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Jeremy Corbyn o el desafío a las expectativas
Lun, 19/06/2017 - 10:21

Farid Kahhat

Las buenas noticias que trae el fallido atentado a Times Square
Farid Kahhat

Peruano, doctor en Relaciones Internacionales, Teoría Política y Política Comparada en la Universidad de Texas, Austin. Fue comentarista en temas internacionales de CNN en español, y actualmente es profesor del Departamento de Ciencias Sociales de la PUCP (Perú) y analista internacional.

Desde el nombre de los partidos que la integran (V., Socialista Obrero en España, o Laborista en el Reino Unido), la socialdemocracia europea pretendió en su origen ser la representación política de los trabajadores industriales. Pero los trabajadores industriales jamás fueron mayoría dentro de la población económicamente activa (PEA), y en el último medio siglo su participación dentro de la PEA tendió a reducirse.

En parte por ello, los partidos socialdemócratas buscaron ampliar su base electoral, apelando a través de políticas sociales a los estratos medios de la población. Al punto de que los estratos medios terminaron siendo los principales beneficiarios de las políticas redistributivas propias del denominado Estado de Bienestar. Desde entonces, una no siempre fácil coalición de trabajadores sindicalizados y estratos medios habría sido la base del respaldo electoral de la socialdemocracia europea.

A su vez, algunos analistas sostienen que las debacles electorales que afronta en años recientes la socialdemocracia europea se explican por la crisis de esa coalición. De un lado, parte de la clase trabajadora tendió a votar por opciones políticas que culpan de la caída del empleo industrial o bien a los inmigrantes, o bien a la competencia del exterior (y, por asociación, a los tratados comerciales). Ello ocurre en mayor proporción en los países con menor Estado de Bienestar, dado que este implica políticas (como ayudas temporales o entrenamiento para la reinserción laboral), que reducen el costo social de la pérdida de empleos industriales. De otro lado, los estratos medios profesionales (principales beneficiarios del mercado común y la libre movilidad de personas en la Unión Europea), suelen oponerse a controles migratorios más estrictos y a políticas proteccionistas (preferencias más afines con opciones políticas liberales).

De allí el argumento según el cual, al apelar en su manifiesto a su base tradicional entre los trabajadores industriales, Jeremy Corbyn condenaba al laborismo a perder parte de sus electores entre los estratos medios. Aquellos que, por ejemplo, contribuyeron a elegir como alcalde de Londres a Sadiq Khan, un hijo de inmigrantes musulmanes y europeísta confeso. Como sabemos, sin embargo, los analistas que vaticinaron una debacle electoral mayúscula del laborismo británico se equivocaron. Y sus intentos por explicar el error tendieron a recurrir a la brecha generacional (los jóvenes acudieron a votar en mayor proporción de lo habitual, y su preferencia por los laboristas sobre los conservadores superó el promedio nacional por 51 puntos). Lo cual siendo cierto, suele ignorar la relación entre grupo etario y estratificación social. Por ejemplo, entre los jóvenes el voto en favor de permanecer dentro de la Unión Europea también superó por un amplio margen el promedio nacional. Sin embargo si esa preferencia fuese el determinante fundamental de su voto, su mejor opción habría sido el Partido Liberal Demócrata, no el Partido Laborista.

Paradójicamente, nadie resumió mejor la conexión entre generación y condición social que el diario empresarial Financial Times: “Los jóvenes se han visto relegados de modo creciente por la combinación de ingresos declinantes, inseguridad laboral, una creciente deuda estudiantil y una probabilidad menguante de convertirse en propietarios de una vivienda”. Una hipótesis que explicaría por qué los jóvenes provenientes de estratos medios tienen preferencias distintas a las de sus padres, es que ellos padecen en mayor proporción las consecuencias de la precariedad en el empleo y los recortes en el gasto social.     

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