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Mis lecturas
Mar, 27/12/2022 - 16:13

Luis Rubio

Lunes 5 de julio: cuando México ya sea otro
Luis Rubio

Presidente del Centro de Investigación para el Desarrollo (Cidac), una institución independiente dedicada a la investigación en temas de economía y política, en México. Fue miembro del Consejo de The Mexico Equity and Income Fund y del The Central European Value Fund, Inc., de la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal y de la Comisión Trilateral. Escribe una columna semanal en Reforma y es frecuente editorialista en The Washington Post, The Wall Street Journal y The Los Angeles Times. En 1993, recibió el Premio Dag Hammarksjold, y en 1998 el Premio Nacional de Periodismo.

Thomas Carlyle dice que “la verdadera universidad de estos días es una colección de libros.” Hago aquí me mejor intento por compartir algunas de las lecturas que más me impactaron este año.

Dos dictadores emblemáticos -Stalin y Hitler- se aliaron al inicio de la segunda guerra mundial, cada uno por sus intereses y razones, para luego acabar en un combate a muerte hasta que la Unión Soviética ocupó Berlín en 1945. Hitler inició la guerra y es la figura que más atención ha recibido en la literatura histórica, al grado en que ésta con frecuencia se identifica como la “guerra de Hitler.” Sean McMeekin [i] argumenta que éste es un enfoque errado porque fue Stalin quien aprovechó las circunstancias que se le fueron presentando en cada coyuntura hasta ganar ventajas estratégicas sin igual. Aunque fue Estados Unidos el país que logró la derrota incondicional de Alemania y Japón, este recuento iconoclasta concluye que el vencedor indisputado de la contienda fue Stalin, quien impuso una tiranía mucho más duradera.

En El espectro de la guerra [ii] Jonathan Haslam plantea que la revolución rusa de 1917 alteró las relaciones internacionales para siempre y que quienes siguieron apegados a los marcos de referencia previos erraron en todas sus decisiones, algunas por demás trascendentes, comenzando porque el nuevo régimen soviético fue tan importante en el surgimiento de Hitler como lo fue el Tratado de Versalles. Más importante, le hizo creer a los líderes occidentales, especialmente a los ingleses (Chamberlain), que Hitler sería un factor clave en la contención del comunismo. Nadie puede saber qué hubiera pasado si occidente y la Unión Soviética se hubieran aliado en los treinta para impedir el crecimiento de Alemania, pero la especulación de Haslam es clave: “la lección de los años entreguerras es que en la vida política el extremismo con gran facilidad se convierte en corriente dominante.” Es clave, prosigue, no ignorar la historia, “que ofrece advertencias, si tenemos el cuidado de reconocer lo que son.”

Michael Neiberg escribió sobre la caída de Francia en 1940, colapso que nadie anticipaba dada la famosa Línea Maginot, que los franceses, y el resto del mundo, creía era invulnerable, sólo para encontrar que la Alemania Nazi invadió Francia por los países bajos, obviando las formidables fortificaciones. El libro [iii] versa sobre el impacto de la invasión de Francia sobre Estados Unidos y el planteamiento trasciende el asunto inmediato. En esencia, el argumento es que el colapso de Francia cimbró a Estados Unidos porque nuestro vecino había concebido a Francia como el muro que la protegería de cualquier enemigo por el lado Atlántico; la caída de Francia le obligó a repensar toda su concepción del mundo y, a partir de ahí, construyó el más formidable ejército de la historia del planeta que no solo ganó esa guerra, sino que se convirtió en el factótum mundial a partir de entonces. De particular interés es la descripción que Neiberg hace sobre la forma en que EUA decidió quién sería su socio en Francia, apostando por Vichy, el gobierno de la Francia ocupada, contrariando al gobierno británico que había hecho un concienzudo análisis de la situación francesa y concluido que el socio idóneo era de Gaulle. El libro es fascinante en sí mismo, pero me pareció especialmente relevante por la propensión estadounidense a ignorar la situación local y, por lo tanto, errar en la identificación de sus socios, como evidenció en Vietnam, Afganistán e Irak.

Manuel Hinds escribió un libro que rompe con la tendencia de los últimos años de ver en el gobierno la solución a todos los problemas. In Defense of Liberal Democracyes un libro peculiar porque lo escribe un salvadoreño hablándole a los estadounidenses. El argumento central es que los periodos de cambio tecnológico producen severas disrupciones que, como ahora, se traducen en un incremento en la desigualdad de ingresos y mayor pobreza, pero que la democracia liberal es el mejor instrumento que ha ideado el ser humano para enfrentar esos males. Hinds analiza periodos complejos como el de la revolución francesa y la Alemania Nazi para concluir que la clave del desarrollo y de la democracia reside en la consolidación de una sociedad horizontal, que él denomina como multidimensional, que de inmediato crea pesos y contrapesos que fortalecen la capacidad de generación de ideas, proyectos y actividad productiva porque alinean los incentivos de las personas con los del desarrollo de su país. 

El mejor libro que he leído sobre la relación China-Estados Unidos, escrito por un ex primer ministro australiano, describe la complejidad de la relación, sus malentendidos históricos y, especialmente los puntos de convergencia y de divergencia. El título, la guerra evitable, [iv] es sugerente: el camino de sospechas y conspiraciones que se asumen por ambos lados tiene sólo un posible desenlace, a menos que ambas partes reconozcan la necesidad de llegar a entendidos clave para ellos y para el mundo.

[i] Stalin's War: A New History of World War II A New History of World War II.

[ii] Princeton.

[iii] When France Fell: The Vichy Crisis and the Fate of the Anglo-American Alliance.

[iv] Rudd, Kevin, The Avoidable War: The Dangers of a Catastrophic Conflict between the US and Xi Jinping's China.

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