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José Antonio Meade: el problema y la enjundia
Mar, 08/05/2018 - 09:41

Leo Zuckermann

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Leo Zuckermann

Leo Zuckermann es analista político y académico mexicano. Posee una licenciatura en administración pública en El Colegio de México y una maestría en políticas públicas en la Universidad de Oxford (Inglaterra). Asimismo, cuenta con dos maestrías de la Universidad de Columbia, Nueva York, donde es candidato a doctor en ciencia política. Trabajó para la presidencia de la República en México y en la empresa consultora McKinsey and Company. Fue secretario general del Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE), donde actualmente es profesor afiliado de la División de Estudios Políticos. Su columna, Juegos de Poder, se publica de lunes a viernes en Excélsior, así como en distintos periódicos de varios estados de México. En radio, es conductor del programa Imagen Electoral que se trasmite en Grupo Imagen. En 2003, recibió el Premio Nacional de Periodismo.

Entrevistamos en Tercer Grado a José Antonio Meade. Dos cosas me quedaron claras: el problema que tiene el candidato presidencial por representar al PRI y al presidente Peña Nieto, y la pasión que finalmente está demostrando.

Comienzo con lo primero. Meade, no tengo duda, es un funcionario honesto que no se ha enriquecido en su paso por el servicio público. No todos los políticos mexicanos pueden presentar un reporte tan completo y sólido —su siete de siete— para comprobar que su nivel de vida corresponde a los ingresos que ha recibido. Es por eso, precisamente, que el presidente Peña Nieto lo escogió como el candidato presidencial del PRI: Por su honestidad probada.

Pero, como le dije ayer, en este momento está pesando más la marca que el candidato. Eso explica por qué va en tercer lugar en casi todas las encuestas de vivienda. Él podrá ser un ejemplo de honestidad, pero representa a la peor marca política del país: El PRI. Al tricolor se le percibe como el partido más corrupto de todos. Se lo ha ganado a pulso después de tantos escándalos de corrupción en los últimos años, tanto a nivel federal como estatal.

Carga Meade, entonces, con la pesada lápida del PRI. El problema es que tiene que defender lo indefendible, comenzando con el presidente Peña, de quien dijo, es una persona honesta. Me temo que no es la percepción de la gran mayoría de los mexicanos quienes, después del escándalo de la Casa blanca, sospechan de la decencia del presidente.

Meade critica, con toda la razón, a los políticos que rodean a López Obrador y que también tienen mala fama: René Bejarano, Napoleón Gómez Urrutia y Elba Esther Gordillo. Pero, cuando le preguntamos qué pensaba de Carlos Romero Deschamps, lo tuvo que defender, argumentando que no se le ha comprobado nada a diferencia de los compañeros de viaje de AMLO. Es cierto. Judicialmente nunca nadie le ha comprobado nada al líder de los petroleros. Sin embargo, sí hemos visto cómo vive: Cual príncipe saudita; cómo su hija, por ejemplo, viaja en avión privado acompañada de sus perritos. En este sentido, es una lástima ver cómo Meade tiene que defender lo indefendible.

Ayer, en la entrevista, Meade demostró una pasión que no se le había visto, sobre todo cuando contrastó su persona y programa con el de López Obrador. Yo le comenté que ya se había tardado en defender el modelo neoliberal, aunque no le guste esta etiqueta. Joaquín López-Dóriga, de hecho, le preguntó sobre esta nueva enjundia.

Con algo de razón, el candidato respondió que estaba aprendiendo. Meade es la primera vez que compite por un puesto de elección popular. Tiene sólo cuatro meses de experiencia de campaña. López Obrador, en cambio, lleva quince años. Es la tercera vez que aparece como candidato presidencial. Tengo la impresión de que esto es como los pilotos: Entre más horas de vuelo, más capacidad tienen para volar aviones más sofisticados. AMLO, en este sentido, tiene muchas tablas. Responde a cualquier pregunta, aunque se contradiga. Podría volar un 787 Dreamliner como el que quiere vender. Comparativamente, Meade tiene pocas horas de vuelo. Apenas está aprendiendo, pero va rápido. Trae ganas y una nueva enjundia.

Tiene muy claro lo que está en juego en esta elección. Lo vi animado, aunque vaya tan rezagado. No sé si le vaya a alcanzar para ganar, faltando menos de dos meses de campaña. Ojalá siga transmitiendo la misma pasión y enjundia que demostró ayer en la entrevista de Tercer Grado. Sin embargo, sigo pensando que su labor es una de sacrificio. En el ambiente actual está dificilísimo ser el candidato que representa a una marca tan desprestigiada como la del PRI. Meade nos dijo que él será el que aparecerá en la boleta. Cierto. Pero lo hará bajo el emblema del tricolor, del Verde y de Nueva Alianza. Y aunque su nombre no saldrá en la boleta, atrás, cual fantasma, estará la figura de Peña Nieto, un Presidente con una escasa tasa de aprobación de 20%. Quiérase o no, José Antonio Meade es el candidato del PRI y Peña. Difícilmente, alguien podría ganar una elección cargando dos piedras tan pesadas.

*Esta columna fue publicada originalmente en Excélsior.com.mx.

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