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Recesión o no recesión en México… ¿ése es el dilema de hoy?
Mar, 20/05/2014 - 12:24

Fernando Chávez

Los saldos económicos de la guerra mexicana contra el poder narco
Fernando Chávez

Fernando Chávez es economista y docente de la Universidad Autónoma Metropolitana de México (UAM). Actualmente es coordinador del sitio de divulgación económica El Observatorio Económico de México. Su línea de investigación abarca remesas y migración, política monetaria, banca central, federalismo fiscal y macroeconomía. Desde 1984 se desempeña en el ámbito editorial como autor y coordinador de publicaciones, boletines, revistas y secciones de periódicos.

Un día cualquiera, el 7 de mayo pasado, el INEGI publicó su boletín mensual de prensa sobre el “Sistema de Indicadores Cíclicos” (SIC) con datos del mes de febrero. La sustancia del boletín está implícita e inequívoca: la economía mexicana ya está en recesión, de acuerdo al enfoque allí manejado. Un diario especializado en temas económicos, interpretó este dato y al día siguiente le dio primera plana con fines llamativos: ¡estamos en recesión! Sólo que se les olvidó aclarar que la situación recesiva había comenzado desde agosto del año pasado, es decir, desde hace nueve meses (sin incluir aún los meses de marzo, abril y mayo de este año, para los que no hay todavía datos).

Este fue el detonante para que Hacienda declarara de inmediato con estilo avasallador “la verdad oficial”: no es cierto lo que sale de las cifras del INEGI y mucho menos de lo que se diga, explique y aclare en este mismo sentido. Para Hacienda no hay recesión, sino una situación en la que hay “señales de crecimiento” (ver Ernesto Revilla, “Los indicadores cíclicos y el estado de la economía", El Financiero,13-05-14), que comete además el disparate mayúsculo de afirmar que: “Cuando los componentes del indicador decrecen y se encuentran debajo de su tendencia de largo plazo, se dice que el indicador (mas no la economía) está en fase recesiva.” Sin duda, va para el mármol este parrafito digno de Capulina, nuestro inolvidable rey del humorismo blanco.

¿Cuál es lo alarmante de este desencuentro de declaraciones y posicionamientos respecto a si existe o no una recesión en México?  Percibo, deja vu,  que no ha habido una exploración serena en los datos y tampoco una revisión, así sea somera, de los que es y cómo se debe interpretar una de las dos metodologías que elabora el INEGI para darle seguimiento al ciclo económico mexicano. En la metodología del SIC el concepto de recesión es claro, lo cual no significa que persuada a todo el mundo, pues hay una metodología alternativa -la de la NBER (National Bureau of Economic Research) de EUA-, para estudiar los ciclos en donde la temida recesión se concibe y se mide de otra forma.

En primer lugar hay que aclarar que el INEGI maneja desde hace años esta metodología, útil para saber el punto del ciclo económico, de los cuatro puntos posibles, en el que pudiera estar el país en un momento dado: desaceleración, recesión, recuperación y expansión. De acuerdo a ella hoy estamos en una “recesión de crecimiento” desde hace siete meses (incluyendo hasta febrero de este año), ya que los ciclos así estudiados se llaman “de crecimiento”. Por otra parte, el enfoque de “ciclos clásicos”, que mide de otra forma las fluctuaciones del capitalismo, se sustenta en la NBER y que el INEGI también labora. Allí hay otra forma de concebir y medir una recesión como lo explica Jonathan Heath en su admirable libro “Lo que indican los indicadores”, editado por el mismo INEGI hace dos años y disponible gratuitamente en línea.

La definición de una recesión en el SIC referido es clara, en la que básicamente hay que entender lo siguiente: ésta aparece cuando la actividad económica registre un valor del Indicador Coincidente (IC) por debajo de su “tendencia potencial de largo plazo”, punto al que se debe llegar por una desaceleración sostenida de por lo menos nueve meses.

La recesión, en este enfoque, no es más que una desviación de lo que podría estar produciendo la economía en condiciones óptimas o potenciales. Y esto no quiere decir necesariamente que la economía no esté creciendo, así sea poquito y en un ambiente de palpable incertidumbre, como es el caso de México en los últimos meses. En esta metodología, la recesión no es una contracción o una depresión o una caída económica, donde hay una severa caída del producto y una alza en el desempleo, con el desplome inevitable del consumo agregado y de los pedidos a las empresas, entre otras tendencias negativas.

El SIC, como toda medición económica, adolece de imprecisiones que son propicias para confusiones de varios tipos, pero es desatinado y abusivo que la máxima autoridad financiera descalifique esta metodología del INEGI (institución autónoma, dicho sea e paso) por que los datos que hoy arroja no son políticamente correctos para un gobierno que vende febrilmente la tesis de que las cosas andan bien y vendrán mejor por que se están haciendo bien y a tiempo para una gobernabilidad que nace de su ideario. 

¿Cuando el SIC muestre los datos de una eventual recuperación y luego de una eventual expansión (que vendrán ambas tarde o temprano),  entonces Hacienda sí lo aprobará como una técnica aceptable para saber en qué punto del ciclo se ubica la economía mexicana?

