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Obama logra reconciliación Israel-Turquía
Dom, 31/03/2013 - 11:30

Esther Shabot

Amos Oz, más allá de la literatura
Esther Shabot

Esther Shabot Askenazi es licenciada en Sociología de la UNAM (1980, México), con estudios de maestría en Sociología en la UNAM y con especialización en Estudios Judaicos en la Universidad Iberoamericana (1982-1985). De 1983 a 1986 fue colaboradora semanal del periódico "El Nacional", tratando asuntos del Oriente Medio. Desde 1986 hasta la fecha es editorialista semanal en el periódico Excélsior, donde trata asuntos internacionales.

Desde que en mayo de 2010 ocurriera el incidente del ataque israelí al buque turco Mavi Marmara, que pretendía romper el bloqueo de Israel a Gaza, las relaciones entre Ankara y Jerusalén se deterioraron gravemente. A lo largo de casi tres años las exigencias del presidente turco Erdogan, de que Israel ofreciera disculpas e indemnizara por las vidas perdidas, no fueron satisfechas por el gobierno de Netanyahu, quien en el mejor de los casos estuvo dispuesto sólo a lamentar la pérdida de vidas en aquel incidente, pero no a disculparse y a compensar de la manera en que Ankara lo demandaba. Fue así como un punto vital de estabilidad en Oriente Medio quedó seriamente dañado al estropearse el nexo entre estos dos países que habían manejado una colaboración estrecha en cuestiones militares, estratégicas, económicas y diplomáticas desde mucho tiempo atrás.

Si algún éxito inmediato y claramente visible tuvo el reciente viaje de Barack Obama a la región, éste radica sin duda en las eficientes gestiones que durante el curso mismo de su visita realizó el presidente estadounidense para poner fin a tal distanciamiento. Y es que en un entorno regional marcado por la inclemente guerra civil en Siria y por los peligrosos avances del régimen iraní en su programa nuclear -además de la endémica inestabilidad en Egipto, en Irak, en los territorios palestinos e incluso en Jordania-, restaurar la colaboración entre Turquía e Israel resultaba una de las pocas vías para contrarrestar o limitar algunos de esos focos explosivos. De tal suerte que gran parte de los esfuerzos realizados en mancuerna por Obama y su secretario de Estado, John Kerry, estuvieron destinados a ello.

De hecho, hay comentarios en la prensa regional de que la tensión entre Turquía e Israel obraba claramente en detrimento de los intereses de ambas naciones de manera muy clara, pero que sus respectivos mandatarios, por decirlo de alguna forma, no podían bajarse de los árboles en los que se habían trepado. La visita de Obama fue así el mecanismo que los ayudó -¿o forzó?- a hacerlo. De manera enérgica Obama actuó con ese objetivo, poniendo con ello fin obligado a un duelo de egos entre Erdogan y Netanyahu.

Otros elementos que contribuyeron a que la inmediata llamada telefónica de disculpas de Netanyahu a Erdogan se diera fue el hecho de que en el nuevo gobierno en funciones en Israel el ministerio de Relaciones Exteriores ya no está más en manos del anterior canciller, Avigdor Liberman, personaje de línea dura quien era extremadamente reacio a ofrecer las disculpas exigidas.

Por el lado de Erdogan, operaron también para su ablandamiento y consecuente disminución de algunas otras demandas extra, antes incluidas, tanto consideraciones geoestratégicas en el plano regional, como su reciente iniciativa de firmar un alto al fuego con el Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), segmento de su amplia población kurda en combate desde hace mucho contra el régimen de Ankara para conseguir su autodeterminación. Tal acuerdo le ha generado a Erdogan problemas con muchos de sus compatriotas ultranacionalistas, que no ven con buenos ojos las concesiones que se están pactando con esta parte de la minoría kurda. En ese sentido, proyectar una imagen de ganador del duelo con Netanyahu eleva los bonos de Erdogan en su calidad de líder capaz de imponer condiciones.

Queda todavía mucho que analizar respecto a los resultados de la visita de Obama a Israel, a la autonomía Palestina y a Jordania, porque lo que durante ella se trató y gestionó tardará un tiempo en mostrar sus efectos. Lo único quizá que desde el curso mismo de su estancia en la región sí se evidenció con toda claridad fue el fuerte impulso que el liderazgo estadounidense imprimió hacia la restauración de los lazos de colaboración entre esas dos naciones, Israel y Turquía, que a pesar de sus múltiples diferencias, comparten a fin de cuentas tantos intereses entre ellos y con Washington que el alejamiento que prevaleció durante los últimos tres años no podía seguir sosteniéndose sin serias consecuencias para cada quien en particular y para la estabilidad regional en general.

*Esta columna fue publicada originalmente en Excelsior.com.mx.

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