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Los galardones del mexicano Luis Videgaray Caso
Lun, 17/03/2014 - 10:32

Fernando Chávez

Los saldos económicos de la guerra mexicana contra el poder narco
Fernando Chávez

Fernando Chávez es economista y docente de la Universidad Autónoma Metropolitana de México (UAM). Actualmente es coordinador del sitio de divulgación económica El Observatorio Económico de México. Su línea de investigación abarca remesas y migración, política monetaria, banca central, federalismo fiscal y macroeconomía. Desde 1984 se desempeña en el ámbito editorial como autor y coordinador de publicaciones, boletines, revistas y secciones de periódicos.

En el mar de espesas noticias de enero y febrero se extravió en México una buena, suponiendo ahora que dos premios internacionales a nuestro Secretario de Hacienda sean eso, una buena noticia. América Economía lo nombró el mejor Ministro de Finanzas de América Latina y la revista británica The Banker lo reconoció como el número uno del orbe en el año 2014. Aflicción quizá cargue ahora Luis Videgaray Caso (LVC) con tales premios, pues si algo seguro tiene su cargo es estar siempre en el filo de la navaja y más todavía cuando su gestión apenas comienza.

Ambas publicaciones justifican su decisión laudatoria con la idea común de que el secretario ha sido crucial en las llamadas “reformas estructurales” del gobierno peñanietista. Y en esto tienen razón los jurados que tomaron tal decisión. Más allá de lo oportuno y pertinentes que sean o no sean esas reformas, sería tonto creer que su diseño es ajeno al despacho de este poderoso funcionario. Lo alarmante es que estos premios celebran éxitos gubernamentales que aún están por verse. El futuro cercano nos dirá si estuvieron o no salados estos premios. Vale ahora exhibir algunas cuestiones que ya están aboyando esos galardones.

El saldo anodino del desempeño productivo de México en 2013 y las tambaleantes expectativas para el 2014 ponen a LVC en aprietos. Si algo queda claro con todo ello es que “mover México” no ha sido un logro visible y comprobable de este secretario de Hacienda galardonado con dos estrellitas en la frente. Es posible en que tales circunstancias éstas lo pongan algo incómodo en las reuniones de gabinete, aunque hay que decir que sus colegas no están en mejor situación.

Lo más difícil de caminar con esas estrellitas es apreciar la reacción de la opinión pública organizada contra los ajustes tributarios aplicados a partir de enero de este año. Nunca será fácil anunciar mayor carga tributaria y todo lo que gira en torno a esta decisión de política fiscal. Y menos ahora con los hechos coyunturales que rodean la actual estrategia hacendaria: desempeño económico mediocre, presiones inflacionarias temporales y expectativas económicas y sociales volátiles, impregnadas de irritación y desencanto

Antes de pasar a otras cuestiones que no son estrictamente coyunturales, pero que hay que recordar para ubicar las mencionadas estrellitas del secretario de Hacienda, pongo acento en un par de datos que muestran el desencanto social al que me refiero y que no es precisamente ni discreto ni secreto.

El Índice de Confianza del Consumidor se desplomó hasta el nivel de 89,7 puntos durante diciembre pasado. Este nivel representó una disminución de 9,4% con relación al observado en igual mes de 2012. Este indicador de difusión expresa sobre todo a las personas y familias que se mueven en la economía formal, donde el asunto del empleo y el desempleo es crucial para darle una dirección al valor de este índice.

Y en el mundo empresarial las cosas no andan mejor. En diciembre de 2013 el Índice de Confianza del Productor se ubicó en 50,85 puntos en su serie original, nivel inferior en 5,5 puntos frente al del mismo mes de 2012, cuando fue de 55,55 puntos.

No es necesario ser un erudito en estos dos indicadores de confianza para concluir que hay un malestar generalizado y que no es equilibrado suponer que tendrán pronto una mejora notable y alentadora.

Tengo motivos profesionales, y también como aficionado a la historia mexicana del siglo XX, para seguir las vidas públicas de los secretarios de Hacienda y de los gobernadores del banco central. Las decisiones de estos señores, atinadas o  tropezadas, han marcado la vida de millones de ciudadanos. Sin embargo, el velo que las cubre nos es fácil de quitar para ningún observador persistente.

Hay economistas que encuentran la clave de las decisiones hacendarias en complejas teorías macroeconómicas y se entiende que algo hay que hacer con lo que se aprende en las escuelas de Economía. Otros bichos de la academia, politólogos e historiadores, escarban en las anécdotas, los chismes y los avatares de la vida política de los secretarios de Hacienda para tener algunas pistas de lo que ellos hicieron o no hicieron, sobre todo cuando el punto nodal es explicar las tragedias financieras aztecas o las victorias pírricas de un peso estable.  

Ambas rutas del conocimiento se maridan por que se complementan y dan frutos sabrosos, aunque hay la tentación (comprensible, pero falsa) de irse sólo por la vereda cómoda de las anécdotas y los chismes, dejando la teoría en una suerte de campo de concentración para ilusos y delirantes madrugadores.

Hace tiempo leí en Letras Libres, creo, unas partes de las memorias de Antonio Carrillo Flores (1909-1986), secretario de Hacienda del presidente Ruiz Cortines (sexenio 1952-1958). Este hombre -abogado de la vieja escuela financiera, era de una familia de cerebros notables y también un típico funcionario priista de altos vuelos en esos años-, percibió en 1954, a sus 45 años, la necesidad de devaluar el peso, aunque no sabía cómo plantearle su postura al presidente. Días y noches en vela para encontrar el momento y las palabras para expresarle su opinión al señor de Los Pinos. Como ya se sabe, la devaluación del 54 fue todo un éxito y dio comienzo a la edad dorada del capitalismo priista llamada del “Desarrollo Estabilizador”.

Hay otros casos muy distintos al anterior, de sabor amargo y trágico en la historia hacendaria de México. El de hace 20 años, protagonizado por Serra Puche, por ejemplo, es de pena propia y ajena. No hay que olvidarlo y seguir estudiándolo todavía para poner las cosas en su lugar y llamarle a las cosas por su nombre.    

Ignoro si a ACF le dieron premios internacionales de algún tipo por su sabiduría de economista hacendario, aunque al final de su vida se le otorgaron varios doctorados honoris causa fuera del país. La decisión cambiaria del 54 catapultó y estabilizó la economía mexica y luego vinieron nuestros años felices del siglo XX, digo, sin afán de polemizar con los críticos del “Desarrollo Estabilizador”.

Luis Videgaray Caso, hoy con 45 años, tal vez podría tomar en cuenta las lecciones del 54 para no dejarse llevar por el canto de las sirenas que viene de Londres y de Santiago de Chile. Si las reformas estructurales del gobierno relanzan algún día la economía mexicana, por que eso quieren alcanzar  y no otra cosa, habrá merecido LVC esos dos galardones. Mientras tanto, habrá que guardarlos discretamente en un cajón y recordar con recato cuando le anunciaron dos veces que era designado el ministro de finanzas del año 2014.