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Los dinosaurios miopes con la tecnología
Mar, 04/01/2011 - 10:06

Alexandre Hohagen

El alto costo de internet dilata el creciente desarrollo de América Latina
Alexandre Hohagen

Director General de Google para América Latina, compañía a la que se integró en 2005 como jefe de ventas para Brasil. Anteriormente se desempeñó como Director de HBO en ese país, donde supervisó las operaciones del canal HBO Premium y Warner Channel. Asimismo, trabajó en diferentes cargos en UOL (Universo on-line), dentro de los que se destaca el de Director General de las Operaciones del departamento de ventas en los Estados Unidos y el de Vicepresidente de Publicidad y e-comercio. Posee un grado en relaciones públicas de la universidad de Sao Paulo y grados en la Administración de Empresas de IMD (Suiza) y de IIHR (Holanda).

Imagínese que está buscando un lugar donde estacionar en medio de la vorágine del tráfico en una de esas intensas ciudades del mundo. Cuando pasa cerca de su lugar de destino, un sistema electrónico de localización identifica exactamente dónde está su auto y le envía un mensaje de texto a su celular, con la información de la plaza de estacionamiento más cercana, costo por hora y horario de funcionamiento. Luego, imagine que los aborígenes del Amazonas quieren monitorear el nivel de desforestación de la selva a partir de actividades ilegales que ellos mismos han detectado en el medio de la selva.

Estos dos ejemplos no son inventados. Son situaciones de la vida real que están ocurriendo ahora mismo y que demuestran el potencial que la tecnología tiene para mejorar la calidad de vida en dos sociedades tan diferentes. Son el reflejo de dos tendencias tecnológicas que se están volviendo fundamentales. La primera situación ejemplifica el proceso colaborativo entre los hombres y las máquinas, lo que muchos llaman la computación humana. La segunda, nos muestra que hoy solo basta compartir información para alcanzar una significativa mejora en algunos servicios.

En la ciudad de Nueva York, 45% del tráfico se debe a que los automovilistas dan vueltas en círculo tratando de encontrar un lugar para estacionar. Para combatir ese problema, ya está disponible un sistema de mensajería alertando sobre espacios disponibles a los automovilistas que tienen un localizador. En tanto, los aborígenes Suruís del Amazonas ya comenzaron a utilizar aparatos GPS portátiles para monitorear la selva. Cuando los Suruís accionan los GPSs, el equipo detecta las áreas de deforestación, las cuales son fotografiadas mediante un satélite y subidas a Google Earth, para que todos puedan verlas.

A la luz de estos increíbles avances, me sorprende ver que pese a que ya estamos entrando a la segunda década del siglo XXI, todavía existen algunos dinosaurios que se mueven con una lentitud increíble y cuestionan la realidad que la tecnología hace crecer ante nuestros propios ojos. Y me sorprende también que tantos otros no se den cuenta de que algunas de las mejores tecnologías son realmente disruptivas y tan cuestionadoras que son capaces de derribar muchas barreras.

Hace poco, Google lanzó en Brasil un servicio que disponibiliza imágenes de calles y avenidas en Google Street View. A pesar de los incontables beneficios que trae este servicio de geo-localización, muchos se incomodaron porque las imágenes registran algunas situaciones que, nos gusten o no, ocurren en la vida real. Es lo mismo que pedirle a una persona corta de vista que  se quite los anteojos para no ver la suciedad de la calle, en vez de pedirle que ayude a limpiarla o colabore para no ensuciar más.

La tecnología no altera la realidad. Por el contrario, expone situaciones reales y ayuda a resolver problemas que hasta entonces parecían no tener solución. Con casi 1.500 millones de personas conectadas a Internet en todo el mundo, la posibilidad de que un usuario desde cualquier punto del planeta ayude a mejorar un producto o servicio digital se ha multiplicado considerablemente.

Durante mucho tiempo, las principales bibliotecas del mundo sufrieron por no poder digitalizar obras antiguas, raras o con páginas muy gastadas y palabras ilegibles. Pues bien, un profesor guatemalteco llamado Luis von Ahn, de la universidad de Carnegie Mellon (EE.UU), creó una tecnología que combina la inteligencia humana con la computacional con el objetivo de resolver ese problema. Siempre que el sistema que escanea libros no identifica una palabra, ésta se lanza de inmediato a la Web con un código de seguridad, similar a esas palabras-código que a veces debemos introducir para navegar en algunos sitios. Mientras que incluso para las computadoras más avanzadas esas palabras son indescifrables, para el ojo humano no lo son. Luego de que algunas personas identifican la palabra, el sistema entiende que hay un significado y la incluye en la parte del libro donde no podía leerse.

Así es la tecnología: real, actual y disruptiva. No da espacios para verdades a medias o algún tipo de disfraz. Nos guste o no, la tecnología es un retrato vivo de la realidad.