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Tipo de cambio peligroso para Chile
Jue, 13/09/2012 - 08:39

Ricardo Ffrench-Davis

Una sola moneda para el mundo
Ricardo Ffrench-Davis

Profesor de la Facultad de Economía y Negocios de la Universidad de Chile.

En una columna publicada en América Economía a fines del 2009 advertí  de los peligros que implicaba para la economía nacional que el tipo de cambio  entonces hubiese descendido por debajo de los $500. Estaba perjudicando a los exportadores, en particular a las exportaciones con mayor valor agregado. Luego de devaluaciones transitorias de alguna significación en 2010, llevamos dos años con promedios por debajo de los $500. El nivel y el valor agregado de las exportaciones son castigados con estos tipos de cambio  bajos e inestables.

Pero, no solo lo que sucede con las exportaciones es relevante en cuanto al tipo de cambio. Las importaciones están llegando a Chile con ese dólar deprimido y con un arancel que solo promedia 1%. Entre los que compiten con esas importaciones baratas se hallan las manufacturas y las pymes. Ambos sectores son claves para crecer con equidad y generar empleos de mayor calidad, ingredientes esenciales del desarrollo económico.

El actual precio del dólar responde a la política de tipo de cambio “libre”. En realidad, libre de la intervención del Banco Central, pero no libre de los altibajos del precio del cobre y de los flujos de capitales financieros. Ni uno ni otro  tienen algo que ver con las conveniencias ni necesidades de nuestros exportadores, fruteros, pymes e industria manufacturera. Son mercados e intereses contrapuestos: los que  buscan la utilidad de corto plazo contra los que invierten e innovan para mejorar su productividad de largo plazo.

En defensa de  esa política, que considero perjudicial para el desarrollo económico de Chile, se esgrimen planteamientos defensivos, tales como:

1. No se puede ir contra “el mercado”.

2. El tipo de cambio libre ha evitado las crisis cambiarias.

3. Un dólar barato o “peso fuerte” beneficia a los consumidores.  

Mercado relevante y políticas públicas. Un mercado no es algo natural, independiente de la acción de los seres humanos; por ejemplo, a menor arancel  corresponde mayor tipo de cambio. A su vez, el mercado relevante para un desarrollo nacional que combine crecimiento y equidad es el de los “productores” de dólares (los exportadores) y el de los  “ahorradores” de dólares (productores de transables que  compiten con  importaciones). Pero el mercado más activo en lo cambiario ha sido el de los operadores de corto plazo, que han implicado que  el tipo de cambio haya fluctuado entre CL$760 y CL$435. La inestabilidad afecta tanto al precio contado como a sus derivados.

Las enormes fluctuaciones han llevado a pasar por crecientes déficits en cuenta corriente en los auges de actividad económica, los que son corregidos, traumáticamente, cada cierto tiempo, con devaluaciones y caídas del PIB y el empleo. Es una  grave contradicción aspirar a una eficiente economía de mercado en desarrollo, y que las autoridades deleguen en operadores financieros la determinación de precios macroeconómicos tan estratégicos como el tipo de cambio real.

Es bueno evitar las crisis cambiarias causadas por el tipo de cambio fijo, pero la economía real se ve perjudicada por la inestabilidad cambiaria resultado de la tasa libre. En ambos casos, el Banco Central tiene un rol pasivo, sin política cambiaria para el desarrollo.

Los regímenes intermedios de flexibilidad cambiaria administrada -tales como en la China o en Corea por tres decenios, o como Chile en 1990-95- representan un instrumento pragmático eficaz para reconciliar la evolución del tipo de cambio real con la estrategia de desarrollo liderada por las exportaciones, debidamente coordinada con la cuenta de capitales y el Fondo de Estabilización Económico y Social.

En cuanto al efecto sobre los consumidores, lo importante es qué les sucede (como productores) a los trabajadores y empresarios que sufren con la inestabilidad macroeconómica real asociada al tipo de cambio. Durante el auge, los daños los oculta el endeudamiento. Luego vienen los ajustes recesivos dolorosos, con desempleo, caídas de utilidades y perjuicio para la inversión productiva.

Los efectos de la falla en la política cambiaria se expresan en un persistente aumento de las importaciones por sobre las exportaciones. Si se controla por los precios transitoriamente tan altos del  cobre y del petróleo, se comprueba que desde 2006 llevamos un sexenio en que, en volumen, las importaciones crecieron a tres veces la velocidad de las exportaciones.

Tal desequilibrio real se refleja en que las proyecciones del Banco Central para 2012 pronostican un déficit de la cuenta corriente de 3,1% del PIB, a pesar de considerar un muy elevado precio del cobre de 355 centavos la libra. El tipo de cambio está decididamente desalineado.