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México: una geografía económica desigual
Mar, 19/02/2019 - 06:03

Fernando Chávez

Los saldos económicos de la guerra mexicana contra el poder narco
Fernando Chávez

Fernando Chávez es economista y docente de la Universidad Autónoma Metropolitana de México (UAM). Actualmente es coordinador del sitio de divulgación económica El Observatorio Económico de México. Su línea de investigación abarca remesas y migración, política monetaria, banca central, federalismo fiscal y macroeconomía. Desde 1984 se desempeña en el ámbito editorial como autor y coordinador de publicaciones, boletines, revistas y secciones de periódicos.

Los datos panorámicos de la actual geografía económica de México nos dan la idea de un país que sigue marcado por desigualdades descomunales entre regiones, entidades federativas y municipios, donde prosperidad y pobreza coexisten con innegable tensión social. Así fue en el siglo XX y parece que así seguirá siendo en los siguientes años del actual siglo. La información que aporta el INEGI al respecto, base de esta nota, está referida a 2017, prácticamente al día.

Destaco en primer lugar un primer grupo, donde solamente once entidades (de 32) generaron dos tercios del PIB de ese año (66.4%), lo cual significa un elevado grado de concentración económica. En este grupo están los infaltables: Cd. de México (antes DF), Estado de México, Nuevo León y Jalisco, vanguardistas desde hace años que absorbieron el 40% del PIB. Así que la vieja y provocadora presunción de que “fuera de México todo es Cuautitlán”, sigue siendo relativamente cierta. Por lo tanto, aquí hay que matizar: con la apertura externa iniciada con el TLCAN original (1994), entraron con mayor presencia a este grupo líder: Veracruz, Guanajuato, Coahuila, Puebla, Sonora, Chihuahua y Baja California. En estas últimas siete entidades se han desarrollado atractivos polos industriales, los que han introducido nuevas dinámicas demográficas y, por lo mismo, otras distribuciones de la fuerza de trabajo a través de recientes formas de migración interna.

Si se revisan exclusivamente los datos de la producción industrial (sector secundario), se repiten los once nombres anteriores, pero añadiendo Campeche y Tabasco, con lo que esas trece entidades aportaron el 73.3%. de este rubro económico. La alta concentración industrial es innegable en este grupo. Vale destacar que la Puebla moderna es desde hace muchos años un polo industrial sureño de vanguardia basado en la industria automotriz. En el sureste, la preminencia de Campeche y Tabasco en este rubro es quizá frágil y quizá volátil, ya que está asociada fundamentalmente a la actividad petrolera que allí se asentó hace tiempo.

Desde hace unos años México, como otras economías del mundo, registra el predominio del sector terciario, donde el comercio y los servicios marcan la pauta. La concentración de la actividad terciaria nacional también es enorme, la mayor: en este tercer grupo el 77% generado es absorbido por catorce entidades, repitiendo obviamente las once que absorben el PIB industrial, pero a las que hay que añadir: Michoacán, Tamaulipas y Sinaloa. No es sorpresa que los polos industriales generen polos terciarios que los complementen, sobre todo si éstos últimos tienen un perfil productivo asociado a los servicios de punta, inmersos en la asimilación y perfeccionamiento de diversas innovaciones tecnológicas.

Finalmente, la concentración geográfica de las actividades primarias (agricultura, ganadería, silvicultura pesca y caza) también es elevada (75,6%) y recae también en sólo catorce entidades, igual que en el sector terciario. Lo particular de este cuarto grupo son dos cosas relevantes: 1) que incluye cuatro entidades que no están en ninguno de los tres grupos anteriores: Durango, Chiapas, San Luis Potosí y Zacatecas; 2) que repiten 8 entidades que también están incluidas en los tres grupos anteriores: Estado de México, Jalisco, Veracruz, Guanajuato, Puebla, Sonora, Chihuahua, Baja California. Estas ocho entidades ocupan un lugar preeminente en la estructura económica de México, pues destacan en todos los rubros revisados, quedando en la vanguardia económica nacional.

Si este tema se analiza desde una perspectiva distinta, por ejemplo, con la del IDH (Índice de Desarrollo Humano) de las entidades federativas de México, leyendo sus datos más recientes (2015) se refuerzan las conclusiones que salen de esta visión de la geografía económica de México con los indicadores macroeconómicos tradicionales.

Cabe recordar aquí brevemente que el IDH es un indicador creado por el PNUD de la ONU en 1990 para medir el nivel de bienestar de los países, donde se consideran tres factores cruciales en el desarrollo humano: salud, educación e ingreso. El IDH de México alcanzó en 2017 un nivel de 0.774 unidades, con lo que se ubica en la posición 74 entre las 189 naciones en las que hay una medición de este índice. Entre 1990 y 2017, nuestro IDH aumentó de 0.650 a 0.774, es decir, mejoró un 19 por ciento.

¿Y cómo se encuentra el IDH entre las entidades federativas de México? Con una distribución que confirman el panorama desigual que se percibe con los datos de INEGI que acabo de comentar. La correlación entre el lugar de cada una de ellas en el IDH y el lugar de las mismas en la estructura productiva es muy elevada.

Baja California es la que alcanza el mayor nivel: 0.958, seguido en orden de importancia por la Cd. de México, Jalisco, Estado de México, Nuevo León, Puebla, Sonora, Baja California Sur, Coahuila, Colima, Aguascalientes y Querétaro. Estas 12 entidades están en la cima nacional con un IDH arriba de 0.900 (entre 0.902 y 0.955), valor significativo en una escala internacional.

El resto de las entidades, 20, registraron un IDH entre 0.815 y 0.899, destacando tres por su más bajo nivel: Chiapas, Guerrero y Oaxaca. Estas entidades aparecen invariablemente en los últimos lugares en las diversas mediciones económicas.

No debe sorprender, por lo tanto, que, en 2018, Guerrero y Oaxaca, ubicadas entre las entidades más pobres del país, hayan sido receptoras de cuantiosas remesas externas, según los últimos datos del CEMLA (Notas de remesas, febrero 2019): 1,165 y 1,731 millones de dólares (mdd), respectivamente. Chiapas captó 816 mdd, cifra relativamente menor, de importancia intermedia en la tabla nacional. Michoacán, Jalisco y Guanajuato encabezaron en el año pasado la lista nacional de las mayores receptoras de dichas remesas (con un total de 9,707 mdd), no obstante que tienen cierta relevancia productiva en varios sectores económicos, como ya apunté arriba.   

Saltan a la vista los enormes desequilibrios que hoy registra la geografía económica mexicana, cualquiera sea el indicador que se adopte para medirlos. Este es un reto de vieja data que enfrenta el país en el futuro inmediato. Una integración económica niveladora de entidades y regiones no se dará de modo espontáneo y rápido. En un ambiente macroeconómico favorable al crecimiento productivo, el gasto público sostenible (que incida positivamente en salud, educación y en el ingreso laboral básico) será decisivo, pero no exclusivo, para cerrar gradualmente las grandes brechas económicas que se perciben en el territorio mexicano.

Es encantadora la idea mítica de un México inserto en el "cuerno de la abundancia", con el cual podemos salir del atraso, pero insensata e indudablemente delirante. La cornucopia mítica quizá puede inyectarnos optimismo para evocar tiempos mejores en el porvenir, pero la hazaña verdadera del cambio hacia la prosperidad vendrá con un nuevo pacto social, democrático, incluyente y modernizador. De esa naturaleza y tamaño es el reto verdadero de hoy.