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Precios de los alimentos: no podemos bajar la guardia
Vie, 08/10/2010 - 12:19

Ekaterina Krivonos

Precios de los alimentos: no podemos bajar la guardia
Ekaterina Krivonos

Oficial de Comercio y Mercados de la Oficina Regional de la FAO para América Latina y el Caribe. Doctora en Economía Agraria por la Universidad de Maryland, se desempeñó como especialista de comercio en la Cepal, el Banco Interamericano de Desarrollo y el Banco Mundial, antes de ingresar a la FAO en 2009.

A pesar del alza reciente en los precios internacionales de los alimentos (principalmente del trigo), no estamos frente la misma situación que resultó en la crisis de precios que vivimos en 2008. Si bien el Índice de Precios de los Alimentos de la FAO está en su nivel más alto en los últimos 25 meses, los niveles de reservas son adecuados y la cosecha de cereales será la tercera mayor que se haya registrado.

Lo que sí enfrentamos es un periodo de gran volatilidad y turbulencia en los precios internacionales de los alimentos, periodo al cual necesitamos adaptarnos y reaccionar para evitar que dichos movimientos amenacen la lucha contra el hambre y la promoción de la seguridad alimentaria.

Es probable que los precios permanezcan volátiles durante los próximos años, debido a la mayor ocurrencia de fenómenos climáticos extremos que afectan los rendimientos (cada vez más frecuentes debido al cambio climático) y la creciente importancia de los actores no comerciales en los mercados de productos básicos. Otros factores que pueden producir riesgos adicionales son la creciente interdependencia de los mercados de alimentos y de energía, y los cambios inesperados en las políticas nacionales que pueden afectar el suministro global de alimentos.

Frente a múltiples incertidumbres, los mercados de granos viven un momento de alta sensibilidad y tienden a reaccionar de una manera nerviosa a cualquier cambio en las proyecciones de la oferta o la demanda.

El alza del precio de trigo es un ejemplo: los precios internacionales se dispararon entre 60 y 80 % desde julio a la fecha, en reacción a la caída imprevista en la cosecha de Rusia y a los anuncios de restricciones a las exportaciones. La fuerte alza ocurrió a pesar de las buenas cosechas en otras partes del mundo.

Actualmente el suministro y la demanda mundial de cereales están suficientemente equilibrados y no existen indicios de que vaya producirse una nueva crisis alimentaria. La situación podría cambiar si se registran nuevos eventos climáticos adversos de gran magnitud o intervenciones gubernamentales en los principales países productores. Ello podría provocar compras por pánico y acaparamiento.

Con motivo de aclarar y detallar las tendencias actuales en los mercados, el 24 de septiembre pasado la FAO llevo a cabo una reunión especial de los Grupos Intergubernamentales sobre Granos y Arroz, en la cual se presentaron nuevas evaluaciones sobre suministro y demanda de cereales, y los países discutieron las opciones para asegurar mayor estabilidad en estos mercados.

Para evitar que ocurra una crisis como la que vivimos en 2008, es esencial asegurar la transparencia y el funcionamiento eficiente del mercado.

La comunidad internacional debe tomar una posición más activa para enfrentar esta nueva situación de volatilidad elevada de los precios, así como las vulnerabilidades que surgen de allí. Es imperativo explorar todas las opciones para mitigar las turbulencias y alcanzar mayor estabilidad en los mercados, beneficiando tanto a los productores como a los consumidores, especialmente a los pobres, que tienden a ser afectados desproporcionadamente por los shocks en los precios mundiales.

Esto requiere mejorar la información disponible, evitar intervenciones de políticas públicas inesperadas y mantener el diálogo y la coordinación entre los grandes actores. Mayor transparencia e información precisa aumentan la confianza en el buen funcionamiento del mercado, ayudan a evitar la intensificación de las respuestas proteccionistas y las fiebres de compras, además de  permitir a los gobiernos prepararse con antelación a los posibles cambios.

Por ello es necesario mejorar y armonizar los instrumentos de evaluación de cosecha y asegurar que la información sea compartida entre todos. Respondiendo a esta necesidad, la FAO cumple un rol importante en recopilar y difundir la información proveniente de los países, y está estudiando las experiencias de los países en aplicar medidas de políticas para contrarrestar los efectos negativos del alza de los precios durante 2007 y 2008. Ello permitirá identificar mecanismos eficaces que puedan ser utilizados durante posibles episodios futuros de alza de los precios.