Es muy tentador tratar de resolver cómodamente este artificial lío conceptual sustituyendo el término recesión  por el de  “crisis” (originado en el pensamiento marxista), o el de “contracción/depresión” (originada en el pensamiento macroeconómico dominante), que pueden advertirnos acertadamente que en el corto plazo todo se derrumba y el pesimismo campea en todas partes. Pero esta posible evasión del enfoque aquí revisado, que está en el centro del viciado debate que hoy presenciamos, solamente provocaría indebidamente más confusión y desconfianza de la opinión pública frente a los datos estadísticos que contribuyen  a conocer el punto en que se encuentra la economía mexicana y frente a las tareas de los economistas sobre este tipo de asunto de interés público.

El boletín del INEGI ya referido informó escuetamente que en febrero de 2014 “el Indicador Coincidente se localizó por debajo de su tendencia de largo plazo al registrar un valor de 99,7 puntos, lo que representa una variación de (-) 0,04 puntos respecto al mes anterior”. Pero hay algo que el INEGI no hace y quizá no tiene por qué hacerlo: declarar una recesión, que comenzó, lo reitero, desde agosto del año pasado, puesto que desde ese mes el valor del IC (99,96) fue menor a 100 (casi imperceptible). Y desde entonces dicho valor ha quedado por debajo de 100 y ha ido descendiendo constantemente hasta llegar en febrero a 99,7.

Se llegó a esta situación de recesión económica después de que se iniciara una desaceleración sostenida de un año, desde julio de 2012 hasta junio del año pasado. Esto significa que el valor del IC decreció casi sin pausa (quedando pasmado durante abril, mayo y junio del 2013 en 100,55), aunque todavía estaba arriba de la tendencia de largo plazo.

Si revisamos el IC que se maneja en el SICCA, que expresa el otro enfoque disponible para analizar sistemáticamente el ciclo económico en México (basado en la tradición teórica de la NBER), se observa una tendencia declinante y errática desde febrero del 2012, tanto por su variación anual como mensual, aunque más clara en el primer caso que en el segundo. Vale resaltar que la tasa anual de febrero de este año es negativa (-0,68%), lo cual permite suponer una cierta sintonía con el dato de recesión que arroja para este mismo mes el SIC controvertido.

En resumidas cuentas, por ambas metodologías disponibles (SIC y SICCA) el desempeño de la economía mexicana no es alentador y sí muy preocupante. El crecimiento está perdiendo empuje desde hace meses y eso es también perceptible en varios indicadores significativos, como los mencionados en el boletín del 12 de mayo que publicó Hacienda. Pero éste falla en el manejo de algunos de tales indicadores por contener afirmaciones desafortunadas, que aquí aclaro con la ayuda oportuna de un diligente economista egresado de la UAM:    

a) El crecimiento anual de la producción industrial en marzo (corregida por efectos del calendario) fue de -0,10% y para las manufacturas 2,0%, muy por debajo de los datos de Hacienda en su boletín, que son de 3,4 y 6,8%, respectivamente. Los cambios mensuales calculados con las series desestacionalizadas no cautivan: la actividad industrial presentó una caída mensual de -0,1% y las manufacturas cayeron a una tasa mensual de -0,3%.

b) El crecimiento del empleo anual de los asegurados del IMSS en abril fue de 2014 de 489,394 plazas, el menor de los últimos cuatro años. Este número es 23,7% menor al registrado en abril de 2013 y 28.4% inferior al observado en abril de 2012. La tasa de crecimiento de 3%, subrayada por Hacienda, también está por debajo de los aumentos registrados en los tres años previos. El año pasado la variación del número de asegurados correspondió en 85% a permanentes y en 15% a eventuales, pero en 2014 la proporción fue 80% y 20%. Lo obvio: hay menos plazas y con menor proporción de permanentes y, por lo tanto, un mercado laboral que cierra oportunidades. 

c) Hacienda destacó el crecimiento a tasa anual nominal de las ventas reportadas por la Antad (Asociación Nacional de Tiendas de Autoservicio y Departamentales), 2,4% para tiendas iguales y 6.8% para las ventas totales. Pero estas tasas en términos reales resultan ser de -1,1 y 3,3% para tiendas iguales y totales, respectivamente. Eliminando los problemas de calendario, se compara el cuatrimestre completo enero-abril del 2014 contra el mismo periodo del año pasado: las ventas anuales nominales de tiendas iguales se contrajeron -0,5% en el y las ventas totales crecieron 3,8%. Sin embargo, al calcular las tasas anuales reales en el periodo enero-abril de 2014, las ventas de tiendas iguales se contrajeron en 4,5% y las totales en 0,2%. Vemos un mercado interno contraído, nada menos ni nada más.

Hacienda rechaza la tesis de la recesión, medida con la metodología OCDE, porque no la entienden a fondo y, segundo, aunque ellos la entendieran no les conviene que se mencione y se desmenuce como un resultado de su malograda política económica. Las palabritas recesión y estancamiento, salgan de donde salgan, medidas como sea, los tensa y los manda medio noqueados al rincón del cuadrilátero político, por que incrementan la desconfianza actual y mellan aún más la escasa credibilidad gubernamental frente a los mercados, la oposición, los medios y la sociedad civil, sobre todo aquella que está organizada e informada, la que entra de modo activo a controversias complejas como la aquí comentada, ya que envuelve y exige información y saberes no precisamente fáciles y rápidos de digerir. 

La controversia pública aquí comentada me lleva a ratificar una propuesta democrática: nos urge un Comité Académico de Ciclos Económicos para tener un referente autónomo, neutral, objetivo, competente, creíble y transparente que, con reputación ciudadana sin tacha, señale regularmente el punto de ubicación de la economía del país.  Tarea delicada, compleja y ardua, pero no inalcanzable.