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Leyes y gestión de recursos hídricos: ¿esperanzas y no pragmatismo?
Jue, 04/11/2010 - 08:46

Axel C. Dourojeanni

Leyes y gestión de recursos hídricos: ¿esperanzas y no pragmatismo?
Axel C. Dourojeanni

Experto internacional en tema de recursos naturales y energía. Es ingeniero agrícola, actualmente es asesor en la Gestión Integrada de Recursos Hídricos de Fundación Chile. Es ingeniero con estudios de maestría y doctorado en la Colorado State University, especializado en gestión de recursos naturales y energía, así como en la conducción de programas y proyectos de desarrollo sustentable en zonas rurales. Fue Director de la División de Recursos Naturales e Infraestructura de Cepal, donde trabajó por 22 años. Ha asesorado la formulación de leyes y políticas sobre la administración de agua y otros recursos naturales en Perú, Brasil, México, Honduras, Chile, entre otros.

Los temas contingentes para los países de la región en materia de gestión de recursos naturales son la energía, el medioambiente y el cambio climático. Son evidentemente temas que ocupan la agenda de los gobiernos y de las organizaciones internacionales. Personalmente han ocupado mi agenda de trabajo por años, tanto desde posiciones que ocupé en el sector universitario como el sector público y privado, y son estas experiencias las que servirán de base a las aportes.

Estos temas generan una impresionante lista de eventos nacionales e internacionales, cambios en las leyes e instituciones en los países de la región; creación de nuevos programas académicos con nuevos nombres (ahora es difícil saber qué estudia un profesional con títulos como ingeniero ambiental), y la firma de innumerables acuerdos internacionales y nacionales de buena voluntad.

La gestión inadecuada del medio ambiente y sus recursos son, por otro lado, la base de generación de conflictos de intereses, inequidades, desastres causados por fenómenos naturales y otro sinnúmero de problemas mal llamados “ambientales”, considerando que lo que realmente se tiene son problemas humanos que afectan el ambiente.

Hoy en día las manifestaciones de buena voluntad, con relación al ambiente y uso de los recursos naturales, se encuentran en todas las declaraciones y en las justificaciones de innumerables leyes… pero ¿se están obteniendo resultados efectivos en la proporción necesaria? ¿Cuáles parecen ser los motivos que impiden alcanzar las metas deseadas? ¿Qué se puede hacer para superar los obstáculos?

En América Latina somos propensos a adoptar rápidamente las frases de moda que importamos de otros países. Nos gusta usar términos como desarrollo sustentable y sostenido, gobernanza y gobernabilidad, participación plena, descentralización y desconcentración, integral e integrado y holístico (para que no falte nada); incluir en nuestras declaraciones que tomaremos debida consideración al medio ambiente, las cuencas hidrográficas, al género, los pobres, los originarios, lo pluricultural y los pobres.

A ello le podemos agregar otros aspectos aplicados a cada ley como el derecho humano al agua, la nueva cultura del agua, el manejo de las cuencas, la gestión integrada del agua o recursos hídricos etc. En las declaraciones de intenciones, en leyes  y en la portada de los estudios no falta nada pero… ¿Es así como se conducen las acciones en la práctica? ¿Cuánto contribuyen las leyes al éxito o el fracaso de la gestión del ambiente y los recursos naturales como el agua?

¿Por qué los éxitos y por que los fracasos? Hay muchas razones. Las iniciativas en la formulación o reforma de nuevas leyes, creación de instituciones o programas y proyectos se basaban más en la esperanza depositada en el empleo de frases cada vez más abarcadoras y de soluciones preestablecidas (desde privatizar todo hasta nacionalizar todo, centralizar todo a descentralizar todo, y otras soluciones esperanzadoras), y en fijar objetivos cada vez más amplios y ambiciosos en lugar de precisarlos en metas claras (visión), y en el diseño del camino para lograrlo. Una de las primeras razones del fracaso es cuando la ilusión supera el pragmatismo y se ponen metas como “alcanzar el desarrollo sustentable”, “mejorar la calidad de vida” u otros como obligatoriedad de darles agua gratuita a todos, en lugar de definir con precisión metas factibles. En la redacción de varias leyes de aguas en los países de la región ello es evidente.

Una ley en materia de gestión de recursos naturales debe ser orientada hacia el logro de objetivos claros con relación a los resultados esperados en la práctica: se deben definir metas claras tales como mejorar el acceso y la equidad en la distribución del agua, prevenir o mitigar desastres por carencia o excesos de agua, descontaminar o limpiar un río, proteger los bordes costeros y las playas, evitar la salinización de tierras o la sobreexplotación de aguas subterráneas o su contaminación.

Las propuestas de mejoramiento de la leyes de agua se deben basar en constancias que provienen de situaciones sentidas, observadas y medidas sobre conflictos vinculados al mal uso del agua, de los recursos naturales, del ambiente o del territorio, y no de un simple deseo por intereses ajenos al tema para pretender cambiar una ley o una organización sin saber por qué exactamente se cambian las instituciones y las personas. De hecho la carencia de continuidad de personas calificadas (no puesta por razones políticas) en los puestos claves de gestión es una de las causas del fracaso en la buena gestión del agua.  

No se trata, por lo tanto, de priorizar objetivos basados en intereses, por ejemplo, de privatización, de nacionalización, de descentralización u otro motivo de este tipo, si no que estas acciones son consecuencia de objetivos mayores, como son abastecer agua de buena calidad a las personas, de alcanzar la equidad en la distribución del recurso y de aplicar efectivamente medios para lograrlo, como la instalación de organizaciones de cuenca para lograr la gestión integrada del agua y las cuencas. Los cambios en los procesos de gestión deben ser efectuados en la medida que aporten logros concretos destinados a superar deficiencias en la gestión del agua. Las leyes son solo una parte de la solución o de los problemas y no siempre son beneficiosas o compatibles con lo que se debe o puede hacerse.

Es importante que los legisladores recuerden que no es fácil ni frecuente que se hagan cambios en la legislación, sobre todo del agua, y que por lo tanto cuando se hace debe hacerse bien para no desperdiciar la oportunidad ni generar gastos inútiles. Por otro lado, la viabilidad en la aplicación de una ley no está desconectada del soporte de la comunidad o sociedad, de firmes compromisos políticos y del suministro de recursos económicos adecuados. En la región, una mayoría de leyes no vienen acompañadas de un estudio económico del costo de aplicarlas, así, simplemente no se aplican como fueron pensadas y una serie de disposiciones no se cumplen.

Considerando que varios países de la región han modificado sus leyes de agua en forma reciente (y varios aun no aplican más que una pequeña parte de las leyes), mientras otros aun están en proceso de debate para aprobarlas (desde hace años), es recomendable que los congresistas y asambleístas miembros de las comisiones encargadas del tema agua y ambiente se reúnan para analizar en detalle los avances que han logrado en la aplicación de las leyes de agua.

La transparencia, el conocimiento de los límites que impone la naturaleza y la rigurosidad en el empleo de términos, así como el pragmatismo para lograr resultados efectivos en la formulación y la aplicación de leyes, son atributos esenciales que deben tener los responsables de formularlas y aplicarlas.