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Los dos Méxicos
Jue, 31/08/2017 - 09:22

Pascal Beltrán del Río

Elección 2012: el qué y el cómo
Pascal Beltrán del Río

Pascal Beltrán del Río Martin es periodista mexicano, ha ganado dos veces el Premio Nacional de Periodismo de México en la categoría de entrevista, en las ediciones 2003 y 2007. En 1986 ingresó en la entonces Escuela Nacional de Estudios Profesionales Acatlán de la Universidad Nacional Autónoma de México, donde se licenció en Periodismo y Comunicación Colectiva. De 1988 a 2003 trabajó en la revista Proceso; durante este tiempo publicó el libro Michoacán, ni un paso atrás (1993) y fue corresponsal en la ciudad de Washington, D.C. (1994-99), además de Subdirector de Información (2001-2003). Fue dos veces enviado especial en Asia Central y Medio Oriente, donde cubrió las repercusiones de los atentados terroristas de septiembre de 2001 y la invasión de Irak.

Por primera vez en la historia, el Inegi dio a conocer un cálculo de los ingresos promedio por familia en las distintas entidades federativas.

Quizá no haya mucha sorpresa en los resultados, pues ya intuíamos, por diferentes factores, que los mexicanos de las regiones norte, centro y occidente del país tenían un nivel de vida superior al de los mexicanos de la región sursureste.

Pero el diablo siempre está en los detalles y es bueno conocer los datos que ofrece, en ese rubro, la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares (ENIGH) 2016.

La media nacional de ingreso trimestral por hogar es de 46 mil 521 pesos. Por encima de ese nivel se encuentran 15 entidades. Las 17 restantes están, obvio, por debajo de él.

Si en un mapa trazamos una línea desde los límites de Colima y Michoacán, en la costa del Pacífico, hasta los de Tamaulipas y Veracruz, en la del Golfo, casi todas las entidades que quedan al norte y poniente de esa línea tienen ingresos por familia mayores que la media nacional y las que quedan al sur y oriente de ésa los tienen menores.

Se trata, claro, de una simplificación geográfica. En realidad, el Estado de México, la Ciudad de México y Quintana Roo pertenecen al primer grupo de entidades federativas; San Luis Potosí, Zacatecas y Durango, al segundo.

Sin embargo, esa línea imaginaria nos muestra grosso modo dónde queda la brecha que divide a los dos Méxicos de los que estamos hablando.

El primero de ellos llega a tener niveles de desarrollo cercanos a los del Primer Mundo y tasas de crecimiento como los de las economías emergentes exitosas. El segundo está claramente anclado en el subdesarrollo.

En la punta del primer grupo está Nuevo León, cuyo ingreso promedio por hogar es 3.7 veces mayor que el de Chiapas, que está en la zaga del segundo.

¿Qué distingue a esos dos Méxicos? El primero ha apostado por atraer inversiones. El segundo está maniatado por los subsidios gubernamentales y la inversión pública.

El primero tiene altas tasas de exportación; el segundo no. El primero tiene niveles más bajos de informalidad laboral y de rezago educativo; el segundo está al revés.

Cuando discutimos sobre desarrollo en México suele ponerse mucha atención en las zonas del país en las que la mayor parte de sus habitantes viven en pobreza. No son las historias de éxito del primer grupo de estados las que generan la mayoría de los comentarios.

Se insiste ociosamente en ampliar los subsidios y la inversión gubernamentales en esas regiones como un antídoto para la marginación. Y se hace sin tomar en cuenta que hemos invertido ya centenares de miles de millones de pesos en recursos públicos en la zona, supuestamente para detonar el desarrollo.

Al discutir y tomar decisiones con ese enfoque paternalista, se ha desdeñado la revisión de las razones por las cuales el primer grupo de estados tiene mejores ingresos que el segundo.

La fórmula no tiene mucho secreto. Ha sido probada en muchas partes del mundo. Y eso que en algunas partes de México se ha aplicado apenas a medias.

Consiste en invertir en educación y procurar que dicha inversión no sea obstaculizada por intereses particulares, como los de los gremios magisteriales. Eso implica hacer valer la ley para todos. El Estado de derecho da seguridad jurídica a la propiedad privada y desestimula la corrupción.

Cuando se combate la corrupción y la propiedad privada tiene seguridad jurídica, se beneficia la competencia. Y ésta genera opciones y precios más bajos para los consumidores, lo cual redunda en un acceso más equitativo al mercado y un aumento del consumo, lo cual, a su vez, ayuda a crear empleo. Y mientras más competencia haya, más productiva debe volverse la fuerza laboral y mejores son los salarios. 

¿Por qué es tan difícil cambiar de enfoque cuando se planea el desarrollo? Yo creo que porque hay intereses creados en torno de mantener los ineficaces subsidios y el dispendioso gasto público improductivo.

Hay tantos ejemplos a nivel mundial de que los subsidios generalizados y permanentes no sacan a las naciones de la pobreza  que sería absurdo pensar que el dato se desconoce.

¿Cómo cerrar la brecha de la dolorosa desigualdad social y regional en México?

No empobreciendo a los ricos, sino elevando el ingreso de los pobres mediante la inversión productiva. Siguiendo y profundizando los ejemplos del México exitoso.

*Esta columna fue publicada originalmente en Excélsior.com.mx.