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¿Otra vez la clase media?
Vie, 13/07/2012 - 11:02

Alfredo González Reyes

¿A quién le importa la desigualdad?
Alfredo González Reyes

Alfredo González es Especialista del Programa para las áreas de Pobreza, Objetivos de Desarrollo del Milenio y Desarrollo Humano de la Dirección Regional para América Latina y el Caribe del PNUD, con sede en la ciudad de Nueva York. Fue Coordinador Ejecutivo de la Oficina de Investigación en Desarrollo Humano del PNUD México. Es Maestro en Política Pública por University College London (UCL) y Licenciado en Ciencia Política y Relaciones Internacionales por el Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE).

El asunto de lo que conocemos como clase media, su definición y lo que significa para un país, ha estado presente ya por mucho tiempo en la discusión académica, y se mantiene particularmente vigente en la discusión de política pública como fenómeno creciente en el llamado mundo en desarrollo.

En lo que toca a América Latina y el Caribe, algunos consideran que el crecimiento de la clase media es innegable y que debe ser reconocido entre otras cosas porque su existencia misma puede generar pistas sobre cómo mejorar la calidad de vida de las personas que se encuentran en condiciones de mayor pobreza –una perspectiva así puede encontrarse aquí.

Con una mirada todavía más optimista, otros destacan la importancia de la clase media en el fortalecimiento del consumo de bienes y servicios de mayor valor, y en el triunfo del espíritu emprendedor que puede llevar a un joven de vender camisetas en las calles a consolidar la empresa más importante en su ramo, como muestra esta nota.

Miradas como las antes mencionadas padecen, posiblemente, tres limitantes. Primero, basan su argumentación en una definición implícita de clase media que es relativa, y por tanto difícil de comparar. Segundo, se olvidan además de que una definición de clase media, si se pretende útil para la discusión de política pública, debería tener algún referente directo con en este ámbito, es decir, debe tener algún propósito. Idealmente, este propósito debería estar asociado a la generación de mayor bienestar para personas concretas o al menos a la eliminación de situaciones indeseables. Tercero, dichas miradas se olvidan de considerar de alguna forma la percepción y expectativas de aquellas personas que se presume forman parte de esa clase media.

Las primeras dos limitantes parecen ser atendidas por una propuesta reciente que define y mide a la clase media en términos de su vulnerabilidad ante la pobreza. Con base en el análisis de Chile, México y Perú, esta propuesta analiza las condiciones objetivas que están presentes cuando un hogar cae por debajo de la línea oficial de pobreza, y a partir de ese análisis define a la clase media como aquellos hogares que tienen una baja probabilidad de caer por debajo de dicha línea. En términos monetarios, dicha probabilidad equivale a un límite inferior de ingreso medio diario per cápita en el hogar de US$10 ajustados por paridad de poder de compra –el límite superior se asume en US$50.

Pese a sus posibles limitaciones, dicha propuesta no solamente constituye una medida absoluta bien definida que permite hacer comparaciones –y que por cierto encuentra que la clase media de esos tres países ha aumentado significativamente entre 1992 y 2009. También muestra un potencial importante como herramienta de política pública al identificar no sólo a quienes no están en condiciones de pobreza, sino a quienes tienen cierta probabilidad de verse en esas condiciones. Desde esta perspectiva, el propósito de esta definición de clase media puede identificarse en su potencial utilidad para conocer (¿y tratar de minimizar?) el riesgo de caer en condiciones de pobreza.

La manera de atender la tercera limitante es menos clara. Primero, la percepción que tienen las personas con respecto a dónde se encuentran en términos de ingreso es necesariamente de naturaleza relativa. Segundo, la idea de lo que las personas tienen sobre su bienestar y las demandas a las que la política pública debería responder, puede diferir de la información objetiva que los tomadores de decisiones suelen tomar en cuenta. Los siguientes gráficos ilustran de manera muy elemental dicha posibilidad para los tres países antes mencionados.

El primer gráfico, que describe la percepción de una muestra representativa de población entrevistada por país, sugiere que proporciones muy altas de dicha población consideran encontrarse en medio, y no creen pertenecer ni a las personas con mayores ingresos, ni a las de menores ingresos en cada lugar (94% en Chile, 76% en México y 81% en Perú). El segundo gráfico no describe percepciones, sino la distribución del ingreso medio diario per cápita por quintil (por cada veinte por ciento) de hogares; en este puede observarse que, lo que podría llamarse como clase media “objetiva” (hogares con un ingreso medio diario per cápita de entre US$10 y US$50) se encuentra dentro del 60% de los hogares con mayores ingresos en Chile, y apenas dentro del 40% del mismo grupo de hogares en México y Perú.

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Fuentes:  Percepción de ingreso relativo: Latinobarómetro. 2010. Ingreso real: CASEN, ENIGH y ENAHO; INEGI para Índice de Precios al Consumidor en México; Indicadores de Desarrollo Mundial (Banco Mundial) para factores de conversión PPP. 2009.

Desde una perspectiva global, se ha dicho que el crecimiento de la clase media implicará enfrentar los desafíos de una población que demandará más y mejores servicios, una distribución más justa de los beneficios del crecimiento económico, y una mejor respuesta de parte de sus instituciones políticas. Algunas claves para enfrentar estos desafíos estarán en el incremento y mayor calidad de la protección social, el empleo, el gobierno y el régimen democrático, según esta visión.

Lo anterior sin duda alude también a América Latina y el Caribe. Como sucede en otros países de la región y otras regiones del mundo, en Chile, México y Perú, existe una discusión pública muy viva y variada sobre el tema, y los resultados que esta discusión vayan generando en materia de políticas públicas sin duda se verán afectados por la forma en que cada voz defina el problema. Pero si se espera que la clase media interprete los papeles de motor del crecimiento económico y base de la estabilidad democrática que se cree le corresponden, será importante recordar no sólo que hay algunas formas de definir a la clase media en términos objetivos que pueden ser más útiles que otras, sino también tomar en cuenta de alguna forma las percepciones de quienes se sienten o no parte de esa clase, sus necesidades y sus expectativas.

Al final, en el ámbito de las discusiones y las acciones en materia de desarrollo, saber lo que significa ser de clase media, con mayor o menor precisión y desde cualquier perspectiva, sólo llega a cobrar sentido si contribuye de alguna manera al bienestar de individuos concretos. ¿O no?

*Esta columna fue publicada originalmente en la revista Humanum del PNUD.

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