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Mujeres en la agricultura: brechas que frenan el desarrollo
Lun, 07/03/2011 - 09:39

Alan Bojanic

Mujeres en la agricultura: brechas que frenan el desarrollo
Alan Bojanic

Alan Bojanic es Oficial a cargo de la Representación de la FAO en América Latina y el Caribe.

Al acercarnos a la conmemoración del centenario del Día Internacional de la Mujer, la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) nos invita a reflexionar sobre el rol y situación de la mujer en la agricultura, en su informe anual "El Estado Mundial de la Agricultura y la Alimentación 2011".

Si bien los hogares encabezados por una mujer no son siempre más pobres que aquellos dirigidos por un varón, el informe demuestra que las mujeres agricultoras se encuentran en una posición desfavorecida en términos del uso y acceso a los activos (como la tierra, el ganado y la maquinaria), insumos (fertilizantes, pesticidas, y semillas mejoradas), y servicios (crédito agrícola y extensión). Lo verdaderamente sorprendente de esta evaluación es que esta asimetría se observa en todas las regiones del planeta, con brechas de distinta magnitud.

El informe estima que, grosso modo, una distribución más equitativa de los activos, insumos y servicios agrícolas podría hacer crecer la producción de alimentos en el mundo entre 2,5 y 4%. Más aún, una expansión de la producción agrícola de esa magnitud podría reducir la incidencia de la subnutrición entre 100 y 150 millones de personas, de las casi mil millones de personas subnutridas que, según estima la FAO, existen actualmente en el mundo. 

En América Latina y el Caribe, el tema de la mujer en el campo ha estado en su mayor parte ausente de las discusiones de política y de género. A pesar de ello, durante las últimas décadas se han desencadenado profundos cambios económicos y sociales de duraderas consecuencias. Al igual que en las ciudades, más y más mujeres en el campo han dejado labores domésticas no remuneradas, ingresando al mercado laboral. 

Esta profunda reforma socioeconómica no sólo se manifiesta en los mercados laborales, sino también al interior de los hogares rurales. La mujer con ingresos tiene una posición de negociación reforzada para participar en la toma de decisiones del hogar, y esto suele mejorar otros indicadores de bienestar como la nutrición y educación. 

Eso no ocurre sólo por los ingresos adicionales, sino porque -como se ha demostrado en muchos estudios de caso- cuando las mujeres controlan una mayor parte del presupuesto del hogar, la proporción del gasto en alimentación, salud y educación tiende a aumentar significativamente, en beneficio de todos.

Pero aún queda mucho por hacer. La proporción de las explotaciones agrícolas controladas por mujeres ha ido en notorio aumento en la región. 

En Chile, por ejemplo, entre 1997 y 2007, el número de operaciones agrícolas controladas por mujeres creció significativamente, del 20 al 30 % del total. No obstante, estas agricultoras tienen menos tierra, y un acceso reducido a otros activos, servicios, e insumos agrícolas, al igual que las mujeres en otras regiones del planeta. 

Está en el interés de todos ir progresivamente, para eliminar esta desigualdad de oportunidades.

*Esta columna fue escrita en colaboración con Gustavo Anriquez, economista de FAO.

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