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México: aplicar la ley... sin cerrar ductos
Mié, 16/01/2019 - 08:51

Pascal Beltrán del Río

Elección 2012: el qué y el cómo
Pascal Beltrán del Río

Pascal Beltrán del Río Martin es periodista mexicano, ha ganado dos veces el Premio Nacional de Periodismo de México en la categoría de entrevista, en las ediciones 2003 y 2007. En 1986 ingresó en la entonces Escuela Nacional de Estudios Profesionales Acatlán de la Universidad Nacional Autónoma de México, donde se licenció en Periodismo y Comunicación Colectiva. De 1988 a 2003 trabajó en la revista Proceso; durante este tiempo publicó el libro Michoacán, ni un paso atrás (1993) y fue corresponsal en la ciudad de Washington, D.C. (1994-99), además de Subdirector de Información (2001-2003). Fue dos veces enviado especial en Asia Central y Medio Oriente, donde cubrió las repercusiones de los atentados terroristas de septiembre de 2001 y la invasión de Irak.

Santiago Nieto Castillo, titular de la Unidad de Inteligencia Financiera (UIF) de la Secretaría de Hacienda, es, sin duda, uno de los mejores funcionarios públicos con que cuenta la actual administración.

A diferencia de otros, que no se atreven a dar la cara y que incluso sacan la vuelta a los legisladores –como sucedió con la vergonzosa cancelación de la comparecencia que estaba programada para ayer–, Nieto Castillo ha sabido comunicar con claridad lo que le ha tocado hacer para enfrentar el robo de gasolina.

Tendrá que dar resultados, desde luego –a todos se nos mide así–, pero el extitular de la Fepade va por buen camino. Sabedor de que tiene que respetar el debido proceso en sus investigaciones, Castillo ha hecho su trabajo sin atropellar la presunción de inocencia, pero también sin dejar de informar.

Eso se agradece porque, en estos últimos días, el desabasto de combustible sólo ha sido superado por el de información. La solicitud de guiar esta discusión pública con datos duros se ha topado muchas veces con vacíos y contradicciones, lo cual da lugar a la especulación –todos los vacíos se llenan eventualmente con algo– y eso no es conveniente para el interés público.

En función de ello, me sigo preguntando si era realmente necesario dejar a medio país sin gasolina –con las obvias consecuencias que dicha medida tiene– a fin de atacar un problema grave como el huachicoleo.

Cuando agencias de seguridad de otros países han desarticulado a organizaciones mafiosas, generalmente las toma con las manos en la masa, es decir, en plena operación.

Tengo la impresión de que sería más fácil sorprender a los huachicoleros mientras extraen la gasolina de los ductos y la venden, que cuando no tienen producto para su negocio ilícito.

En una de esas, no tengo razón. Pero como los funcionarios que podrían contradecirme andan demasiado ocupados como para atender a los medios y al Congreso, seguiré pensando lo mismo.

El trabajo que ha hecho Santiago Nieto se puede efectuar con ductos abiertos o cerrados. Es decir, no hacía falta privar de gasolina a millones de mexicanos para que las investigaciones de la UIF tuviesen éxito.

La mejor forma en que éste y otros delitos cometidos por el crimen organizado dejarán de tener la relevancia que tienen es si se ahorcan sus finanzas.

Cerrar los ductos no tiene mucho sentido para llegar a la meta. Me atengo a lo dicho por el presidente Andrés Manuel López Obrador en días recientes: en cuanto abren los ductos, los huachicoleros vuelven a picarlos. Pues sí.

Eso es difícil de evitar, incluso poniendo un soldado o un marino cada cien metros de ducto. El negocio se acabará cuando comience a ir gente a la cárcel, cuando se vea que el Estado mexicano va a aplicar la ley, tanto a los grandes lavadores del dinero sucio como a quienes recogen gasolina con cubetas.

Por cierto, ¿qué esperan para ir por quienes aparecen en los videos del sábado en Acambay? Mientras no se acabe la impunidad, los criminales seguirán haciendo de las suyas. Incluso con ductos cerrados, júrelo usted, no se van a quedar cruzados de brazos. Si no hay gasolina que robar, se dedicarán a otra cosa: extorsión, asalto al transporte público, secuestro… cualquier cosa que no sea trabajar en algo legal y ganarse limpiamente la vida.

*Esta columna fue publicada originalmente en Excélsior.com.mx.