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¿Por qué hay empresarios que se oponen al ingreso del Ecuador a la A. del Pacífico?
Lun, 15/07/2019 - 08:07

Gabriela Calderón

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Gabriela Calderón

Editora de ElCato.org y columnista del diario El Universo (Ecuador). Se graduó en 2004 con un título de Ciencias Políticas con concentración en Relaciones Internacionales de la York College of Pennsylvania. Sus artículos han sido reproducidos en otros periódicos de Latinoamérica y España como El Tiempo (Colombia), La Prensa Gráfica (El Salvador), Libertad Digital (España), El Deber (Bolivia), El Universal (Venezuela), entre otros. En 2007 obtuvo su maestría en Comercio y Política Internacional de la George Mason University.

Enhorabuena el gobierno ha decidido impulsar el ingreso de Ecuador a la Alianza del Pacífico(AP). El principal asunto pendiente en la agenda para incorporarnos a este bloque es negociar un acuerdo más profundo con México. Así que uno de los principales beneficios del ingreso a la AP es tener un comercio más libre con México y, posiblemente, luego con Australia, Canadá, Corea del Sur, Nueva Zelandia y Singapur, entre otros países.

De México importamos principalmente productos de metalmecánica, automóviles, farmacéuticos y químicos, plásticos y, para el cuidado personal y del hogar.[1] No sorprende que, entre quienes se oponen a esta Alianza, se encuentran gremios que representan a empresarios que temen verse expuestos a la competencia internacional.

En un comunicado, la Cámara de la Pequeña y Mediana Industria de Pichincha (CAPEIPI), la Cámara Industria Automotriz Ecuatoriana (CINAE) y Fedimetal se manifestaron en contra de este intento de aliviar el bolsillo de los consumidores y productores ecuatorianos. Es comprensible, ya que esta medida pondría en peligro el bolsillo de sus privilegiados socios.

Estos gremios que se oponen al ingreso del país a la AP repiten la falacia de que no podemos abrirnos porque padecemos de un dólar apreciado. Este argumento hace agua, particularmente porque las otras dos economías dolarizadas en Latinoamérica no sufren el mismo nivel de apreciación del tipo de cambio real que nosotros. Dicho de otra forma, si tenemos la misma moneda que El Salvador y Panamá, ¿por qué Ecuador es más caro? La calentura no está en la moneda, sino en toda esa serie de barreras al comercio y al flujo de capitales que mantenemos.

Que las importaciones son malas y las exportaciones son buenas es una idea mercantilista que se niega a morir y aquí nos dicen que es de particular relevancia porque estamos dolarizados. Pero el economista Lawrence White de George Mason University sostiene que una moneda apreciada no hace inconveniente reducir los aranceles: “Reducir los aranceles no hace que el dinero sea más o menos abundante, ni tampoco impide el proceso de ajuste de alguna manera apreciable. Los dólares saldrán de Ecuador (una balanza de pagos ‘negativa’) solo y únicamente si es que el stock actual de dólares excede la demanda de los ecuatorianos de tener dólares dado el poder adquisitivo en el presente del dólar. Las políticas ecuatorianas no pueden alterar el poder adquisitivo internacional del dólar. La demanda ecuatoriana de acumular dólares prácticamente no es afectada por el nivel de sus aranceles. Si alguna relación existe, esta sería que los aranceles más bajos aumentarían ligeramente el ingreso real del país, todo lo cual incrementaría la demanda de dinero real”. 

Luego están quienes piensan que la apertura solo es buena si es recíproca. Pero algunas de las historias más exitosas de desarrollo se basaron en la apertura comercial unilateral, basta con recordar la historia reciente de Chile y Perú, o la no tan reciente de Hong Kong y la más antigua de Inglaterra cuando abolió las Corn Laws en 1846. Nuestra política comercial no debe depender de lo que otros hagan. Si otros países deciden imponerle impuestos más altos a sus ciudadanos en la forma de aranceles, no tenemos porque nosotros hacernos el mismo daño.[4]

Referencias:

1. Presentación de David Molina, Director Ejecutivo de la Cámara de la Industria Automotriz Ecuatoriana. Junio de 2019.

* Esta columna fue publicada con anterioridad en el centro de estudios públicos ElCato.org.