia y Tecnología Vivir Más y Mejor (Chile).

Por estos días, ya se ha transformado en un lugar común encontrar en los medios de comunicación numerosos artículos de salud que relacionan dieta y enfermedad. La crisis de salud pública tanto de los países desarrollados como de los en desarrollo, se ha hecho un espacio en la conciencia colectiva haciéndose impostergable el dirimir caminos de solución que eviten, o al menos atenúen, el colapso en ciernes.

En el mundo, más de mil millones de personas sufren de desnutrición a la vez que otras mil millones de personas padecen de sobrepeso y obesidad. Dentro de este último grupo, países como EE.UU. y el nuestro llevan la delantera con dos tercios de su población comprometida.        

En un viaje reciente a EE.UU. observé que la preocupación gubernamental por el deterioro de la salud de su población se hace cada vez más evidente. Los cálculos más simples proyectan un panorama sombrío: aumenta el grupo de personas jubiladas, añosas y enfermas; crece el segmento de niños con deterioros graves de salud y la población en edad laboral está minada por la enfermedad con la consiguiente baja en los índices de productividad. Entonces la pregunta de rigor que surge es: ¿quién sostendrá al país?

Desde este punto de vista es de la mayor importancia el cuidado que damos a la alimentación de los trabajadores del país, donde sea que éstos se desempeñen. Los alimentos se constituyen en el combustible que impulsa la producción, por lo que es de la mayor importancia que los empleadores, en su lógico afán de aumentar la productividad, proporcionen a sus trabajadores y a sí mismos una alimentación nutritiva y saludable.

Un trabajador pasa al menos la mitad de su tiempo de vigilia laborando, por lo que su lugar de trabajo constituye un emplazamiento privilegiado para una intervención en materia nutricional que corrija deficiencias y elimine productos poco saludables de su dieta.

Por ejemplo, se calcula que la deficiencia de hierro afecta alrededor del 50% de la población mundial, lo que se manifiesta en un deterioro de la capacidad física y desempeño en el trabajo de hasta 30%. La hipoglicemia disminuye la capacidad de atención y la velocidad a la que se procesa la información. Múltiples estudios dan cuenta de que un trabajador obeso duplica en ausentismo laboral a un trabajador en forma.

El precio de una alimentación deficiente se traduce en un asombroso menoscabo de la productividad y de la salud tanto de empleados como de empleadores.

La preocupación y consiguiente inversión en una alimentación saludable para los trabajadores por parte de la empresa tiene un rápido reembolso mediante la reducción de los días de baja por enfermedad, una disminución en la siniestralidad, así como una mejora ostensible en la productividad y estado de ánimo del personal (que redunda en un mejor clima laboral).

En 2001, según informa el documento “Food at work" de Christopher Wanjek publicado por la OIT,  las enfermedades no infecciosas (relacionadas con la dieta) generaron en torno al 46% de la carga mundial de enfermedades y produjeron el 60% de los fallecimientos en todo el mundo, provocando sólo los trastornos cardiovasculares un 30 % de tales decesos. Se prevé que la carga mundial debida a enfermedades no infecciosas ascienda al 57% en 2020.

En naciones más acomodadas, la obesidad genera entre el 2% y el 7% de los costos sanitarios totales: en Estados Unidos, los costes económicos anuales de la obesidad para las empresas en concepto de seguros, pagos de bajas por enfermedad y otros desembolsos ascienden a US$12.700 millones.

Si de compensaciones se trata, podemos observar que, en Canadá, la rentabilidad de los programas de promoción de la salud en el lugar de trabajo oscila entre US$1,75 y US$6,85 canadienses (de US$1,50 a US$5,75) por cada dólar invertido por las empresas.

 A la luz de lo anterior, podemos fácilmente deducir que una nutrición adecuada equivale a un incremento de la productividad y, por lo tanto, es una inversión acertadísima y rentable para una empresa.

Hoy más que nunca, a la luz de la crisis, es hora de poner el alerta en nuestros recursos humanos y otorgarles a ellos una dieta saludable y sustentable, apta para convertirse en el combustible fundamental para una sociedad sana, motivada y productiva.

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