También se necesita un debate sobre cómo mejorar la regulación de los mercados futuros de los bienes básicos, lo que no necesariamente implica restricciones a las transacciones en estos mercados, sino medidas para hacer estas transacciones más transparentes y limitar el impacto adverso de las actividades especulativas.

Mantener el comercio internacional abierto, fluido y eficaz es indispensable para enfrentar el desafío de la seguridad alimentaria. A pesar de que los países exportadores pueden tener incentivos para imponer restricciones a las exportaciones en situaciones de emergencia, para asegurar el abastecimiento interno, estas acciones pueden resultar en presión adicional sobre los precios mundiales y perjudicar tanto a los productores del país exportador como a los consumidores en los países importadores netos de alimentos, muchos de ellos de bajos ingresos. Barreras a la exportación disminuyen de una forma inmediata la oferta global de los alimentos, creando un círculo vicioso donde la confianza en el mercado mundial se debilita, provocando compras nerviosas y nuevas medidas proteccionistas frente a la inseguridad alimentaria.

Conciente de estas preocupaciones, durante la Cumbre Mundial sobre la Seguridad Alimentaria, realizada en noviembre del 2009, en la Sede de la FAO en Roma, los países miembros de la Organización acordaron “abstenerse de tomar medidas contradictorias con las reglas de la Organización Mundial del Comercio (OMC) que tengan efectos negativos sobre la seguridad alimentaria a nivel mundial, regional y nacional”.

Este es un reconocimiento importante de la responsabilidad de los gobiernos en contribuir a la estabilidad del mercado de alimentos. Para cumplir este compromiso es importante que los países se abstengan de imponer barreras a la exportación e incorporen este tema en la agenda de negociaciones multilaterales en la OMC.

Más allá de las medidas de mitigación de riesgos a nivel mundial, los países de América Latina y el Caribe deben prepararse para enfrentar una situación de mayor volatilidad de los precios de alimentos y evitar un aumento en el número de personas que sufren de hambre.

Una de las opciones es aumentar las reservas nacionales de granos para tener suficientes alimentos durante las situaciones de emergencias. Otras incluyen estimular el comercio intra-regional de alimentos para poder responder rápidamente a situaciones de desabastecimiento a nivel nacional, a raíz de de eventos climáticos extremos u otras causas posibles.

Centroamérica cuenta con experiencias de facilitación del comercio de productos básicos a nivel subregional, a través de la simplificación de los procedimientos administrativos y del otorgamiento de financiamiento para el intercambio comercial de alimentos.

También es importante desarrollar mercados nacionales y territoriales, reduciendo los costos de transacción para pequeños productores, creando canales eficientes de comercialización de alimentos frescos que conectan la producción con la demanda local de una manera más directa. Esto puede suavizar los impactos de los cambios inesperados en los precios mundiales sobre la alimentación.  

Por otro lado, para garantizar la seguridad alimentaria es importante asegurar que los países vulnerables tengan los recursos necesarios para financiar la importación de alimentos básicos, durante episodios de alza de los precios, evitando presiones sobre la balanza de pagos.

A más largo plazo, la única solución para evitar movimientos inesperados de los precios de los alimentos es contar con una oferta amplia y estable. Para lograr esto los países de América Latina y el Caribe deben revalorar el papel del sector agrícola en sus economías, priorizando el aumento de la producción, la mayor productividad y la resiliencia a riesgos producto de la variabilidad climática. Lo anterior requiere de políticas sectoriales que promuevan mayor inversión y transferencia de innovación tecnológica, y sobre todo requiere políticas diferenciadas para el desarrollo de la agricultura familiar, que en muchos países es la principal proveedora de alimentos para el abastecimiento interno.

Lo que resulta contraproducente en este ambiente de riesgos compartidos es actuar de una manera unilateral, perjudicando a otros actores en el mercado. La respuesta debe ser coordinada y balanceada de manera que no castigue a los países importadores de alimentos, agravando sus vulnerabilidades y creando distorsiones en el mercado mundial. Los países deben adherirse a las reglas del juego acordadas en foros internacionales, mantener mercados transparentes y eficientes, combinando esto con el desarrollo de la producción agroalimentaria y de los mercados internos.