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Perú, por una sociedad menos fingida y realmente inclusiva
Mar, 06/05/2014 - 10:08

Carlos Escaffi

Perú: cuando los emprendedores se hacen notar
Carlos Escaffi

Director del think tank Relaxiona Internacional y profesor de la Pontificia Universidad Católica del Perú.

La motivación que me lleva a escribir esta nota es la insólita, surrealista y antagónica marcha promovida por diversos grupos evangélicos en contra del proyecto de ley de la unión civil entre personas del mismo sexo, marcha que se realizó el sábado 3 de mayo por algunas avenidas céntricas de Lima, emulando los juzgamientos públicos que realizaban los nada venerables jueces de la otrora Santa Inquisición, en los cuales se resolvía qué tipo de condena y/o tortura se debía imponer, de manera de suprimir la potencial herejía.

En particular la referida marcha tenía como finalidad oponerse a la iniciativa presentada por el congresista Carlos Bruce, quien presentó el proyecto de ley N° 2647/ 2013-CR, que propone establecer la unión civil entre personas del mismo sexo, y por cierto también, al beneplácito concedido en relación al citado proyecto de ley por la cartera de Justicia del Perú, que afirmó, “el proyecto no solo resulta jurídicamente viable, sino que es representativo de una concreción esencial de los derechos fundamentales al libre desarrollo de la personalidad y a la igualdad y no discriminación”.

Pero, ¿cuál es la propuesta tan grave a la que se oponen los grupos evangélicos que promovieron la marcha en cuestión? La siguiente: los integrantes de la unión civil no matrimonial podrán formar sociedades gananciales, salvo que acuerden lo contrario; los compañeros civiles recibirán el mismo tratamiento y tendrán los mismos derechos que un pariente de primer grado, es decir, podrán visitar a sus parejas cuando éstas se encuentren internadas en un hospital o un centro penitenciario; tomarán decisiones para el inicio de tratamientos quirúrgicos de emergencia, recibirán alimentos de sus compañeros y adquirirán la nacionalidad peruana en el caso de que sean extranjeros, luego de dos años de haber celebrado la unión civil. Además, cita la referida propuesta legislativa, que si uno de los firmantes de la unión civil fallece, el otro podrá heredar la propiedad o bienes que este o los dos hayan adquirido; en lo que se refiere a la seguridad social, el proyecto indica que si uno de los compañeros civiles no tuviese cobertura médica pública o privada, podrá ser inscrito como beneficiario por su pareja para que goce de los beneficios a los que el titular tenga derecho.

Realmente sigo tan sorprendido con la citada marcha, pues es difícil comprender que en un país que se jacta por tener una administración inclusiva, que se preocupa por erradicar cualquier práctica vinculada con discriminación, que cree en la libertad e igualdad, se encuentren este tipo de movimientos, (que haciendo uso de la libertad de expresión, se manifiesta públicamente) que nos llevan a rememorar prácticas ortodoxas de condenas que pretendían corregir la idolatría, brujería, seducción, vida conyugal secreta en el caso de los sacerdotes, bigamia, homosexualidad, la apostasía, entre otras prácticas y/o comportamientos “condenables”.

El estado estupefacto en que me dejan los argumentos insistentes y trasnochados de la marcha en cuestión me llevan a reflexionar lo siguiente: ¿por qué no se generan otros tipos de manifestaciones públicas?, como por ejemplo, una marcha a favor de la reconstrucción de Pisco, otra marcha en contra de la desnutrición infantil en Huancavelica; también una marcha en contra de las muertes que generan los irresponsables del volante o una marcha en contra de la violencia contra la mujer. Tampoco estaría demás promover una marcha en contra de los hijos no reconocidos o también de aquellos que prefieren tenerlos en el exterior; se hace necesario también marchar en contra de la coima, ¿no?, incluso una marcha en contra de los que no respetan a la Policía… Tantos temas para poder marchar, pero finalmente, decidieron marchar por la exclusión…

Así las cosas, si en algún momento se pretendiera instituir y promover con fuerza una cultura vinculada con la real inclusión social en el Perú, creo que ésta demoraría por lo menos dos generaciones más en lo que respecta a su total implantación, pues en este momento la reticencia sobra y abunda.

Finalmente, se confirma que seguimos viviendo en una sociedad machista, egoísta, intolerante, sancionadora con el actuar ajeno, juzgadora y crítica en exceso, en donde no me extrañaría que se sustente el actuar con la siguiente frase: “porque Dios así lo quiso, porque Dios también es hombre”, y a propósito de la Divina Providencia, no hay que olvidar lo manifestado públicamente por el Papa Francisco, quien afirmó “que no se debía condenar a los divorciados y que la Iglesia no está para fiscales de fe”.

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