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El populismo y el rechazo a las élites
Lun, 18/02/2019 - 09:48

Leo Zuckermann

¿Puede comprarse el voto en México?
Leo Zuckermann

Leo Zuckermann es analista político y académico mexicano. Posee una licenciatura en administración pública en El Colegio de México y una maestría en políticas públicas en la Universidad de Oxford (Inglaterra). Asimismo, cuenta con dos maestrías de la Universidad de Columbia, Nueva York, donde es candidato a doctor en ciencia política. Trabajó para la presidencia de la República en México y en la empresa consultora McKinsey and Company. Fue secretario general del Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE), donde actualmente es profesor afiliado de la División de Estudios Políticos. Su columna, Juegos de Poder, se publica de lunes a viernes en Excélsior, así como en distintos periódicos de varios estados de México. En radio, es conductor del programa Imagen Electoral que se trasmite en Grupo Imagen. En 2003, recibió el Premio Nacional de Periodismo.

Una cosa comparten los populistas de izquierda y derecha: su rechazo a las élites. En su discurso maniqueo, todo lo bueno de una sociedad se debe a la sabiduría del pueblo y todo lo malo a los sabiondos de la academia, las organizaciones de la sociedad civil y los técnicos gubernamentales. En eso, Trump y López Obrador son igualitos. Pero el mundo es más complejo que este discurso tan popular como falso.

¿De verdad es mejor no estudiar y especializarse en un tema? ¿Resulta preferible el sentido común de un hombre promedio que el conocimiento de aquellos que se pasaron años metidos en aulas, laboratorios y bibliotecas?

Es cierto que la educación superior no hace a una persona mejor o peor. Yo conozco gente que tiene hasta dos doctorados, pero que son unos cretinos incapaces de pensar por sí mismos. Sólo repiten consignas. Rechazan el método científico y la evidencia empírica. No saben debatir y nunca cambian de opinión. Bien lo dice el proverbio a la entrada de uno de los edificios de la universidad salmantina: “Lo que la naturaleza no da, Salamanca no lo otorga”.

También he conocido gente con una inteligencia superior innata. Algunos han tenido éxito en la vida, otros, no. Pero me queda claro que cualquiera de ellos, con una educación superior, habrían mejorado sus capacidades personales y profesionales. Cuando la naturaleza sí da, Salamanca sí otorga, y mucho.

El nuevo gobierno ha nombrado a funcionarios quienes, al parecer, no tienen las credenciales profesionales para ciertos puestos. El director de Pemex, por ejemplo, es un ingeniero agrónomo que nunca ha trabajado en el sector petrolero. La directora del Conacyt nombró a una licenciada en diseño de modas como subdirectora ejecutiva de la Comisión Intersecretarial de Bioseguridad de los Organismos Genéticamente Modificados (Cibiogem). Muchos han criticado estas decisiones. Creen que el gobierno de AMLO fracasará si continúa nombrando a gente que no tiene el perfil para ejercer cierto puesto.

Yo creo que el Presidente y sus subordinados pueden nombrar a quienes se les pegue la gana, siempre y cuando respeten la ley. Para eso ganaron el poder. Si ellos piensan que es mejor un agrónomo en Pemex o una modista en la Cibiogem, y no existe impedimento legal alguno, pues adelante. Nada más que se hagan responsables de los resultados. Si, de pronto, las instituciones gubernamentales colapsan por estar dirigidas por ineptos, que no haya excusas. Nada de pretextos culpando al neoliberalismo o la corrupción del pasado. Que López Obrador asuma las consecuencias.

No recuerdo si es en la biografía sobre Fouché o en la de María Antonieta (ambas de Stefan Zweig) que se demuestra cómo uno de los problemas del régimen después de la Revolución Francesa fue la llegada de gente común y corriente a puestos gubernamentales. De pronto, un panadero estaba a cargo del sistema carcelario, por ejemplo. Los resultados fueron fatales. El gobierno comenzó a crujir. La población se desesperó y el apoyo a los revolucionarios colapsó, lo cual derivó en la restauración de la monarquía. Después de muchos vaivenes, Francia acabó siendo una república, pero con una burocracia especializada. De Gaulleacabó de institucionalizar a los técnicos gubernamentales al formar, en 1945, la Escuela Nacional de Administración.

Regreso a la situación actual en México. Estos días ha circulado en las redes una caricatura de Alarcón donde un niño está piloteando un avión; los pasajeros están muertos de miedo, pero un ganso les está diciendo: “tranquilos, es honrado”. Efectivamente, ni usted ni yo nos subiríamos a un avión que no estuviera piloteado por un experto. Extrañamente, mucha gente piensa que gobernar un país es más sencillo que pilotear un avión. Nada más falso.

Un gobierno necesita expertos. ¿Es esto elitista? Sin duda. Como muchas cosas en la vida. La medicina, por ejemplo. Cuando López Obrador sufrió un infarto, no fue con un curandero en el Mercado de Sonora, sino con un cardiólogo en el Hospital Médica Sur. Gracias a eso, hoy está vivo. Ahora, como Presidente, prefiere poner a gente común y corriente en puestos claves de la administración pública. Está en su derecho. A lo mejor nos sorprenden con muy buenos resultados. Yo lo dudo porque así lo demuestra la historia. Si efectivamente comenzamos a ver un deterioro del Gobierno Federal por la ineptitud de los funcionarios, espero que AMLO asuma las consecuencias y reconozca su error.

*Esta columna fue publicada originalmente en Excélsior.com.mx.

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